En un mundo polarizado por la injusta distribución de la riqueza que produce la clase trabajadora, es imperante la necesidad de un cambio de modelo económico en México y el mundo entero.
Con sus excepciones, claro está, países como China y Rusia son la punta de lanza a nivel mundial, con un crecimiento económico exitoso que se traduce significativamente en mejora social y económica de sus pueblos.
La verdadera justicia social y económica llegará cuando el pueblo comprenda que es explotado y se una para producir y distribuir equitativamente la riqueza generada por su trabajo.
Contra viento y marea, se mantienen con cierta firmeza ante los embates y desacuerdos económicos de Occidente y sus aliados europeos.
“Por primera vez en la historia moderna, las sanciones no están funcionando, y podemos concluir, en buena lógica, que económicamente (y militarmente) el mundo está preparado para un equilibrio multipolar”, explica el investigador Abel Pérez Zamorano.
En México se da el relevo de la “izquierda”, hoy con una mujer, por vez primera, al mando de los destinos de nuestro país. Desafortunadamente, se trata de una izquierda que hasta el momento no ha podido o no ha querido verdaderamente darle la vuelta al rumbo de nuestra patria.
Seguimos imbuidos en un sistema económico neoliberal, pese al decreto de abolición que se dictó por el señor Andrés Manuel López Obrador, personaje que llegó con la perorata de que el mal principal de la falta de recursos económicos para mejorar las condiciones del pueblo pobre y trabajador era eliminar la corrupción de los gobernantes habidos hasta el momento.
Según él, una vez aniquilada dicha corrupción, el pueblo prácticamente saldría de la pobreza. Esto no ha sucedido; el pueblo sigue siendo pobre y, en algunos casos, más pobre.
Sí, se puso a regalar dinero de manera directa, cosa que beneficia parcialmente sobre todo a los adultos mayores que ya entregaron su vida productiva dentro del modelo económico capitalista. Sería el colmo de los colmos que ni eso sucediera, pero no mejoró sustancialmente su nivel de vida, porque el dinero que reciben apenas les alcanza para subsanar algunas necesidades alimentarias y de vestido.
Además, todos deben atender su salud de forma particular, dado la ineficacia e ineficiencia del sector salud.
Para desdicha de todos ellos, ahí termina la dichosa ayuda, que va a parar a manos del capital, ya que toda mercancía que produce y vende el capitalista, es producida con la mano asalariada del trabajador, que sirve para reproducir y fortalecer dicho modelo generador de grandes riquezas, pero concentrado en unas cuantas manos.
Mientras, por más que se quiera acabar con la corrupción, las cosas seguirán igual. La realidad nos da en la cara, no yo con mi humilde opinión, sino la triste realidad del trabajador, del obrero del campo y de la ciudad, que trabaja jornadas exhaustivas, sumándole horas extra tratando de mejorar su ingreso a costa de su salud y de poder acceder a una mayor convivencia con sus seres queridos, familia y amigos.
Pero, al final de cuentas, sólo le alcanza para mal comer, mal vestirse, mal curarse y mucho menos recrearse sanamente, quedando expuesto a cualquier tentación económica, sobre todo, y de acceso “fácil”, como lo es el crimen organizado con todas sus vertientes.
Esto nos lleva a invitar al pueblo a que no se conforme con que se promueva el acabar con la corrupción, o que se incrementen los apoyos directos. Es necesario que se normalicen los salarios desde una perspectiva moral y no solo sobre necesidades, necesidades que tienen que subsanarse al cien por ciento en todos los estratos sociales, producto de la división de clases, de ricos y pobres, de explotados y explotadores, expropiados y expropiadores.
Es necesario entender y comprender que las ayudas, del tipo que sean y en la medida que sean, nunca serán suficientes para la clase laboral, mientras se viva en el modelo económico concentrador de riqueza.
La justicia, la verdadera justicia social y económica, llegará cuando el pueblo se dé cuenta de que es explotado y expropiado de lo que produce con sus fuerzas, y busque afanosamente, estructurado y educado, una idea colectiva tanto para producir como para distribuir lo producido en función de las necesidades de la sociedad en su conjunto. Hasta el momento, nada para los de abajo.
Considerando la llegada del nuevo Gobierno que encabeza Claudia Sheinbaum Pardo, deberá profundizar en los males del país y darse cuenta, como buena científica, de que no bastan los buenos deseos moralistas para modificar los fenómenos socioeconómicos de México y del mundo concatenado.
Es deber de nuestros gobernantes encontrar cómo mejorar las condiciones de sus gobernados, razonar técnica y científicamente, y no a capricho. Deben darse cuenta de que, para distribuir la riqueza de un pueblo, primero se tiene que producir, y luego esta riqueza, producto de la fuerza de trabajo y del desgaste físico e intelectual tanto de la mujer como del hombre, se distribuya equitativamente entre todos los que la producen, prevaleciendo, por supuesto, la justicia social.
Como dice nuestro secretario general del Movimiento Antorchista Nacional, el ingeniero Aquiles Córdova Morán, en su más reciente libro Intenciones y resultados:
“…el verdadero reto es sustituir el proyecto de país que hoy se nos impone a la fuerza por otro que nos asegure el bienestar económico, la superación científica, cultural y espiritual, y plenas libertades civiles, sociales y políticas para todos los mexicanos. Se necesita un nuevo y revolucionario proyecto de país que aún no se ve por ningún lado”.
El reto del MAN (Movimiento Antorchista Nacional) es lograr que dicho proyecto se lleve a cabo y, en un giro de ciento ochenta grados, implementar un modelo diametralmente opuesto al que prevalece actualmente.
Por obra y gracia de la vanguardia revolucionaria y de la mano con el pueblo trabajador en acción, educado, politizado y organizado, se busca lograr el cambio esperado donde prevalezca la justicia social para todo mexicano.
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