Relata Kafka, en su cuento "El artista del hambre" que fuerza de convertirse en cotidiano, cada vez iba perdiendo más interés, asistir a espectáculos en donde se presentaban individuos capaces de ayunar por largos periodos de tiempo y que estos, para probar que su ayuno y su capacidad de resistencia al hambre y además que lo anterior era real, se sometían a cualquier prueba que probara su capacidad para resistir, incluida el cuidado diurno y nocturno de vigilantes que tenían que estar atentos a que el ayunador no hiciera trampas de ningún tipo y aguantara un máximo de cuarenta días sin probar alimento. Tal espectáculo era organizado por empresarios que sacaban provecho de esta exhibición de resistencia al hambre y cobraban por el espectáculo de exhibir a tales individuos.
Desafortunadamente para el empresario y para la fama del ayunador tal diversión dejó de tener atractivo y el ayunador prácticamente fue abandonado por todos, y, el pobre miserable ayunador, convertido en una piltrafa humana, fue enterrado junto con la paja que le había servido como lecho. Según Kafka, antes de ocurrir lo anterior, el ayunador le confesó a un inspector la razón por la que no tuvo casi nunca la tentación de comer: "no pude encontrar comida que me gustara"
Sea ficticia o tenga algunos visos de realidad, la historia de Kafka en los tiempos modernos se ha venido convirtiendo en realidad. Los salarios de los trabajadores del mundo entero, pero en especial de los obreros mexicanos hacen que lo que obtienen y usan para su subsistencia solo les alcanza para lo más estrictamente elemental.
Y si además tomamos en cuenta que muchos de los mexicanos no tienen ni siquiera un empleo formal y viven de la venta de chácharas y otros ni siquiera de eso pueden ganarse la vida, resulta que ahora el cuento se ha convertido en realidad pero no por un solo individuo que se renta voluntariamente como espectáculo sino que esa inmensa mayoría de hombres lo hacen obligados por una realidad ineludible que tienen que hacer ayunos obligatorios primero porque no les alcanza con sus pobres y miserables ingresos, lo que los obliga a vivir en los límites de la supervivencia, en una verdadera indigencia. El problema es, y esto si no es cuento, que según cifras oficiales (la realidad es mayor) hay más de 53 millones de habitantes en la pobreza y de esos 9.3 millones en pobreza extrema, son...¡ayunadores a la fuerza!
Pero, contrario al cuento de Kafka, a estos nadie los va a ver, al contrario todos los ignoran, todos voltean la cara hacia otro lado.
En los comedores comunitarios, que, por cierto, el gobierno de MORENA acaba de desaparecer, se ofrecían alimentos cuyo costo era de 10 pesos, la pregunta que nos debemos hacer ¿Qué comida nutritiva y abundante se podía dar con esa cantidad de dinero? Ciertamente el gobierno federal subsidiaba dichos comedores, pero también es cierto que la comida se preparaba con alimentos industrializados cuyo valor nutricional deja mucho que desear, ahora el problema es que ni siquiera ese tipo de alimento van a recibir y entonces sí hemos llegado a que "los ayunadores" no son una ficción, un cuento, para entretener sino una realidad amarga, cruel, burlesca, ignominiosa.
También en México aparece el empresario, solo que ahora no cobra por exhibir al ayunador sino que en lugar de ponerlo a ayunar para cobrar por el espectáculo lo ha puesto a trabajar y no solo a un individuo sino a muchos, a todos los que puede, a cuantos su capital se lo permite, de tal forma que la ganancia es mayor, miles de veces mejor, y, también a diferencia del cuento, el empresario no sale como promotor del ayunador sino que ahora pretende ocultarse para no ser exhibido como un explotador que tiene su fortuna gracias a la miseria y al hambre de los millones de seres humanos que explota y que deja sin vestido, casa, ni alimento.
Es posible que quienes hayan leído el cuento puedan decir que debe ser otra la interpretación, pero yo, que vivo y convivo a diario con las clases más pobres de este país me parece que el cuento cabe casi a la perfección con la realidad de millones de seres humanos que medio comen, algunos de ellos por caridad y otros muchos viven de la mendicidad. Son pues ayunadores a la fuerza, una coincidencia de la ficción con la realidad que solo cambiará si esos millones de ayunadores se dan cuenta de que su falta de alimentos se debe al hartazgo de quienes les dan trabajo y no se lo pagan de manera justa.
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