MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

La feria de la unidad entre los pueblos, más que una feria

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Tecomatlán, Puebla, más que una pequeña ciudad, es un microuniverso; es un modelo a escala de lo que pudiera ser un día México si lo gobernara realmente el pueblo y sus auténticos representantes: con pleno empleo, servicios públicos totales, incluidos los de salud con su hospital integral, la educación a todos los niveles, instalaciones deportivas de primer nivel para todas las disciplinas, sus espacios culturales aptos para la práctica y exhibición de las bellas artes, hasta espacios recreativos dignos y accesibles para toda la población; bellos jardines y paseos que la hicieron merecedora, por los altos estándares de vida de sus habitantes, de encontrarse entre las 25 mejor posicionadas del City to City Barcelona FAD Award 2013, competencia de nivel mundial realizada en esa ciudad española.

La feria de Tecomatlán se erige como un modelo de unidad y esfuerzo colectivo que transforma la comunidad y refleja el potencial de un México gobernado por su pueblo.

Todo, sin duda, logrado con el esfuerzo y el sacrificio de los antorchistas tecomatecos y de los no oriundos del lugar, los cuales, a partir de la década de los 70 del siglo pasado, no han dejado de transformarlo y levantarlo desde la postración económica, social y política en que lo mantuvo como símbolo de miseria y atraso de la Mixteca y el estado, incluso del país entero, por largos siglos, un cacicazgo retrógrada y violento que aún añora volver por sus fueros y privilegios mal habidos, muy parecido al de otros pueblos de los que todavía abundan en la geografía de nuestro sufrido suelo patrio.

De su feria, que es el tema de hoy, se pueden decir muchas cosas importantes, pero hoy quiero resaltar sólo algunos aspectos: primero. Los espectáculos, con ser de calidad, son también gratuitos para el público en general, sea local o visitante; pero la gratuidad, como la magnificencia del evento, no deriva del presupuesto público o gasto de la autoridad municipal, estatal o federal, como pudiera pensarse o presentarse en eventos semejantes en otros lados.

Es decir, no proviene o corre a cargo del erario público, por lo tanto no representa merma alguna a éste, que es, en todo caso, el dinero de los contribuyentes.

Es decir, no es a cambio de falta de obras o servicios para la población, sino por el contrario, como todo o casi todo en Tecomatlán, es producto del trabajo organizado y tesonero, del trabajo colectivo y consciente de los tecomatecos y de los antorchistas, los cuales participan al nivel que les permiten sus circunstancias, y acuden solidarios y atentos al llamado fraternal de la organización de los pobres de México, que luchan siempre por construir una patria mejor.

Ejemplos: Se elige por el pueblo cada año un comité de feria, el cual se encarga de encabezar y concitar la unión de todos los esfuerzos de la población, tecomateca o no, en las actividades económicas o de cualquier índole tendientes a alcanzar el monto y las condiciones requeridas para la realización de la misma, así como el trabajo comunitario previo o del momento; hasta del acondicionamiento y arreglo de instalaciones, así como de todo el pueblo que en esos días de fiesta luce también sus mejores galas.

Aunque de ordinario es un pueblo limpio y ejemplar, en el que abundan centros académicos o culturales y no existen antros de vicio, que ha elevado su espíritu hasta la ordinaria tranquila laboriosidad diaria, por esos días, Tecomatlán es todo colorido y trajín.

Los espectáculos diarios, que abarcan gran parte del día, si bien son populares y típicos de la provincia mexicana, por los que desfilan incluso artistas del momento del gusto del público, se encuentran enmarcados en un programa cultural integral en el que menudean, sin falta, obras artísticas de probada calidad, refinadas, ricas en contenido y variadas.

Tales obras no sólo buscan empapar al público espectador de gozo, conocimientos y sentimientos elevados, productos del desarrollo humano, sino también de la necesaria identidad nacional y sentido patriótico que urge en estos calamitosos tiempos de agresivo avasallamiento cultural que vivimos, que tiende, cada vez más, sobre todo, a que contemplemos pasivamente o hasta jubilosos, cómo lo que somos es engullido por nuestro poderoso vecino del norte que ha pretendido, desde siempre, nuestros recursos y territorios, pero sin los mexicanos que en ellos habitamos.

Por eso y más, es la feria de Tecomatlán motivo de reflexión para el pueblo pobre de México y para todos los mexicanos progresistas anhelantes de un mundo y un futuro mejor, por su generoso ejemplo.

Desde hace tiempo, Tecomatlán es un pueblo modelo válido, enclavado en la agreste serranía de la reseca Mixteca poblana, con el cual fue avara la naturaleza a más no poder, transformado por el trabajo creador, organizado y colectivo de su gente, que ha tenido, y tiene por guía, la certera línea trazada por científicos sociales, y el cual resalta como bella esmeralda de dulce verdor en el ocre suelo del árido paisaje de toda la región.

Están invitados, hoy y siempre, todos cuantos quieran atestiguar todo lo anterior con sus propios ojos.

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