A los ciudadanos organizados en Antorcha Revolucionaria, cada vez que protestamos por injusticias cometidas en contra nuestra, a una sola voz, policías disfrazados de periodistas, defensores "insobornables" de la libre circulación vehicular, aún a costa de evitar la defensa del pueblo, los adoradores del inmovilismo, del que se aprovechan para cometer abusos, atropellos e injusticias en contra de las clases más desposeídas, todos, decía yo, a una sola voz, gritan y claman para que el gobierno estatal ponga un alto a las protestas públicas del Movimiento Antorchista, aunque todas ellas sean más que justificadas.
Fingen ignorar que al pedir que se cancelen estos derechos constitucionales, se atenta contra la libertad ciudadana, convirtiéndose por este solo hecho en alentadores del uso de la fuerza en contra del pueblo: son, pues, dictadorcillos en potencia.
Sin investigar a fondo si la protesta tiene sus verdaderas causas en el abandono de las obligaciones gubernamentales, si las demandas son justas y que, por tanto, la manifestación es el recurso último que le queda a los desprotegidos de este país, para lograr resolver en mínima parte sus necesidades elementales, olvidando que son el modo de lograr justicia para resarcir daños que les causa la pobreza, la marginación y el atraso; sin hacer caso a argumentos y razones válidas de los inconformes, gritan y exigen que se cancele de manera definitiva esta arma de lucha que el constituyente, con visión de futuro, propuso como la única arma de defensa de los marginados de este país. Ya sabía lo que esperaba a los pobres y les dio su derecho a la defensa.
Pues contra estos derechos se manifiestan los plumíferos y los reaccionarios de hoy. Quieren quitarle al pueblo su única arma de lucha, para evitar que se convierta en hacedor de su propio destino, buscan acallar sus gritos de protesta para que las cosas sigan igual, niegan al pueblo el derecho a aspirar a una vida mejor.
Hago remembranza de todo esto porque a raíz del asesinato de nuestro llorado compañero Manuel Hernández Pasión, presidente municipal excepcional de Huitzilan de Serdán, Puebla, y líder indígena de honradez acrisolada, hombre limpio política y moralmente, acaecido el 10 de octubre de 2017, hubo la necesidad de protestar enérgicamente, ante la falta de una acción perentoria y enérgica para detener a los asesinos materiales por parte del Gobierno del estado, después de haber proporcionado a la Fiscalía del Estado, a la Secretaría de Seguridad Pública y al Gobernador del estado, pruebas y testimonios contundentes de quiénes eran los asesinos materiales e intelectuales, de nuestro compañero; nos vimos obligados a protestar públicamente y planear acciones enérgicas, tales como la decisión de asistir, en cantidad de 50 mil antorchistas, al informe del Gobernador Antonio Gali Fayad, si no se detenía a los culpables del asesinato del presidente municipal antorchista.
¿Teníamos razón y derecho a protestar? Claro. La falta de justicia lo exigía y nos obligaba a hacerlo. A pesar de todo esto, el Gobierno del estado, durante más de una semana, usando los recursos del pueblo, organizó a la prensa poblana para hacernos víctimas de los peores epítetos ofensivos y calumniosos. No nos arredramos. Nuestra fuerza en la lucha y nuestra decisión de irla escalando hasta lograr la aprehensión de los culpables nos permitió obtener una victoria a medias. Se apresó a los asesino materiales, pero falta apresar a los autores intelectuales que, pruebas al canto y que no dejan lugar a dudas, son Guillermo Lobato Toral, Alonso Aco Cortés y José Martín Hernández.
Para la detención de los autores materiales esperamos cuatro meses, y el 10 de abril pasado se cumplieron seis meses de espera para que se detenga a los autores intelectuales. Por tratarse de figuras con poder político, económico y religioso, estamos seguros que el Gobierno y la Fiscalía, le están apostando al tiempo, como el elemento que hará olvidar a nuestro querido compañero y al horrendo crimen cometido contra el pueblo de Huitzilan y en contra del antorchismo nacional.
Se equivocan. No descansaremos hasta lograr que aplique todo el peso de la ley a los autores intelectuales de tan nefando crimen. Se trata de defender la vida de los indígenas de la Sierra Norte y defender su derecho a darse el presidente que quieran. Si para lograrlo tenemos que volver a las calles, lo haremos, aunque tengamos que sufrir una andanada más, de mentiras, calumnias y ofensas. Nuestro derecho a la justicia nos lo exige, no desmayaremos por nada y ante nada. Así lo haremos. Que conste.
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