Recientemente me encontré con una nota en un medio local que refleja muy bien la difícil situación económica en la que se encuentra gran parte de la clase trabajadora que vive, lo quiera o no, a merced de los intereses de los grandes potentados en contubernio con los gobiernos de ahora, que han hecho del modelo económico llamado neoliberalismo su receta predilecta aplicada al desarrollo del país.
La nota se encabeza así: “Sólo hay vivienda para el 0.78 % de la demanda”, y en ella se dice que, en Colima, el dirigente estatal de la CROC, David Ortega, afirmó que miles de trabajadores no tienen vivienda porque es muy difícil que el Infonavit les otorgue un crédito, y menos uno que sea suficiente para adquirir una casa digna (El Noticiero, 26 de julio de 2024).
Los treinta años posteriores al fin de la Segunda Guerra Mundial vieron en los países desarrollados una época de conciliación social, en que un reparto más equitativo de las ganancias permitió mejorar la suerte de las mayorías.
El dirigente obrero afirmó al medio que, de acuerdo con datos emitidos por el propio Infonavit, la demanda potencial de vivienda en Colima, al primer trimestre de 2024, es de 51 mil 409 trabajadores ubicados en los diez municipios.
En contraste, dijo, se encuentran registradas mil 851 viviendas, de las cuales cuentan con dictamen técnico único sólo 403, es decir, el 21.7 % de las viviendas disponibles para la generación de créditos.
De ello se deduce que, conforme al número de trabajadores registrados que potencialmente necesitan una casa, sólo hay vivienda para el 0.78 % de la demanda.
Además, como una de las razones de este catastrófico fenómeno social, el líder de la CROC aclaró que el monto de crédito de la mayoría de los trabajadores derechohabientes suma unos 34 mil 527 pesos, que es muy inferior a los 584 mil 566 necesarios para calificar para un crédito de vivienda, por lo que la oferta de casas en el mercado se aleja de la capacidad de compra de la mayoría de ellos.
El líder finalizó su entrevista exhortando al Infonavit para que atienda a la brevedad la demanda de los trabajadores mediante políticas crediticias que les faciliten el acceso a la vivienda digna; y afirmó que el Infonavit puede hacerlo, porque tiene a su disposición los recursos económicos, que suman billones de pesos aportados por los trabajadores.
Bien dicho por el líder sindical. Pero yo, que me atrevo a decir que conozco bien el problema de falta de vivienda digna que padecen los colimenses en todo el estado, muchos de los cuales incluso no son trabajadores registrados como Población Económicamente Activa (PEA), con todo respeto digo que la solución del problema que plantea el líder sindical está mucho más allá de una simple política crediticia por parte del Infonavit a favor de los trabajadores.
El Infonavit no cumple el papel para el cual fue creado porque el modelo económico neoliberal que nos gobierna no se lo permite.
En realidad, el problema tiene que ver, y de manera muy esencial, con las políticas sociales implementadas por los Gobiernos neoliberales, como servidores del gran capital que domina el modo de producción capitalista.
Es por esto que, no obstante que el Infonavit tenga en resguardo esos billones de pesos aportados por los trabajadores, como afirma el líder de la CROC, no los invierte, y no los invertirá a favor de quienes los generaron, porque eso sería ir en contra de los intereses de los grandes potentados del país.
En México, cuando menos desde el mandato de Miguel de la Madrid Hurtado (1982-1988), se ha seguido en sus gobiernos al pie de la letra las políticas sociales implementadas por el neoliberalismo, concebido en las grandes potencias del mundo en los años 70 del siglo pasado.
Entre los años de 1945 y 1975, cuando el mundo conoció la gran hazaña encabezada por el Ejército Rojo de la Unión Soviética al derrotar a las huestes fascistas de Hitler, la humanidad entera admitió también otra forma de organizar las naciones del mundo diferente al capitalismo imperante hasta entonces: el comunismo.
Fue en aquel tiempo cuando el gran capital de las potencias imperialistas del mundo, por temor al avance del comunismo por todo el orbe, aflojó un poco las correas que oprimían a la clase trabajadora mundial.
Los treinta años posteriores al fin de la Segunda Guerra Mundial vieron en los países desarrollados una época de conciliación social, en que un reparto más equitativo de las ganancias permitió mejorar la suerte de las mayorías.
Los salarios crecían al mismo ritmo a que aumentaba la productividad, y con ello lo hacía la demanda de bienes de consumo por parte de los trabajadores, lo que se convertía en un estímulo más para el aumento de la producción.
Fue esta situación lo que se conoció como “una democracia de clase media”, un contrato social no escrito entre el trabajo, los negocios y el Gobierno. Y un papel esencial jugaron aquí los sindicatos, que no sólo negociaban las condiciones de trabajo y los salarios de sus afiliados, sino que tuvieron un considerable papel en la política.
Pero hacia 1975 parecía claro ya que el triunfo de la Unión Soviética en la Guerra Fría era imposible, y que, por tanto, no debía temerse ya que el comunismo, tras las experiencias de París y de Praga en 1968, pudiese impulsar una revolución en los países desarrollados, sin el temor que había perturbado su sueño desde los tiempos de la Revolución Francesa.
No era necesario seguir pactando: había llegado la hora de restablecer la plena autoridad del patrón, como en los primeros tiempos de la industrialización, cuando no había límites para las horas de trabajo exigidas ni se negociaba por los salarios.
He aquí los orígenes del neoliberalismo; lo que Paul Krugman llamó “la gran divergencia”, es decir, el proceso gradual por el cual se produjo el enriquecimiento gradual de los más ricos y el empobrecimiento de todos los demás, que sigue en plena vigencia en la actualidad.
Se sabe que el neoliberalismo es una teoría política y económica que tiende a reducir al mínimo la intervención y la responsabilidad del Estado en el desarrollo y crecimiento económico de la sociedad.
Un economista coreano, Ha-Joon Chang, señala como características principales del neoliberalismo el libre comercio, un Estado mínimo pero con un banco autónomo central regulador de la moneda, las privatizaciones, la reducción del gasto público, la desregulación financiera, la reducción de impuestos a las personas más ricas con el fin de impulsar una economía de la oferta, bajo la teoría de la filtración descendente, también conocida como “teoría del goteo”, así como los planes de ajuste estructural y el apoyo al proceso de globalización.
Por tanto, en la realidad, para mejorar la suerte de todos los trabajadores en general y sus familias, no queda más que promover en ellos la lucha organizada, consciente y solidaria, como herramienta de resistencia esencial ante el maltrato social que sufren a manos del neoliberalismo económico y gubernamental. No es fácil, pero no hay de otra.
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