Cuando escuchamos hablar de arte o cultura, inmediatamente se nos viene a la mente algo grande, bello e inalcanzable. Desde siempre se no ha inculcado que la cultura la debemos entender como el conjunto de conocimientos e ideas, no especializados, adquiridos gracias al desarrollo de las facultades intelectuales, mediante la lectura, el estudio y el trabajo, por lo que están muy lejos de considerase gente culta aquellos que no tiene la oportunidad de dedicarse al estudio, a la lectura o constar el trabajo de los grandes desarrollos sociales.
No es de extrañar, pues, que en una familia humilde, donde apenas y se gana para medio sobre vivir, dedicarse a desarrollar un arte o, dicho en palabras más comprensibles, dedicar parte de su esfuerzo diario a crear cosas hermosas que ante sus ojos y los de los demás despierten sentimientos nobles y, hasta cierto grado, de felicidad; el hecho de no contar con el tiempo suficiente, la orientación necesaria; es decir, el no tener instructores capaces, dispuestos a compartir sus conocimientos en la materia y, sobre todo, no contar con los espacios y el material necesario (instrumentos, vestuarios, colores, pinturas, lienzos) para ejecutar, practicar y desarrollar cualquiera de las bellas artes, vuelven inalcanzable esta arma de trasformación social tan necesaria hoy en día para contrarrestar el desgaste, cada día mayor, del tejido social que deshumaniza a comunidades, pueblos y ciudades enteras, convirtiendo a los jóvenes en blancos fáciles de la delincuencia y el crimen organizado al sembrar en ellos la idea de que lo mejor es disfrutar de una vida fácil, llena de lujos y privilegios y no una de esfuerzo, trabajo y solidaridad con los más necesitados.
Pues bien, desde hace casi 50 años, el Movimiento Antorchista ha insistido en que por muy difícil que esto sea, es urgente y necesario acercar a las grandes masas empobrecidas al arte; es decir, promover entre el pueblo el desarrollo de la poesía, el teatro, la danza, la oratoria y la pintura, pues esto genera individuos más completos, sensibles, nobles y con disposición a trabajar en la formación de una sociedad más fraterna y más humana.
Lo narrado hasta aquí, ya es de por sí una tarea titánica, pero las cosas se complican cuando en las diferentes instancia de gobierno no se cuenta con el apoyo necesario, incluso algunos funcionarios (los más atrasados y con poca vocación de servicio) ven irrelevante la tarea de promoción y fomento cultural que nuestro movimiento realiza de manera permanente, llegando a consideran un lujo excesivo que lleguen a sus oficinas peticiones de apoyo de vestuario, utilería, instrumentos, material cultural, apoyo económico para los maestros así como transporte para trasladar a quienes, después de meses de trabajo, tienen la oportunidad de participar en la exposición estatal o nacional; dejando de lado argumentos y justificaciones de la urgencia del apoyo terminan por ignorar las peticiones no negándose, en un principio a atenderlas, pero dejando pasar las fechas de participación de los artistas o bien no concretando jamás los apoyos solicitados.
Pareciera que cualquier trabajo artístico o cultural propuesto o impulsado por la oficialidad (que a todas luces es ineficiente) es el único validado y, por lo tanto, buscar mecanismos diferentes aunque en los hechos demuestren su efectividad, lejos de merecer el reconocimiento y apoyo de las dependencias y autoridades encaradas lejos de ser reconocidos y apoyados merecieran ser minimizados y, por lo tanto pagar con creces la osadía de acercar exitosamente el arte a un sector que para ellos no tiene posibilidades ni necesidad de conocer y desarrollar ninguna de las disciplinas.
Olvidan que el arte surgió de las entrañas del pueblo como una necesidad de expresar sus ideas, conceptos y sentir no de individuos aislados sino de un colectivo, que es precisamente la falta de convivencia social sana la que esta deteriorando nuestro tejido social, haciendo cada día ciudadanos cada vez más egoístas, que priorizan su bienestar personal antes que el bienestar colectivo, indiferentes ante el dolor de sus semejantes y en algunos casos resentidos con la sociedad por la falta de oportunidades. Por todo esto las autoridades municipales, estatales y federales no pueden minimizar la labor cultural, tiene que entender que la cultura es una arma poderosísima en la transformación del hombre y que cualquier trabajo que se realice en este sentido merece todo el apoyo posible, pues se trabaja en cultivo de la inteligencia y de sensibilidad de los hombres, y que es su responsabilidad como parte del aparato del Estado (gobierno) participar comprometidos en la transformación de la sociedad que los puso a la cabeza votó por ellos..
De no hacerlo, también el pueblo organizado sabedor de los beneficios que conlleva el conocimiento y la práctica del arte tiene el derecho de exigir su cuota de cultura, tiene derecho a que sus hijos se acerquen al arte no solo como observadores sino como practicantes del mismo, pues hoy más que nunca nuestro país necesita jóvenes no a los que se les pague por no trabajar ni estudiar, sino jóvenes que movidos y sensibilizados por el arte formen una vanguardia dispuesta a trabajar para despertar en quienes los rodean sentimientos nobles de unión y trabajo colectivo, dispuestos a hacer lo necesario para lograr una sociedad mas justa y más humana para todos.
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