MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

¿Por qué impulsar el teatro?

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La respuesta a la pregunta tal vez pudiera ser muy simple. Unos dirán “porque es bonito”; otros quizá digan que es un arte; algunos, que representa pasajes de la vida de las épocas y se deben conocer; unos más, porque educa a la gente. Y así, cada quien tiene la posibilidad de brindar la respuesta que se le venga en gana.

En este texto, no pretendo abrumar con cifras a los escasos lectores sobre cuánto presupuesto destina el gobierno al teatro —creo que muy reducido—, o los contados grupos teatrales en el país que con sus esfuerzos presentan algunas obras.

El teatro se ha convertido en elitista, no porque la disciplina así lo haya querido, sino porque cada vez se produce menos y el Estado no lo impulsa como debería.

Tampoco hablaré de cuántos mexicanos apreciaron una obra de teatro en lo que va del año, e incluso, del número de boletos que no se vendieron, a pesar de puestas en escena que valen la pena, pero por lo caras que son, comparado con los teatros llenos cuando se presentan obras que poco educan a los mexicanos. No, nada de eso. Sino de hacer algunas reflexiones respecto a la pregunta inicial.

Para empezar, hacer teatro necesita inversión, de tiempo y dinero, algo que en México muy pocos están dispuestos a hacer, y quienes lo hacen, es como coloquialmente se dice, “por amor al arte”. Además, ¿en qué les retribuye? Quizá en nada, por eso, cada vez menos se fomenta el teatro.

En las escuelas públicas, como preparatorias y bachilleratos, contadas son las entidades que impulsan el teatro, ya sea como materia curricular o concursos escolares.

Donde tienen la intención de hacer teatro, se enfrentan a que no tienen maestros de teatro preparados, y cuando los hay, pocos son los alumnos que se interesan, pues quizá están más entretenidos en sus celulares o destinan su tiempo a trabajar, pues sus condiciones así se lo demandan.

En las universidades, las instituciones privadas son quienes van un paso adelante con la presentación de obras, aunque destacan los musicales, quizá porque son más vistosos. En las públicas, únicamente las estatales tienen grupos de teatro, pero sus presentaciones son escasas.

Habrá que echarle una revisada a las gacetillas institucionales o periódicos locales para comprobar que casi no hay anuncios de presentación de obras de teatro.

Por otro lado, el teatro autodenominado independiente también es escaso. Los grupos se encuentran con un problema: la falta de dinero.

Muchos ponen de su bolsa para la producción, pensando en que algo recuperarán de las presentaciones. Otros se suben al escenario sin esperar una paga; lo hacen porque el teatro les apasiona, es su vida. 

La producción teatral es cara, por eso pocos grupos lo hacen; otros más se las ingenian y, con lo que tienen, exhiben excelentes obras de teatro.

Pero acudir al teatro es exclusivo de los mexicanos que viven en las ciudades. En las pequeñas, la mayoría carece de teatros o espacios adecuados para una obra. En las colonias ubicadas en la periferia de las ciudades tampoco.

Es sabido que sus habitantes e llegan a dormir, pues sus trabajos se encuentran a horas de transporte. En las comunidades rurales, en el campo, es un hecho que casi la mayoría no ha apreciado el teatro.

El teatro, pues, se ha convertido en elitista, pero no porque la disciplina así lo haya querido, sino porque cada vez se produce menos teatro. Tal vez esa sea la intención, en primer lugar, de la industria teatral, pero también de quien debería ser el principal impulsor del teatro: el Estado, los gobiernos en turno, las áreas de Cultura y Educación.

En ese contexto, rompiendo esos esquemas, los próximos días 22, 23 y 24, en San Luis Potosí, en uno de los teatros más importantes del centro del país, el Teatro de La Paz, el Movimiento Antorchista realizará su XXIII Encuentro Nacional de Teatro.

Se presentarán obras que dejarán en el espectador un mensaje, obras que critican al poder y lo exhiben, así como cuál es la vía para seguir.

Con sólo ver una obra no cambiarán las cosas, pero el teatro habrá sembrado una inquietud, una llama que, junto con el antorchismo, se convertirá en algo mucho más grande.

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