MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Teatro de masas: teatro nuevo para el hombre nuevo

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El hombre vivía en la oscuridad, con frío, alimentándose de carne cruda y sin poder ahuyentar a las bestias que lo asediaban en las tinieblas. Un día, viendo la pena de los mortales, el titán Prometeo se compadeció de ellos y osó hacer lo que nadie: tomó el fuego de los dioses y se lo regaló a los hombres. Enterado del suceso, Zeus montó en cólera y ordenó un castigo ejemplar para el temerario titán. El tormento fue eterno: Prometeo sería encadenado a la cima de un risco y todos los días dos águilas devorarían su vientre; al anochecer, su cuerpo se recuperaría y así las águilas volverían a alimentarse de él. Fue grande su sacrificio, sin embargo, a partir de ese día los hombres conocieron el fuego y su vida cambió: ahora podían alumbrarse en la noche, encendían hogueras para calentarse, cocían sus alimentos y ahuyentaban a las bestias. Gracias a Prometeo, la humanidad inició el ascendente camino del progreso. Al menos eso dice el mito griego.

En Antorcha emulamos a Prometeo. Nuestro fuego es la educación y la cultura; y nuestro castigo, el vituperio y la agresión física. Desde que nacimos como organización, gracias a la claridad teórica y a la sensibilidad humana de nuestro máximo dirigente, el maestro Aquiles Córdova Morán, quedó bien establecido que la liberación del pueblo mexicano exigía más que la lucha por el poder político —que es ya una meta ambiciosa— también era necesario luchar por un pueblo más educado y más culto. Porque la verdadera liberación del hombre sólo podrá llegar si, además de emanciparse económica y políticamente, se emancipa también culturalmente. Sólo un pueblo educado y culto sabrá gobernarse adecuadamente cuando llegue el momento indicado. En Antorcha sabemos que la cultura es fundamental para formar a los hombres nuevos, los hombres que conducirán a la sociedad que estamos construyendo.

Pero esta lucha no es sencilla, pues nos enfrenta con los poderosos que siempre se han arrogado el disfrute del arte. El arte, como los recursos económicos, también se distribuye de forma inequitativa. Es un hecho harto repetido que los verdaderos artistas beben de la realidad que los rodea para expresarse: el llanto y la risa, la oscuridad y la claridad, la tristeza y la felicidad, la pobreza y la abundancia y, en general, de los infinitos matices de la vida, que son la base de la creación artística. Es, sin embargo, en el seno del pueblo, de las clases trabajadoras, donde la vida fluye con mayor brío; esto no podía ser de otra manera, pues las masas trabajadoras son —y lo han sido siempre— la inmensa mayoría de la humanidad. El pueblo es, pues, la base del arte, y no pocas veces, es también la cuna de geniales artistas.

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Resulta paradójico, entonces, que las grandes masas trabajadoras estén tan distanciadas del arte. Esto es así porque en nuestra sociedad el arte es un lujo, sólo quienes gozan de un nivel económico acomodado pueden empaparse de la cultura y disfrutar de las creaciones más sublimes del espíritu. Por eso, en los hechos, la música, la literatura, la danza, la pintura y el teatro, se han dividido en dos categorías: las que son para el consumo popular, toscas, sin ninguna autenticidad, de fácil hechura; y las que tienen como público a los señores adinerados , estas sí, obras que condensan lo más granado del arte y que están al último grito de la moda. Contra esta situación lucha Antorcha. Así como exigimos una distribución equitativa de la riqueza, también pugnamos por que se distribuya equitativamente el arte. Finalmente, tanto este como la riqueza, son productos del pueblo.

Pero no nos hemos limitado simplemente a criticar esta situación. Congruentes con nuestros planteamientos, Antorcha organiza todos los años eventos que llevan arte verdadero, de calidad, al pueblo: las Espartaqueadas Culturales, el Concurso Nacional de Folclor Internacional, el Concurso Nacional de Voces, el Concurso Nacional de Poesía, el Concurso Nacional de Coros y el Encuentro Nacional de Teatro.

En los días que corren, del 16 al 18 de noviembre, el elegante Teatro de La Paz recibirá al XIX Encuentro Nacional de Teatro del Movimiento Antorchista. Durante tres días, la capital potosina disfrutará de las obras de algunos de los grandes dramaturgos de la humanidad y de las puestas en escena que las compañías antorchistas llevarán a competir. Pensado para que acuda el pueblo potosino, y con montajes nutridos por actores y directores nacidos del pueblo, el Encuentro será una verdadera jornada de arte popular.

No sería justo dejar de mencionar una de las características más importantes de este evento: el teatro de masas. Con los años, la incesante actividad cultural de Antorcha ha dado lugar a una nueva corriente teatral; en su contenido, se trata de una dramaturgia preñada de importantes planteamientos filosóficos y políticos, en su forma, son puestas en escena representadas en foros masivos, pues son montajes pensados para las grandes masas trabajadoras. Esto hace del teatro antorchista un teatro único en el país. El teatro académico, con poco apoyo gubernamental, y generalmente con pocos recursos, comúnmente se presenta en espacios muy limitados (con una butaquería de apenas unas decenas) y sus obras tienen un precio que la mayoría de los trabajadores no puede pagar. El teatro comercial, por otro lado, ocasionalmente es masivo, pero es costoso y se caracteriza por su falta de calidad, que lo que va a observar el público es todo menos arte, menos teatro. El teatro antorchista es, pues, un teatro nuevo: teatro de masas.

Teatro nuevo para formar al hombre nuevo, tal es la consigna del Encuentro Nacional de Teatro. Este es el fuego que Antorcha toma de los poderosos para dárselo a los siempre menesterosos. Con el fuego de Prometeo, la humanidad comenzó el camino del progreso; con el teatro de Antorcha, el pueblo mexicano acelera el camino hacia su liberación. A Prometeo, Zeus lo condenó al tormento eterno; a nosotros, los poderosos nos calumnian en la prensa y buscan aniquilarnos. Prometeo jamás se arrepintió de su heroísmo; nosotros, por nuestra cuenta, decimos con el poeta: "una gota de pura valentía vale más que un océano cobarde". Vale.

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