El Movimiento Antorchista Nacional, a través de su vocero, Homero Aguirre, lanzó un llamado a la sociedad mexicana para organizarse y defender su patria. La única salida —dijo el vocero— es abrir los ojos, organizarse y politizarse para proteger al país.
El clima político es complicado y quizá desventajoso para los mexicanos, pues carecemos del poder militar y económico para hacerle frente a un país como Estados Unidos.
Sin embargo, este llamado no es nuevo, puesto que, desde su nacimiento, esta organización política ha enarbolado la bandera de “organizar y educar al pueblo”, sin ningún tipo de distinción, pues a través de la lucha política ofrece a la sociedad encaminarla hacia la construcción de una patria más justa y equitativa para todos.
En primer lugar, el pueblo debe organizarse y luchar de forma colectiva para transformar sus condiciones materiales inmediatas en su comunidad y, en segundo lugar, llevar esa lucha a términos más amplios, a luchar por el poder político de la nación por la vía democrática, demostrando en los hechos que los cargos públicos no son un fin en sí mismo, sino sólo una herramienta para materializar dicho objetivo; importante sí, pero no el único.
Pues bien, a este llamado al pueblo mexicano a organizarse y luchar para transformar nuestra sociedad, ahora se suma un llamado más urgente: defender la patria ante la declaración de expansión territorial del imperialismo estadounidense que busca, como siempre lo ha hecho, hacerse de los recursos naturales para producir más mercancías y de nuevos mercados donde venderlas, a costa de lo que sea. Véanse todos los países del Medio Oriente donde ha llevado su “libertad y democracia”.
Donald Trump no ha tenido el más mínimo recato en manifestar abiertamente sus intenciones de expandir sus fronteras, por lo menos territorialmente, porque política y económicamente ya lo ha hecho, lo cual es de por sí ya peligroso.
El presidente de los Estados Unidos de América pretende anexar a su país a Canadá, Groenlandia, la toma de control del Canal de Panamá y la realización de operaciones militares en México para “atacar al narcotráfico”, sin dejar de lado la pretensión de cambiar de nombre al Golfo de México por “Golfo de América”.
Esto último, dice Carlos de la Vega, luce como la declaración de la intención de transformar esa cuenca en un mar interior estadounidense, para lo cual habría que someter a los otros dos vecinos.
En el texto “Trump, someter a las Américas y al Ártico para defender Estados Unidos”, publicado en www.portalalba.org, el autor añade: México tiene una lúgubre historia con las pérdidas geográficas en manos estadounidenses.
California, Nuevo México, Arizona, Texas, Nevada, Utah y parte de Colorado y Wyoming fueron territorios robados por Estados Unidos a México durante el siglo XIX. Despojo consolidado diplomáticamente a punta de fusil por Washington con el Tratado de Guadalupe Hidalgo el 2 de febrero de 1848.
El Canal de Panamá también ostenta otra historia de avasallamiento estadounidense. Panamá era una provincia de Colombia hasta que en 1903 el Senado de ese país rechazó el Tratado Herrán-Hay, por el cual se acordaba la construcción de un canal interoceánico entre el Atlántico y el Pacífico a través del istmo de Panamá. El rechazo estuvo motivado por las gravosas ventajas que Estados Unidos conseguía en detrimento de los intereses colombianos.
Ante este traspié, Washington atizó un viejo conflicto entre la dirigencia del istmo y el gobierno de Bogotá y, antes de que terminara el año, Panamá se había separado de Colombia, firmando inmediatamente después el Tratado Hay-Bunau Varilla, que restableció todos los derechos en favor de Estados Unidos y que rigió hasta el Tratado Torrijos-Carter de 1977, a partir del cual Panamá recuperó, en 1999, el control de su canal interoceánico.
Con Groenlandia la historia tampoco es nueva, aunque sí en los términos belicistas del desatado Trump. En 1867, durante la presidencia de Andrew Johnson, y en forma contemporánea a la compra de Alaska al emperador ruso Alejandro II, se le ofreció a Dinamarca una transacción similar por sus territorios junto al Ártico, la que fue declinada.
Al final de la Segunda Guerra Mundial, en 1946, la administración de Harry Truman volvió a la carga con una propuesta por 100 millones de dólares estadounidenses, pero Copenhague volvió a rechazarla. Sin embargo, no todo fue frustración para los norteamericanos con Groenlandia.
En 1951, firmaron con Dinamarca un tratado de defensa por el cual instalaron la base aérea de Thule, hoy denominada Base Espacial de Pituffik, un pilar del sistema de defensa temprana norteamericano contra misiles balísticos intercontinentales. (…) Siempre es mejor hacer ese tipo de elecciones por las buenas.
A Canadá, Trump parece ofrecerle un trato menos cruento, proponiéndole sumarse a la “Unión” por propia voluntad (…). Entre 1812 y 1814, el joven Estados Unidos le declaró la guerra a los territorios canadienses, entonces todavía en manos directas de la corona británica.
Corría la Presidencia de James Madison y, a pesar de que el motivo declarado para la contienda era asestar un golpe definitorio a las fuerzas de Londres que seguían pretendiendo acabar con la independencia estadounidense, lo cierto era que buena parte de la dirigencia de ese país promovía la anexión de una porción considerable del territorio del hoy Canadá.
La aventura no les salió bien a los estadounidenses y, en la contraofensiva, en agosto de 1814, las tropas británicas, junto a las nativas canadienses, lograron tomar Washington, incendiando la Casa Blanca y el Capitolio.
Como vemos, Trump busca pertrecharse en su nación para lanzar una embestida a los territorios vecinos y, así, expandir sus fronteras y continuar con su enfrentamiento con Rusia, que ha demostrado tener mayor fuerza bélica, con China, que ha superado su economía y le ha ganado notablemente parte del mercado mundial, sin olvidar la nueva fuerza naciente en el sur global que representan los Brics+ y que está siendo una nueva opción para muchos países. Por su naturaleza bélica, el imperialismo de Estados Unidos se rehúsa a perder el dominio del mundo como lo había venido haciendo desde la Gran Guerra (1914-1918).
Así pues, ante un Gobierno Federal sumiso y servil, en manos de Morena, nuestro país tiene como única opción la organización del pueblo mexicano, encabezada por los hombres y mujeres más conscientes, capaces de definir el mejor rumbo para el país y de todo el pueblo mexicano.
El clima político es complicado y quizá desventajoso para los mexicanos, pues carecemos del poder militar y económico para hacerle frente a un país como Estados Unidos. Sin embargo, se pueden establecer lazos cercanos con otros países como China, Rusia y el resto de los Brics+, pero, sobre todo, con la organización y educación política de los mexicanos para sumarse al camino de un mundo multipolar.
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