MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

¿Tiene algún caso el aumento al salario? 

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A raíz del anuncio presidencial del aumento del 20 por ciento al salario mínimo, para el próximo año, se ha desatado una polémica en torno a la conveniencia de este. Presumiendo el anunciado aumento están, en un extremo, el propio presidente y tras él su coro de aplaudidores simiescos de todo lo que dice y hace, que ensalzan la medida como algo histórico que recupera el poder adquisitivo de los trabajadores; y, en el otro extremo, los que critican la medida, y de hecho todo aumento de salario, como factor de riesgo de una inflación mayor a la que ya de por si padecemos. Dos posiciones extremas y por lo mismo no muy ciertas que digamos.

Veamos. Sin duda los aumentos recientes al salario mínimo no han sido despreciables, y nadie, en su sano juicio, podría estar en contra de que se den, pero de ahí a considerarlos como algo histórico que recupera el poder adquisitivo de los trabajadores, está muy lejos de serlo.

Estudios y comparaciones serias demuestran que, con dichos aumentos (incluido el que entrará en vigor el 1 de enero próximo), el salario mínimo real aumentará apenas entre un cinco o seis por ciento, dado que la inflación ha alcanzado y aun rebasado, el 14 por ciento en los productos que conforman la canasta básica alimentaria (sin tomar en cuenta los precios de la no alimentaria: transporte, pago de servicios, medicamentos, etc., que también se han disparado) y tomando en cuenta que el valor real de dicha canasta llega ya a casi $1,200 a la semana (mientras que el nuevo mínimo semanal llegará a $1,450) las cosas no apuntan a componerse ni con tan históricos aumentos.

Si, por otro lado, tomamos en cuenta que los beneficiarios de porcentaje de aumento son apenas poco mas de seis millones de trabajadores (de los 52 millones de mexicanos que constituyen la Población Económicamente Activa (PEA), que son las personas que están en edad de trabajar) y si además no perdemos de vista que casi el 60 por ciento de estos trabaja en la informalidad (sin gozar de las prestaciones establecidas por ley, dentro de ellas, el salario mínimo), estamos hablando de que la gran mayoría de los trabajadores mexicanos quedan al margen de los espectaculares e históricos aumentos al mínimo.

Pero hay aun otro aspecto, entre los históricos aumentos al mínimo y la imposición de topes y límites (por la vía del hecho) a los salarios contractuales, estos que debieran ser mucho mayores a los mínimos de ley, están quedando a casi no despegarse de aquellos, con lo cual se está emparejado a la baja a los salarios en general.

Por eso llama la atención que el mencionado aumento al salario mínimo haya sido anunciado como resultado de un acuerdo logrado por consenso también con la parte patronal: mantener a raya los salarios en general, estar jalando hacia abajo el total de los salarios es algo que le conviene a la clase patronal.

Así es que el tan cacareado aumento histórico quedará en la historia, simplemente como agua de borrajas, mucho ruido, mucha propaganda para darle fama de obrerist a la 4T, pero poco o casi nada de beneficio sustancial para los trabajadores.

En el otro extremo están los que condenan todo aumento de salarios por considerarlos de manera inevitable como inflacionarios. Esta posición, aparentemente crítica, lleva a fin de cuentas a dejar en el inmovilismo a la clase trabajadora, pues si todo aumento de salario es inflacionario, entonces no tiene sentido reclamar nada y habrá que dejar todo como está, cuestión que también favorece a la clase patronal.

¿Como concebir correctamente el asunto? ¿Qué deben hacer entonces los trabajadores? La gran mayoría del pueblo trabajador mexicano (aunque varios millones de ellos nunca hayan sabido lo que es tener un empleo estable, un buen salario y mucho menos lleguen a saber que son las vacaciones, las utilidades, el aguinaldo, la seguridad social) claro que está de acuerdo en que suban los salarios.

