MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Poner manos a la obra

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Teóricamente, está claro que los humildes, las clases trabajadoras del país, requieren de un cambio profundo de las condiciones sociales en que vivimos.

Nadie responsable, creo yo, puede sostener que vivimos en el mejor de los mundos posibles; en cambio, todos somos testigos de que los problemas económicos y sociales están a la orden del día e incluso se incrementan de manera acelerada, cebándose sobre todo en las clases sociales más desprotegidas que viven fundamentalmente de la venta de su fuerza de trabajo, cuya retribución les alcanza cada vez menos para cubrir las necesidades más elementales.

Por ejemplo, los especialistas hablan constantemente del incremento en la inflación, del bajo crecimiento del Producto Interno Bruto del país (PIB), del aumento desmedido de la deuda pública; verdades todas ellas, pero que poco o nada le dicen en concreto al campesino, al ama de casa, al obrero, al pequeño comerciante, al desempleado o al estudiante pobre.

El uso clientelar de los apoyos gubernamentales juega su papel en varios sentidos: le quita al ciudadano el deseo de luchar por sus derechos, le dice que no es necesario organizarse para aspirar a mejores condiciones de vida.

Todos ellos sólo perciben que cada vez el dinero les alcanza para menos, que cada vez les cuesta más pagar la renta, el agua, el gas, la luz; que no les ajusta para comprar las tortillas, la verdura o los frijoles. 

El huevo, el pescado, la fruta o la carne se han vuelto prácticamente artículos de lujo en estos calamitosos tiempos de la 4T que prometió que primero los pobres pero ha terminado, como “todos”, haciendo más ricos a los ricos. Ya no se diga en adquirir una casa, un auto o mandar a los hijos a la universidad, pero no se explican las causas profundas.

Por eso es necesario intentar contribuir al esclarecimiento del fenómeno, pues si nos atenemos a los resultados, a los hechos contantes y sonantes que son los que definen y determinan mejor que cualquier otra cosa lo que es cada quien, trátese de personas o de grupos sociales, hay un claro contraste entre estos y el “éxito” político logrado en las recientes elecciones por quienes ganaron, pues muchos mexicanos otorgaron su voto a pesar de la situación desesperada en que viven las grandes mayorías.

Pero no debemos perder de vista que, a estas alturas del desarrollo histórico de la sociedad, pesan, y mucho, otros factores superestructurales como la propaganda, la enajenación, la falta de conocimientos profundos y exactos de la naturaleza y desarrollo de los fenómenos, por parte de esas mayorías. 

Por ejemplo, el manejo de los intereses inmediatos de las personas mediante el uso de la estructura gubernamental para el condicionamiento de apoyos directos que calman las necesidades y embalsaman la desesperanza, mientras se les endulza el oído con incrementos nominales al salario, con nuevas modalidades de apoyos de transferencia directa, con el maquillaje de cifras sobre el desempleo, la inseguridad, la salud pública o con reformas legales que dejan intocadas el fondo de la cuestión pero que alaban de democráticas.

Para paliar las necesidades que sufre el pobrerío, se le entregan pequeñas dosis de apoyo directo en dinero o en especie, con los que podrá sobrevivir una semana o un mes, hasta que vuelva a recibir el auxilio gubernamental, pero sin darse cuenta de que de esta manera ni puede ahorrar para hacerse productivo, ni tampoco que de algún lado ha tenido que salir ese dinero.

Si ese fondo es inagotable o era finito y se está comiendo ya a la gallina de los huevos de oro, pues pareciera que eso no importa mientras se satisfaga la apremiante necesidad inmediata que es lo que más le hace al caso, de golpe.

Es decir, así se pierde de vista, por ejemplo, la ausencia de obra pública, sobre todo la indispensable para estar acorde con la creciente velocidad de las necesidades actuales, y menos para la proyección de un mejor futuro; no se echa de menos la falta de la infraestructura necesaria para garantizar la salud pública, la educación, la vivienda, los servicios elementales, el empleo, los salarios reales verdaderamente remuneradores, ni nada por el estilo, menos un cobro de impuestos progresivo con el que paguen más los que más ganan de tal manera que el Estado cuente con los recursos necesarios para desarrollar integralmente al país. 

El uso clientelar de los apoyos gubernamentales juega su papel en varios sentidos: le quita al ciudadano el deseo de luchar por sus derechos, le dice que no es necesario organizarse para aspirar a mejores condiciones de vida, que no es necesario que se interese por la marcha del país, que todo lo bueno es producto de un hombre providencial, que el estado es un benefactor de toda la sociedad, que la lucha y las aspiraciones de clase son invento de grillos, que todo está bien y requetebién sin que el pueblo intervenga directamente en los asuntos de Estado, que son asuntos que tienen que ver con la vida y la situación social de todos.

El que no sabe es como el que no ve, que no puede percatarse de dónde se encuentra la salida. Hasta ahora, su experiencia, basada en el ensayo y error, le dice que aunque todos los partidos existentes en el espectro político nacional en la actualidad le prometen el oro y el moro, y ha ido otorgando su confianza a diferentes expresiones políticas, lo han dejado en las mismas circunstancias o peor, sin lograr encontrar para su mal remedio.

Tales circunstancias lo están llevando a la conclusión, no del todo cierta, de que lo importante son los candidatos y no los partidos. Pero, la verdad, desde mi punto de vista, lo que pasa es que no hay, todavía, dentro de ese espectro de partidos, el que represente verdaderamente a la clase social de los pobres, de los descamisados, el verdadero pueblo que somos las clases laborantes creadoras de la riqueza social, por lo que es necesario y urgente que se cree.

Que salga a la luz esa opción que tienen por construir las fuerzas vivas de las clases sufrientes, marginadas y trabajadoras, porque sólo ellas pueden tener el interés genuino de que las cosas cambien, pero de raíz, de tal manera que en lo económico la riqueza social se distribuya de manera más justa y equitativa evitando la irracional concentración que acarrea las desigualdades insultantes y entorpecedoras del desarrollo social en general al que tenemos derecho todos los mexicanos.

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