Nuevos gobiernos, ¿más de lo mismo? De muy poco o casi nada le vale a la población dispersa cambiar de partido en el poder hacia uno u otro sentido, en su desesperado intento por cambiar su suerte.
A lo largo de la historia ha quedado claro que, en el casi 99 % de los casos, la ciudadanía ha sido criminalmente utilizada por políticos que prometen y no cumplen o se declaran de plano incapaces de tocar los intereses de la clase que representan (verbigracia, el sexenio que terminó), que para el caso da lo mismo.
El cumplimiento de los derechos a la vivienda y la educación es esencial para construir un futuro donde todos los ciudadanos tengan oportunidades reales de desarrollo y bienestar.
El caso es que el pueblo se mantiene con la ilusión de que, de llegar al poder tal o cual personaje, será escuchado y se le resolverán sus necesidades más apremiantes.
Esto viene a relación con la espera de varios cientos de sudcalifornianos organizados en el Movimiento Antorchista, que desde hace años acudieron de manera respetuosa a los distintos municipios (La Paz y Los Cabos) y al Gobierno del Estado a entregar sus solicitudes de obras, vivienda, educación, apoyos sociales, etcétera.
Planteamientos que han considerado urgentes para mejorar sus condiciones de vida, muchas de ellas comprometidas varias veces en campañas políticas, y ya como funcionarios, también en mesas de trabajo y diálogo. Han esperado pacientemente, pero luchando, hasta hoy para que quienes han tomado las riendas del poder les den una respuesta.
A manera de resumen, diremos que, tanto en La Paz como en Los Cabos, se han planteado: vivienda para cientos de familias que no tienen un pedacito de patria; obras de electrificación, drenaje y agua potable; regularización de la tenencia de la tierra; así como paquetes de mejoramiento de vivienda.
En el tema educativo, merece especial mención el caso de la preparatoria Moctezuma Ilhuicamina de la colonia Gastélum, en la delegación de Cabo San Lucas, donde cientos de jóvenes están tomando clases sin la infraestructura adecuada, literalmente “debajo de un árbol”.
No debería ser necesario que un grupo de ciudadanos se ocupara de recordarles e insistirles a las autoridades que deben cumplir con la atención de estas necesidades. Como puede verse, ninguna de las obras o acciones solicitadas representa un lujo para los sudcalifornianos humildes.
Sin embargo, los funcionarios que se han encargado de retrasar, o acostumbrados a menospreciar a la gente y a ejercer el poder como señores feudales, como ejemplos de estos, tenemos las actitudes asumidas de las recientes administraciones pasadas de Oscar Leggs Castro en Los Cabos y la de Milena Quiroga (que hoy repite).
El llamado, sin ninguna intención de mala fe, es que deben reflexionar y accionar resolviendo estas peticiones que fueron hechas por los ciudadanos organizados, porque son ellos, los que llegaron al poder democráticamente a través del voto mayoritario del pueblo, los que deben resolver
Lo que he enumerado son sólo algunos de los tantos problemas que padece la inmensa mayoría de los mexicanos, como consecuencia de sus escasísimos ingresos o, en ocasiones, de la falta total de ellos.
En esta ocasión, me permito resaltar la carencia de vivienda y educación. El poder cubrir estos rubros es, desde años antiquísimos, para las clases desposeídas un verdadero lujo del cual, obviamente, no pueden gozar: solo embadurnadas pueden conseguir, y resignarse, las más de las veces, a una penuria constante.
Ante este desolador panorama, nos encontramos con una resistencia contumaz de las autoridades y sus instituciones gubernamentales para resolver, aunque sea medianamente, la problemática.
Ciertamente, no todos los funcionarios se portan así, pero son los menos. A los humildes mexicanos, hombres y mujeres humildes, productores de la riqueza social, se les roba así la vida; de por sí, como decía el gran Víctor Hugo:
“El hombre es un mutilado. Le han deformado el derecho, la justicia, la verdad, la razón, la inteligencia; le han metido en el corazón un salario de cólera y de dolor y sobre el rostro una careta de alegría”.
Sin derecho a la educación y a la vivienda, simplemente se les va matando poco a poco.
Muchísimos problemas están ya desbordados en nuestro país en general, y en la denuncia que hago en estas líneas en particular. ¿Hasta cuándo resolverán las autoridades de Baja California Sur? No lo sé.
Lo que sí sé es que se necesitan muchos terrenos y acciones ante la penuria de vivienda, y mucha infraestructura educativa para atender a los jóvenes que piden a gritos tener dónde terminar sus estudios de preparatoria.
Sé que se requieren muchos recursos para poder cubrir todas las demandas, pero hoy, a estas alturas de la información, sabemos los mexicanos, al menos los medianamente enterados, que somos la economía número catorce a nivel mundial, es decir, que producimos más riqueza que 182 países.
Entonces, recursos sí existen y el Gobierno federal debería buscar todos los mecanismos legales para hacerlos llegar a sus arcas y usarlos correctamente para resolver problemas tan graves.
El Estado mexicano no puede, no debe renunciar de facto a su obligación de garantizar el derecho a la vivienda y a la educación de su población.
Por lo pronto, nosotros, los antorchistas, seguiremos contribuyendo para que se hagan efectivos los derechos mencionados y continuaremos insistiendo para que se cumpla la palabra empeñada de la actual administración estatal para dotar de un pedazo de patria a cabeños y paceños que requieren terreno para edificar sus viviendas, así como avanzar en la infraestructura adecuada para la preparatoria “Moctezuma” en San Lucas y completar el proyecto de la construcción de aulas.
Una vida mejor es posible; un nuevo amanecer es ineluctable: “El alba es invencible, llegará. Posee el haz de luz irresistible” (Víctor Hugo).
Yo diré: esa llama que ilumina es la de antorcha y nadie la podrá apagar; con nuestra lucha constante, iluminará a todos los trabajadores de México. No quepa duda.
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