¿Y los patrones? ¡Esos sí que están en contra de todo aumento verdadero y sustancial a los salarios! Y la razón es sencilla porque la riqueza creada en el proceso de producción solo tiene, fundamentalmente, dos destinos; uno, el que va al pago de los salarios de los trabajadores. Ni de lejos se puede pensar que los patrones sacan de su bolsa, dinero que tienen guardado quien sabe dónde y de ahí van pagando los salarios. No, el salario sale de lo mismo que producen los obreros, es decir, los obreros producen sus propios salarios, o sea, producen toda la riqueza existente en la sociedad, misma de la que los patrones toman para pagarles sus salarios. El otro destino de la riqueza social producida por los obreros, es la ganancia de los capitalistas.

Y no hay más; salarios y ganancia. Pero aquí es donde aparece el problema, que se parece al de la cobija para dos en una cama, el que la jala más de un lado, descobija al otro. Si los salarios aumentan, baja la ganancia de los capitalistas y si la ganancia de los capitalistas se abre camino para crecer, siempre será a costa de los salarios obreros, bien porque estos, de plano, bajen o porque decrezcan en proporción al gran crecimiento que tenga la ganancia del capitalista.

En este jaloneo (mientras este sistema económico y de propiedad siga como está en la actualidad), los salarios siempre irán a la zaga del crecimiento de la ganancia: podrán crecer, incluso realmente o sólo de forma nominal, pero los dueños del capital siempre se cuidarán de reponer lo que dan con una mano, arrebatándolo con la otra. Por ejemplo, con la intensificación del trabajo, obligando con mayor velocidad en las maquinas a que el obrero produzca más mercancías y más rápido, abaratando con ello su fuerza de trabajo y haciendo que el trabajador, a fin de cuentas, tenga una vida útil más corta, que se acabe más rápido porque produce más; o también, se repone de lo perdido (en el aumento de salarios), con el aumento en los precios de las mercancías, que al generalizarse, genera la inflación, que es una manera de reponerse de las pérdidas que sufre el capitalista e sus ganancias por el aumento en los salarios.

Por eso, pareciera que la inflación es consecuencia inevitable del alza en los salarios, pero no es así, es consecuencia de que los capitalistas se niegan a ver reducida su cuota de ganancia. Así que esto pareciera cuento de nunca acabar, del cual siempre quedará atrás el salario obrero y ganando siempre la partida los intereses del capital.

Por eso, la clase obrera tiene, forzosamente, que dar la lucha por mejores salarios, tanto para su sobrevivencia (lucha de autodefensa, la llamaron los luchadores obreros en el pasado), pero también como entrenamiento de sus fuerzas para luchas mayores. Si los obreros no son capaces de dar esa lucha con decisión, no serán capaces tampoco de dar la lucha por el poder político de la nación.

Así resumió el problema Carlos Marx, el gran maestro del proletariado mundial: “En pocas palabras, el propio desarrollo de la industria moderna contribuye por fuerza a inclinar la balanza cada vez más en favor del capitalista y en contra del obrero, y que, como consecuencia de esto, la tendencia general de la producción capitalista no es a elevar el nivel medio de los salarios, sino, por el contrario, a hacerlo bajar, o sea, a empujar más o menos el valor del trabajo a su límite mínimo. Pero si la tendencia de las cosas, dentro de este sistema, es tal, ¿quiere esto decir que la clase obrera deba renunciar a defenderse contra las usurpaciones del capital y cejar en sus esfuerzos por aprovechar todas las posibilidades que se le ofrezcan para mejorar temporalmente su situación? Si lo hiciese (si renunciara a defenderse), veríase degradada a una masa uniforme de hombres desgraciados y quebrantados, sin salvación posible.” “Si en sus conflictos diarios con el capital los obreros cediesen cobardemente, se descalificarían sin duda para emprender movimientos de mayor envergadura". 

Así es que los aumentos de salarios son una necesidad, pero claro, no los aumentos de oropel engañador de la 4T, que son también como migajas que el burgués tira de su mesa rebosante de riqueza a los obreros hambrientos y necesitados.

Una lucha verdadera por mejores salarios, es una necesidad de la clase obrera para contener la voracidad patronal, pero también para que el obrero vaya entendiendo que ese cuento de nunca acabar, de la carrera de salarios e inflación, tendrá un final cuando los verdaderos productores de la riqueza social, los obreros, impongan una nueva sociedad donde lo que interese no sea la acumulación y el enriquecimiento de unos cuantos, sino una vida verdaderamente justa y humana para todos.

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