MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Visión del arte en días enfermos

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La matriz de donde surge todo arte es popular. Un ejemplo claro es el origen del teatro en occidente: en la antigua Grecia, los atenienses en honor a Dionisio, dios del vino y la fertilidad, realizaban ceremonias multitudinarias (dionisíacas) en el ágora, eminentemente de vida social. El Ditirambo -composición lírica dedicada a Baco- fue evolucionando y dejó una herencia: los coros y las coreografías (en griego khoreia: danza, baile). En las alabanzas, el que sobresale del coro representaba a un héroe, ellos a su vez representaban el conflicto existencial del hombre: penas, dolores, sentimientos y, con éstos, sus reflexiones. En el ritual lo que representaba a la comunidad era el actor, quien se separa del coro y de este último surgirán los espectadores, y requieren donde situarse: el theatron, que en griego define "lugar para mirar"; estos foros hechos a partir de las colinas típicas en Grecia (hoy sabemos, de acuerdo con los restos de uno del siglo IV a. C., que tenían un aforo de al menos 15 mil personas).

Así, desde los inicios de la humanidad el artista ha reflejado en su obra el sentir y la historia del pueblo: las bellas artes son el reflejo de la creación artística colectiva a través de las generaciones. Nos queda claro que para la creación y ejecución artística se necesita de muchas personas y su propósito, no es otro que la presentación ante un público; esto puede parecer obvio, pero en nuestros días el artista se siente desprendido de las mayorías y, aunque su arte tiene una deuda con lo popular, no siente responsabilidad con el gran público. De tal manera que existe un enorme abismo entre la obra de arte y el pueblo.

Aunado a eso, los más humildes no sienten interés por estar en contacto con el arte, pues su situación económica los limita a pensar solamente en sobrevivir; tan sólo para que una familia pueda adquirir la canasta básica debe desembolsar 2 mil 780 pesos, equivalentes a 22 días del salario mínimo vigente; por otro lado, el nivel de escolaridad de los mexicanos nos permite imaginar los alcances culturales que tiene la población, así como el desempeño del sistema educativo. Según datos del Inegi, el promedio nacional de escolaridad en el país se ubica en 10.1 años, a esto sumémosle que el pueblo no practica arte, no está acostumbrado a él, no existe lugar en donde las mayorías puedan educarse artística y culturalmente, el Estado rehúye a la masificación de la cultura: 42 por ciento de las personas casi nunca disponen de tiempo libre entre semana y, cuando lo tienen, la mayoría prefiere descansar (16 por ciento) o ver la televisión (15 por ciento)... ¡sólo 7 por ciento preferiría realizar actividades artísticas en caso de tener tiempo!

El arte debe regresar a su seno para cumplir su ciclo, para esto es necesario mejorar las condiciones de vida la población más humilde del país, esto es posible sólo con una distribución equitativa de la renta nacional. Crear centros educativos, no sólo mejorar la calidad de estos sino crear nuevos organismos culturales en donde todos tengan acceso. Por último, inculcar el gusto por el arte, mediante la práctica constante: fundación de talleres, cursos, preparación masiva de docentes, entre otras medidas y que esto venga desde la formación escolar básica.

El Movimiento Antorchista, sin ser gobierno, ha instrumentado estas medidas en todo el país con el objetivo de formar a un hombre diferente: con horizontes intelectuales más amplios, sin esa miopía egoísta que caracteriza al humano de nuestra época. Hoy, más que nunca, necesitamos que la población vea más allá, se preocupe por los problemas sociales, se sensibilice y se decida a transformar esta realidad por una mejor.

En estos tiempos de crisis y pandemia, los problemas sociales y económicos por los que pasa nuestro país no se detienen, se avecina un escenario catastrófico para la clase trabajadora, y sólo nosotros, los de abajo, con un movimiento político educado y consciente podremos generar condiciones distintas para la clase productiva. Para lograr la imperiosa transformación social requerida necesitamos un esfuerzo intelectual, fraternización como hermanos de clase y superar el individualismo impuesto por el sistema; todo esto se alcanzará fundamentalmente con la práctica y el cultivo de las artes.

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