El paso de la tormenta tropical “Norma” dejó afectaciones en diversos municipios de Sinaloa. Los funcionarios de los gobiernos municipal y estatal han estado publicitando una intensa —a decir de ellos— campaña para censar a los damnificados y entregarles apoyos por el paso del meteoro. Una rápida revisión por la prensa local arroja: entrega de más de 20 mil insumos (entre ellos se incluyen despensas, colchonetas, cobijas, botellas de agua, kits de limpieza, entre otros), en 27 comunidades de cinco municipios del estado (Debate, 27 de noviembre de 2023) ; entrega de 4,385 cheques de 6 mil pesos para cada familia destinataria de la ayuda (Noroeste, 28 de octubre de 2023). Todo esto se ha entregado de manera “directa”, resaltan.
Las autoridades locales han dicho que la ayuda seguirá fluyendo, pero no se sabe en qué cuantía ni hasta cuándo, lo que hace que parezca dudosa la realización de la promesa.
También se encuentra en la prensa la cuantificación de algunos daños. El gobernador del estado firmó la solicitud de declaratoria de desastre natural a la federación, pues dijo que las afectaciones a las vías de comunicación fueron por un valor de 200 millones de pesos (Milenio, 26 de octubre de 2023).
La secretaria de educación del estado dijo, por su parte, que hay 450 escuelas afectadas por “Norma” y que “Las afectaciones van desde daños en el cableado de energía eléctrica y falta suministro, así como caída de techos, barandales y ventanas” (El Sol de México, 24 de octubre de 2023). En este caso no se dijo cómo ni cuándo se atenderán los daños.
Es evidente que los apoyos entregados a las familias siempre son bien recibidos en una situación de desastre; sin embargo, es preciso que nos preguntemos: ¿es suficiente lo que se entregó a los damnificados? ¿Es eso todo lo que puede hacer el estado por ellos? ¿Quienes han tenido la fortuna de recibir los beneficios son los únicos que requieren del respaldo oficial? ¿Qué hay con las causas de las afectaciones? ¿Es solo culpa de los fenómenos naturales todo el malestar que se provoca o hay factores adicionales? Y más aún: ¿estamos frente a una verdadera estrategia que impedirá que en el futuro nos vaya igual que ahora?
Sé, porque así lo cuentan culiacanenses afectados, que en sindicaturas de Culiacán no todos los afectados fueron censados; cuando llegó el personal de “Bienestar” ya había bajado el nivel de la inundación y este no accedió a conocer su situación; las explicaciones de que el agua había alcanzado una altura de hasta medio metro dentro de las casas no fueron escuchadas. Así las cosas, hay un subregistro de los damnificados.
Por otro lado, ¿no sería mejor que antes del embate del agua se promoviera la revisión de las casas más endebles para que se aplicaran programas de mejoramiento de vivienda que evitaran que estas sufrieran en exceso?
El Movimiento Antorchista de Sinaloa lleva al menos dos años solicitando a las autoridades respectivas que construyan techos, pisos firmes, baños y cuartos adicionales, o cuando menos que doten de láminas a familias de escasos recursos económicos, pero hasta ahora los resultados son casi nulos.
Pero más importante es que las obras de drenaje pluvial se lleven a cabo. Es mucha la falta que hacen. Dentro de un pliego petitorio entregado al presidente municipal de Culiacán, antorchistas de Laguna de Canachi, sindicatura de Baila y Obispo, sindicatura de Higueras de Abuya, pidieron obras de drenaje pluvial cuya realización fue comprometida por la Secretaría de Obras Públicas Municipales pero a dos meses de terminar el año, todo quedó en agua de borrajas.
Deben saber los sinaloenses que, de tocarnos un huracán del tipo de “Otis”, los resultados no serán muy distintos a los de la hecatombe de Guerrero: muerte, destrucción y crisis aguda.
A decir de los pobladores, la falta de las obras demandadas hace que los daños que sufren con las copiosas lluvias se magnifiquen. Sabemos de casos como el de la colonia Díaz Ordaz o de la Ampliación 5 de febrero, que igual padecen por la formación de arroyos en temporada de lluvias que les causan daños en sus patrimonios sin que nadie en el municipio haga nada, a pesar de que también han sido planteados los dos casos; basta decir que ni siquiera han querido elaborar los proyectos de obra.
¿Cuántos casos más hay de este tipo en todo el estado? ¿Cuántos vados, puentes, entubamientos, pozos de absorción, canales pluviales, se necesitan desde hace mucho tiempo, pero no se construyen, poniendo así en riesgo a muchas familias sinaloenses y sus pertenencias? Es claro que al faltar infraestructura, se ocasionan las inundaciones o cuando menos estas son más graves.
Es bien conocido por las autoridades sinaloenses el tema de la falta de inversión en las escuelas; es muy frecuente la “toma” de estas ante la inconformidad de los padres por la falta de mantenimiento de las instalaciones, la negativa a construirles más aulas, techumbres o simplemente mejorar su instalación eléctrica y equipamiento. ¿En qué medida esto aumenta los daños por el paso de tormentas como “Norma”?
Para que pueda atenderse la problemática de fondo debe invertirse recurso en las obras que remedien el mal, o que lo minimicen al máximo. Los afectados por las tormentas deben exigir al gobierno que invierta ingentes recursos para este fin, deben organizarse y protestar hasta que se les haga caso; de otro modo, seguirán siendo engañados con migajas y el origen de los males seguirá intacto.
Los damnificados de siempre deben rebelarse contra la tradición de ser instrumento de políticos en campaña que los usan para la foto que aumenta sus “likes”, tantas veces como lluvias copiosas y vientos fuertes los azotan.
La tragedia que se origina por la negligencia y abandono gubernamentales no ha sido mayor porque fue una tormenta tropical la que nos tocó. Pero deben saber los sinaloenses que, de tocarnos un huracán del tipo de “Otis”, los resultados no serán muy distintos a los de la hecatombe de Guerrero: muerte, destrucción y crisis aguda es lo que veríamos frente a nuestros ojos. Por eso, unámonos y exijamos que las cosas cambien, que se escuche y atienda al pueblo ya.
Elevo la voz, junto a miles de mis compañeros, para que el Gobierno federal se haga cargo de manera muy seria, de invertir más recursos para atender las necesidades de los damnificados de Acapulco, especialmente los más pobres.
Preocupa e indigna que durante varios meses hayamos presenciado una campaña costosísima para el proceso de elección de “corcholatas” de Morena y de sus candidatos a las gubernaturas de nueve estados, y que ahora, a varios días de que azotó “Otis” en aquel puerto, no haya siquiera suficiente agua disponible para consumo humano.
¡Alto a la negligencia y escamoteo de recursos para atender a nuestros hermanos acapulqueños! ¡Protección a la vida y salud de los guerrerenses hoy en desgracia! ¡Realización de un verdadero plan emergente para poner de pie a Acapulco!
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