"El Presidente del Gobierno de México proclamó el fin del neoliberalismo, pero en el IMSS algunas injerencias de Hacienda son de esencia neoliberal: ahorro y más ahorro, recortes de personal y más recortes de personal". Esto es un fragmento de lo que escribió Germán Martínez Cázares, ex director del IMSS, en su carta de renuncia, entregada el pasado martes 21 de mayo. Martínez Cázares no es ningún mártir de la lucha por la justicia, ni es un político preocupado por mejorar la vida de los pobres de México, sin embargo, los señalamientos que plasmó en su carta son de gran importancia: es la primera vez que un miembro del gabinete de Andrés Manuel afirma que el Gobierno morenista está llevando a cabo reformas de tipo neoliberal. Es decir, la caracterización neoliberal de la 4T ya no solo viene de afuera; ahora son los propios funcionarios quienes lo expresan. Es que se trata de una realidad tan evidente como innegable.
Preocupado por mantener una rigurosa disciplina fiscal, al más puro estilo neoliberal, Obrador ha ordenado hacer los recortes que sean necesarios para sacar adelante sus planes. No quiere endeudar más al país ni quiere cobrar más impuestos, pero al mismo tiempo quiere realizar sus proyectos prioritarios: el aeropuerto de Santa Lucía, el Tren Transístmico, la refinería de Dos Bocas, y, el más importante, la repartición de dinero a la mayor cantidad de mexicanos posible. ¿Con qué recursos va a financiar Obrador sus planes, si no está dispuesto a endeudar más al país ni a cobrar más impuestos? En campaña, el tabasqueño afirmó que su gobierno terminaría con la corrupción y que todo el dinero que se ahorraría (500 mil millones de pesos anuales) sería invertido en los proyectos propuestos por él. Sin embargo, ya como presidente se operó como por arte de magia un cambio en el discurso de López Obrador: ya no se hablaba de erradicar la corrupción, sino de la austeridad. Más que de la corrupción, los recursos para cumplir sus promesas vendrían de la tan cacareada austeridad, es decir, de los ahorros y recortes.
Esta es la política que ha aplicado Andrés Manuel en sus escasos meses de gobierno. Recortar el presupuesto de ciertas instituciones en aras de favorecer otras. El asunto estalló por la arista de la salud, con el IMSS, mas no es la única área que está siendo víctima de los recortes y ahorros ejecutados, sí por la Secretaría de Hacienda, pero ordenados por el titular del Poder Ejecutivo. La única acción que se ha emprendido para acabar la corrupción ha sido el combate al huachicol, sin embargo la campaña terminó sin que el gobierno rindiera cuentas de nada: ¿se ganó esa guerra? ¿Cuánto nos ahorraremos ahora los mexicanos? No se dijo nada. La verdad es que fue un fracaso estrepitoso (ahora hay más tomas clandestinas que antes), por eso el tema quedó totalmente sepultado y hoy nadie se acuerda de él. Para los proyectos obradoristas, nada ha salido de la corrupción: todo ha salido del recorte a otras áreas del gobierno.
De todos, el plan que más entusiasma al Presidente es el de repartir dinero. Quiere que no haya una sola familia mexicana que quede fuera de sus programas de apoyo. Quiere abarcarlo todo. Hasta la fecha, sin embargo, las cosas no marchan como lo desea. Cuando, el 11 de mayo, Andrés Manuel visitó Nayarit y le preguntó al público quiénes ya estaban recibiendo los apoyos de su gobierno, prácticamente nadie levantó la mano. Y es que los apoyos prometidos simplemente no se han materializado en la mayoría de los casos. Lo mismo ocurre en el sector estudiantil. Se supone que todos los estudiantes de secundaria, bachillerato y nivel superior recibirían alguna beca, pero esto está muy lejos de ser verdad. Una cifra basta para ilustrarnos. Según la Federación Nacional de Estudiantes Revolucionarios Rafael Ramírez (FNERRR), de los 35 mil estudiantes que se encuentran afiliados a esa organización, solo 17 mil han sido censados, y de ellos solo 6 mil han recibido beca. En otras palabras: de un total de 35 mil estudiantes, 29 mil no tienen beca. Esta sola muestra nos permite ver lo que ocurre a nivel nacional.
Así, pues, el proyecto más acariciado de la 4T no está resultando como lo pensaban. ¿Qué sigue? La respuesta salió de labios del propio AMLO el pasado 1 de febrero: "el gasto del Gobierno es mínimo, estamos en la austeridad republicana, y si se necesita transferir todos los fondos [...] el Gobierno va a entrar a una fase superior, vamos de la austeridad republicana a la pobreza franciscana", dijo. Si los recursos destinados a la repartición de dinero (por no hablar de los proyectos de infraestructura) no son suficientes para que les lleguen a todos, como prometió Obrador, entonces vendrán más recortes a las instituciones educativas, de salud, del Ramo 23, de las guarderías infantiles, etc. Vendrán más recortes para ahorrar más, porque hasta ahora el "combate a la corrupción" no ha generado las fabulosas cantidades que soñaba el Presidente.
En los hechos, el Gobierno morenista debilita las instituciones de Estado con el afán de repartirle dinero a la gente. ¿Qué tan neoliberal puede ser esto? Para darse cuenta, AMLO debería verse en el espejo de su archienemigo, del que ha elegido como la encarnación del mal y el jefe máximo de la mafia del poder: Salinas de Gortari. El gobierno de Salinas, -neoliberal, sí- se caracterizó por adelgazar el Estado mediante la venta de las empresas estatales, por un lado, y por el otro por la entrega de apoyos económicos a los más pobres. ¿No es esto mismo, disfrazado, lo que hace ahora Andrés Manuel? El 17 de marzo, el Presidente declaró formalmente abolido el neoliberalismo en México. Entérese, señor Obrador: el muerto que usted mató goza de cabal salud.
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