Las migraciones masivas provocadas por la pobreza y la violencia son inevitables en el capitalismo. Esta gran verdad se presenta todo el tiempo y en todas las latitudes, solo que a veces se vuelve mucho más visible ante ciertas coyunturas. Lo vimos hace poco con los africanos que intentaban llegar a las costas europeas, cruzando el Mediterráneo en frágiles embarcaciones, buscando una vida mejor para ellos y sus familias. Lo vemos ahora con los centroamericanos que quieren atravesar el territorio mexicano para alcanzar suelo estadounidense; lo arriesgan todo con tal de llegar a la prometida "tierra de las oportunidades" y vivir el sueño americano. Así, unas veces con la prensa encima de ellos, otras sin tantos reflectores, los pobres del mundo dejan sus países buscando algo mejor. Es esto algo tan consustancial al capitalismo como lo es la existencia de burgueses y proletarios. Mientras exista este sistema económico, existirán las migraciones masivas causadas por las inmensas desigualdades que hay entre países ricos y pobres.
Pero esta dura realidad no fue comprendida a tiempo por Andrés Manuel. Recién ganadas las elecciones, armado con una carta de buenos deseos, el tabasqueño fijó la posición que tendría su gobierno sobre el tema migratorio. Ante la llegada de la primera caravana, que entró al país en octubre de 2018, para diferenciarse del neoliberal Peña Nieto, López Obrador prometió empleo y protección a quienes se internaran en México buscando una mejor vida. Era un cambio de paradigma: en lugar de la política de detener y deportar a los inmigrantes centroamericanos, se les brindarían todas las facilidades posibles para que permanecieran en nuestro país. Buenos deseos: el hermano mexicano recibiría con los brazos abiertos a los guatemaltecos, salvadoreños y hondureños que huyeran de la desgracia.
De esa manera, atraídos por el "humanismo" lopezobradorista, las caravanas se multiplicaron y aumentó vertiginosamente la cantidad de migrantes que atravesaban México para alcanzar los Estados Unidos. No solo era el discurso: "en los primeros tres meses de la gestión de López Obrador hubo un 44% menos de deportaciones que en el último trimestre de gobierno de Peña Nieto", publicó The New York Times el 2 de abril. Y pronto el gobierno de Trump se vio rebasado en su frontera sur, pues solo en febrero la cantidad de migrantes indocumentados detenidos había aumentado en 31% con respecto a enero. Faltaba poco para que Trump explotara y lanzara su amenaza de poner aranceles a los productos mexicanos si no se detenía significativamente la oleada migratoria. Vino entonces el encontronazo de Andrés Manuel con la realidad y su ignorancia le pasó factura.
Para satisfacer las demandas del gobierno norteamericano, López Obrador tuvo que meter reversa y quiso deshacer lo que había hecho en los seis meses pasados. No cambió el discurso amigable y solidario dirigido a los migrantes centroamericanos, pero tomó medidas drásticas para impedirles su llegada a territorio estadounidense. Con una sonrisa hipócrita en la cara, AMLO mandó seis mil soldados a la frontera sur, instaló retenes para blindar el acceso al país, estableció puntos de control en las principales carreteras del país para detectar inmigrantes indocumentados, e incluso comenzaron a pedir credenciales al abordar cualquier autobús para evitar que los migrantes se desplazaran libremente en México. Se acabaron los brazos abiertos y comenzó la cacería al más puro estilo de la Border Patrol.
Por supuesto, había que hacer algo para que el giro de 180 grados que dio la política migratoria de la 4T no se percibiera como un error garrafal. Y lo hicieron: AMLO anunció que invertiría 100 millones de dólares en el triángulo norte de Centroamérica (Guatemala, el Salvador y Honduras) para crear empleos en esos países y frenar así las olas migratorias. El 20 de junio, Nayib Bukele, presidente de El Salvador, viajó a Tapachula, Chiapas, y se tomó una foto con Obrador agarrando una pala, por los 30 millones de dólares que México le dará a su país. Todo fue amor, paz y felicidad. Y es que resulta que Andrés Manuel descubrió que destinando recursos a los países que expulsan migrantes se pondrá fin a las migraciones masivas. ¡Grandísimos tontos los presidentes anteriores que no se dieron cuenta de que aquí estaba la solución mágica!
Pues no. Por más recursos que México invierta (que tampoco son tantos) la migración centroamericana ni se acabará ni disminuirá sensiblemente. La solución no está ahí, como lo prueban los Estados Unidos. Por décadas, desde que triunfó la Revolución Cubana, los norteamericanos han destinado jugosas cantidades de recursos a los países de América Latina. En primera instancia se trataba de elevar los niveles de vida de los latinoamericanos para evitar que siguieran el ejemplo de Cuba, pero no solo era eso, sino también se pretendía crear mecanismos que controlaran a los gobiernos mediante esas "ayudas" económicas. Así, hasta hace unos meses, el gobierno de Estados Unidos estuvo mandando millones de dólares a los gobiernos de Centroamérica, recursos que recientemente canceló Donald Trump como represalia a esos países, por no impedir que sus gobernados salieran por miles a Estados Unidos. Y a pesar de los millones invertidos por los norteamericanos, que es mucho más de lo que entregará López Obrador, los centroamericanos siguen escapando de sus países. Invertir 100 millones de dólares no cambiará las cosas. ¿entonces qué hacer?
Los flujos migratorios no los inventó Andrés Manuel, pero las oleadas masivas que se viven actualmente sí están directamente relacionadas con su gestión presidencial, pues las promesas de trabajo y protección atrajeron a más de un migrante. Ahora que ha cambiado de parecer, por las exigencias de Trump, y se ve obligado a expulsarlos de México, dice que invertirá recursos para que los centroamericanos ya no abandonen sus países. Pero eso es una máscara, pues en realidad se empleará la fuerza militar como mecanismo definitivo para impedir el paso de migrantes. Será la bota militar y no el dinero lo que frenará la migración.
La ignorancia del momento histórico que vive México, y de los procesos económicos y sociales en los que está inmerso el país, llevaron a López Obrador a prometer a los migrantes un mundo de justicia y humanismo que no existe actualmente. En tanto el capitalismo sea el sistema predominante, existirán las desigualdades estructurales entre países ricos y pobres, y existirán también, por lo tanto, los flujos migratorios. Mientras tanto, mexicanos y centroamericanos pagamos por la ignorancia de un Presidente que quiere gobernar con cartas de buenos deseos.
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