MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

El camino de Movimiento Antorchista hacia un México equitativo

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A lo largo de la historia de México, la desigualdad social ha sido una constante que ha afectado a la mayoría de la población. Hoy, aunque se han logrado avances en infraestructura y servicios básicos, seguimos enfrentando la realidad de una pobreza generalizada.

Nos encontramos en un país que ocupa el lugar número doce entre las economías más grandes del mundo, pero ese crecimiento económico no se refleja en el bienestar de todos. La riqueza generada en nuestro país sigue concentrándose en manos de unos pocos, mientras más de 100 millones de mexicanos viven en condiciones de pobreza.

La pobreza no es inevitable; los pobres tenemos el poder de cambiar nuestra realidad, pero para lograrlo debemos unirnos, educarnos y luchar.

A lo largo de sus cincuenta años de lucha, el Movimiento Antorchista ha conseguido importantes logros. Hemos luchado por tierras, viviendas, servicios básicos como agua y luz, y la regularización de terrenos.

Sin embargo, pese a estos avances, la pobreza persiste. ¿Por qué? La respuesta es clara: el modelo económico que domina en México solo beneficia a una élite.

Durante décadas, el neoliberalismo ha prometido que el crecimiento del capital eventualmente se distribuiría hacia los más necesitados mediante su famosa "teoría del goteo". Pero la realidad es que, a pesar del crecimiento económico, la riqueza no ha llegado a las clases más desfavorecidas.

Este sexenio es un ejemplo más de cómo las promesas de justicia social y desarrollo económico no se han cumplido. Si bien se ha hablado de una "transformación" del país, los datos indican que la brecha entre ricos y pobres se ha mantenido e incluso ha crecido. Mientras que unos pocos han visto aumentar su capital, millones de mexicanos siguen sin acceso a servicios básicos de salud, educación y vivienda.

El sistema de salud, por ejemplo, está en ruinas, con millones de personas sin acceso a medicamentos o tratamientos adecuados. La educación, una herramienta fundamental para el progreso de cualquier nación, se encuentra entre las más rezagadas a nivel internacional.

Ante esta realidad, no podemos quedarnos de brazos cruzados. La historia nos enseña que los cambios profundos no ocurren por sí solos, sino que son el resultado de la lucha organizada del pueblo.

Al principio de la historia de la humanidad, la sociedad vivía en comunidades primitivas donde todo era compartido y las mujeres jugaban un papel clave en la administración del hogar. Con el tiempo, surgió la propiedad privada, que dividió a la sociedad entre los que tenían y los que no.

Con la llegada del esclavismo, el hombre dejó de ser dueño de su destino, y su libertad fue arrebatada. Aunque hoy se nos dice que somos libres, en realidad no lo somos; la falta de acceso a los medios de producción y a los recursos necesarios para una vida digna nos mantiene esclavizados.

A lo largo de los siglos, los sistemas de opresión han ido cambiando de forma, pero no de esencia. En el México porfirista, por ejemplo, muchos campesinos vivían en condiciones cercanas a la esclavitud, particularmente en regiones como Yucatán.

Con el tiempo, el feudalismo dio paso a un sistema capitalista que, si bien generó más riqueza, también consolidó la explotación de las clases trabajadoras. Hoy, en pleno siglo XXI, seguimos viviendo en un sistema que beneficia a unos cuantos, mientras que la gran mayoría lucha por sobrevivir.

Los gobernantes que han pasado por el poder en México, desde el PRI hasta Morena, han prometido cambiar esta realidad. Sin embargo, los pobres seguimos siendo los mismos o incluso más.

La delincuencia ha crecido, las oportunidades para los jóvenes son cada vez más escasas, y el futuro de nuestros hijos está en riesgo. Ya no contamos con programas de vivienda ni con apoyos como el Seguro Popular o Prospera, que ayudaban a millones de familias a salir adelante.

En este contexto, es más urgente que nunca que los pobres nos organicemos. Los partidos políticos, una y otra vez, nos han fallado. Nos han prometido una vida mejor, pero en lugar de mejorar, nuestras condiciones empeoran.

Sin embargo, la historia nos ha demostrado que cuando los oprimidos se organizan, es posible cambiar el rumbo de las naciones. En países como Noruega o Finlandia, donde la riqueza se distribuye de manera más equitativa, la calidad de vida de la población ha mejorado significativamente.

El Movimiento Antorchista Nacional ha luchado durante cinco décadas por un México más justo. Hemos demostrado que, a través de la organización y la lucha, podemos obtener victorias importantes. Pero todavía queda mucho por hacer.

La pobreza no es inevitable. No es cierto que siempre ha sido así, ni que siempre será así. Los pobres tenemos el poder de cambiar nuestra realidad, pero para lograrlo debemos unirnos, educarnos y luchar.

Es hora de construir un México donde la riqueza no esté en manos de unos pocos, sino que se reparta de manera justa entre todos. Sólo así podremos asegurar un futuro digno para nuestros hijos y para las futuras generaciones.

El camino hacia la justicia social no es fácil, pero juntos, organizados en el Movimiento Antorchista, podemos lograrlo. ¡Luchemos por un México más digno, más justo y más equitativo para todos!

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