MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

¿Para qué sirvió el decreto de abolición del neoliberalismo de AMLO?

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Los fenómenos del mundo que nos rodean se desarrollan conforme a leyes objetivas, que existen independientemente de la voluntad de los individuos, incluidos los fenómenos sociales en los que intervienen las acciones humanas. El hombre conoce estas leyes primero a través de su experiencia, descubriendo primero sus propiedades externas, luego estudia y profundiza su conocimiento y cuando logra conocer la esencia del fenómeno, definirla y cuantificarla, es lo que solemos llamar un descubrimiento científico.

De manera que, si se pretende transformar un fenómeno, cualquiera que este sea, social o natural, se requiere conocer las leyes que lo rigen, conocer su esencia, es decir, lo que lo hace ser lo que es y no otra cosa, para influir con su acción y conseguir la transformación que se desea.

Ignorar las leyes tanto en la naturaleza como en la sociedad lleva a juicios y acciones erróneos. Recordemos la persecución y la sentencia de la santa inquisición contra Galileo Galilei por ser partidario de la teoría heliocéntrica de Copérnico y de la investigación científica del universo, cuyos descubrimientos científicos socavaron las bases sobre las que descansaba un sistema feudal absurdo, oscurantista y explotador.

Esto viene a cuento por el anunció de que el presidente de la república Andrés Manuel López Obrador desde Palacio Nacional decretó "el fin del neoliberalismo como un modelo económico que se instrumentó (?) en México durante las décadas pasadas, generando divisiones sociales, pobreza y marginación".

La pregunta que surge inmediatamente: ¿con ese "decreto" ya cambio la sociedad mexicana? ¿Ya se acabó la pobreza y la marginación en este país de 90 millones de pobres? Está claro que no, no bastó el decreto ni la voluntad de un individuo, así sea el presidente de la república, para cambiar la suerte de los pobres de México, a pesar de los aplausos que esta proclama generó entre sus ingenuos partidarios. Pero analicemos un poco el asunto.

La esencia del modelo neoliberal o capitalista de México es la propiedad privada de los medios de producción, que permite al dueño apropiarse de la riqueza producida por los trabajadores, porque según las condiciones sociales de trabajo, el patrón paga el salario por la jornada laboral y ya cumplió con los trabajadores, aunque no mueva ni un solo dedo en el proceso de producción, el patrón se apropia de la riqueza que éstos generan.

Así es como se acumulan grandes riquezas en unas cuantas manos y los miles de trabajadores siguen laborando jornadas extenuantes de más de 12 horas a cambio de un miserable salario que no los va a sacar nunca de la pobreza ni les retribuye el fruto de su trabajo.

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Al respecto, ¿los empresarios estarían de acuerdo en cambiar la esencia de la propiedad privada por la propiedad colectiva de los medios de producción, es decir, de las fábricas, herramientas y de todo lo que sirve para producir? Para muestra un botón, Ricardo Salinas Pliego, dueño de TV Azteca y de Banco Azteca entre otras empresas, en una conferencia impartida a estudiantes universitarios de Yucatán dijo: "la desigualdad es natural y no hay que espantarnos...pero tampoco podemos decir que a los que les ha ido muy bien les vamos a quitar para estar igual que los que están mal, porque la desigualdad se acaba muy fácil, nos hacemos todos pobres. La condición natural del ser humano es ser pobre", afirmó.

¡Si un gobierno quisiera socializar los medios de producción ya se las vería con los propietarios de estos!

¿Qué ha pasado entonces con el decreto de abolición del neoliberalismo de AMLO? Nada, aparte de generar la hilaridad de los economistas profesionales. El modelo económico neoliberal sigue intacto, viento en popa imperando en la economía nacional e internacional.

No obstante, ¿a qué deben aspirar los trabajadores mexicanos? A una justa y equitativa distribución de la riqueza, a tener lo necesario para vivir, casa, alimento, medicinas, educación, cultura, servicios, etcétera. Todo esto se puede conseguir creando empleos para todos, con salarios bien remunerados e impulsando una política fiscal progresiva en la que paguen más impuestos los que ganan más y se aumente la inversión en el gasto social para desarrollar los servicios a la población.

El decreto de AMLO queda pues, en campaña publicitaria para engañar incautos. ¡Eso es todo y nada más!

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