Creer que un mitin en el Zócalo de la Ciudad de México lograría conjurar las amenazas de aranceles de Donald Trump sobre los productos mexicanos que ingresan a la Unión Americana es un error. Pero creer que una promesa telefónica del mandatario estadounidense de aplazar por un mes la aplicación de tales aranceles nos pone a salvo es un error aún mayor.
Lo que ahora hacen contra México los imperialistas de Estados Unidos no es sino reclamar su derecho de explotadores del mundo, y necesitamos que el gobierno lo entienda.
Es más, sostengo que creer que el problema fundamental que tenemos con el gobierno estadounidense es su amenaza permanente de aplicar aranceles del 25 % a los productos mexicanos es, ni más ni menos, una absurda confusión acerca del comportamiento que necesariamente adoptan todos los fenómenos de la naturaleza, la sociedad y el pensamiento en su existencia.
La realidad es que todos los fenómenos son fatalmente causas y efectos, y confundir como causas lo que son efectos al momento en que se les analiza siempre acarrea consecuencias.
Hay quienes piensan que mientras Trump siga en el poder, la amenaza contra México será constante. Yo creo, más bien, que mientras en el mundo no sea derrotado el imperialismo unipolar por los partidarios de la humanidad multipolar, la amenaza contra los países pobres será inminente.
Y para intentar una argumentación científica a lo dicho hasta aquí, me permito una cita de Dialéctica de la naturaleza, de Federico Engels, que transcribo a continuación:
“Al estudiar la materia en movimiento, lo primero que salta a la vista es la conexión recíproca entre los movimientos de los cuerpos aislados, es decir, su mutuo condicionamiento. La relación causal entre los fenómenos, como forma específica del condicionamiento de los fenómenos de la naturaleza y la sociedad, se expresa en el hecho de que todo fenómeno aislado o conjunto de fenómenos interdependientes en la naturaleza y la sociedad provoca o produce otro fenómeno; y, a la inversa, todo fenómeno aislado ha sido provocado o producido por otro o por un conjunto de fenómenos”.
El fenómeno que provoca directamente la aparición de otro y que aparece como su origen recibe el nombre de causa. El fenómeno provocado por determinada causa se denomina efecto.
Dado que no somos especialistas en el tema, trivializaré un poco para aclarar nuestro entendimiento hasta aquí. Aunque no tengamos ningún estudio médico, todo el mundo entiende que padecemos una enfermedad cuando sufrimos algunos síntomas de la misma, es decir, dolor, fiebre, incomodidad física, inmovilidad, etcétera.
Conociendo los síntomas, el médico deberá ordenar estudios más profundos que le indiquen de qué enfermedad se trata; entonces, solo entonces, deberá prescribir el medicamento necesario.
Aquí, los síntomas no son sino los efectos de la enfermedad, mientras que la causa de los síntomas será la enfermedad misma de que se trate. Dependiendo del carácter mortal de la enfermedad (por ejemplo, cáncer), si el médico prescribe medicamento solo para combatir los dolorosos efectos, descuidando así el ataque a la causa, es inminente que el paciente morirá.
Y entonces yo sostengo que el gobierno de Trump, las deportaciones, el combate a la emigración y a los cárteles narcoterroristas, así como la política arancelaria contra los productos mexicanos, por un lado, y la respuesta del gobierno de México ofreciendo 10 mil efectivos de la Guardia para blindar las fronteras, los decomisos de fentanilo y la persecución de algunos narcotraficantes, la entrega a la justicia norteamericana de importantes capos y los plazos conseguidos para la aplicación de los aranceles, por el otro, no son sino los efectos de una enfermedad social interna que corroe mortalmente la vida de la humanidad en general y la de los mexicanos en particular.
Si el gobierno de México no se pone a atacar en serio desde ahora las verdaderas causas de lo que hoy nos pasa, con mucha más urgencia de como parece que ataca los efectos, las consecuencias futuras para todos los mexicanos podrían ser verdaderamente catastróficas.
Ya casi todo el mundo sabe —y supongo que las clases gobernantes también deberían saberlo— que, al surgir la propiedad privada sobre los medios de producción en el período de desintegración de la comunidad primitiva, provocó, al mismo tiempo, la división de la sociedad en clases antagónicas.
La aparición de la propiedad privada sobre los medios de producción fue la causa de que la sociedad se dividiera en las dos clases antagónicas de explotadores y explotados. La división de la sociedad en clases constituye, a su vez, el efecto de la aparición de la propiedad privada sobre los medios de producción.
Pero por el momento no pidamos peras al olmo. En México, Estados Unidos y gran parte del mundo, la humanidad está dividida en explotadores y explotados, y los explotadores no van a parar nunca hasta conseguir el sometimiento absoluto de los explotados para conseguir sus fines imperialistas, a menos que los pueblos del mundo los detengamos antes de que sea tarde.
Lo que ahora hacen contra México los imperialistas de Estados Unidos no es sino reclamar su derecho de explotadores del mundo; esa es la causa. Y necesitamos que el gobierno lo entienda.
Por eso es que ahora cabe bien recordar lo que el ingeniero Aquiles Córdova Morán escribió el 12 de abril de 2018, refiriéndose al tipo de mexicano que entonces ya necesitábamos como presidente. Veamos:
“[Necesitamos] a un mexicano que conozca la situación mundial y del país, pero, sobre todo, que conozca la verdadera base de toda sociedad, que es la economía del mundo y de México; que sepa qué es la productividad y cómo se eleva; que sepa lo que es la inflación y cómo se controla; que conozca cómo funcionan el Banco de México, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial de Comercio y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico; que conozca cómo se promueve el crecimiento del país, qué variables se pueden mover sin consecuencias o con consecuencias positivas y cuáles no se pueden mover por los peligros que entrañan. Necesitamos a un presidente que conozca la economía de México y del mundo, que sepa aprovechar los márgenes pequeños, estrechos, pero al fin y al cabo existentes, de la situación actual de México, que los aproveche con sabiduría y que haga cosas sensatas, serenas, inteligentes, meditadas y responsables para que México avance en la medida que estos tiempos lo permitan, sin andar con sueños de opio que nos lleven a una peligrosa aventura…”.
Seis años después, sostengo que la recomendación vale para los tiempos tan turbulentos que nuestra patria está sorteando. Ojalá que ahora sí escuchemos.
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