En esta época de apogeo del individualismo, del egoísmo reconcentrado, en esta era de falta de solidaridad humana y de manipulación ideológica exacerbada, cuando el desempleo y la falta de oportunidades campea en México, los pobres se encuentran desamparados, indefensos y se sienten sin posibilidades de remontar su situación de pobreza, aferrándose por ello a la ilusión de que "alguien" vendrá a salvarlos. Sin embargo, la pobreza es cada vez más profunda y más extendida, y la riqueza producida es acaparada por un puñado de ricachos que apenas representa el 1% de la población mundial. Vale preguntarse, entonces, ¿cuál es el futuro de la humanidad? ¿Es imposible acabar con esta desigualdad? ¿La mejor sociedad es en la que vivimos actualmente?
Se dice que los jóvenes "son el futuro". Y es cierto. Sin embargo, hasta el momento esta frase se usa muchas veces para hacer demagogia. A la juventud se le bombardea con "superhéroes", "zombies", "hombres justicieros" y se le hace pensar que el fin de todo ser humano es "hacerse rico a costa de los que sea", aunque atropellen a otros seres humanos, y que la felicidad consiste en sexo, drogas y organizar grandes francachelas. ¿Qué futuro podemos esperar así?
Además, al pueblo y especialmente a los jóvenes se le inocula desde todos los ángulos que el "hacer política es malo", que andar con políticos es "corromperse y convertirse en un prevaricador". Desgraciadamente esta campaña sí tiene eco en mucha gente. Pero los jóvenes son rebeldes casi por naturaleza y sienten el ansia de modificar la situación que se vive. Por eso hay que decirles que sí se debe hacer política, que sí deben tratar de unir las fuerzas del pueblo para lograr que este avance en la satisfacción de sus necesidades básicas, que una sociedad mejor sí es posible.
Sobre todo, la juventud debe cuestionarse: si no son los jóvenes con su vigor, su energía y su fuerza, los que organicen y eduquen al pueblo, ¿quién lo hará? Sólo los jóvenes preparados, concientizados y decididos a hacer política honrada y fiel a los intereses del pueblo pobre de nuestra nación.
Los estudiantes pobres tienen derecho a educarse y, como dijo Martí: una vez educados deben contribuir a la educación de los demás. La juventud debe pelear por escuelas, becas, laboratorios, educación popular, internados, en fin todo lo que le permita situarse desde una posición crítica para convertir la ciencia en un arma de liberación del pueblo. Desde esta modesta tribuna y sabiendo que el alcance de mi voz es limitado y pequeño, no quiero de dejar de lanzar mi llamado a todos los jóvenes mexicanos: ¡A estudiar! ¡A prepararse! ¡A organizar al pueblo pobre de México!
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