MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

¿Por qué cada vez somos más pobres?

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Oxfam, el pasado 16 de enero, dio cuenta de que durante la última década los superricos han acaparado el 50 por ciento de la nueva riqueza generada, cifra que acaban de superar. Ahora casi dos terceras partes de la nueva riqueza generada, desde 2020, a nivel global (valorada en 42 billones de dólares), fue a parar a sus manos, casi el doble de lo que se repartieron el 99 por ciento restante de la humanidad. 

En este contexto, en el que cada vez son menos los multimillonarios que concentran en sus manos toda la riqueza del planeta, es indispensable que para que éstos continúen su hazaña, la pobreza extrema en el mundo siga incrementándose simultáneamente. 

Una década dorada de bonanza económica para los más ricos del mundo coexiste, por esencia, con cada vez más hambre y pobreza por parte del 90% de la población olvidada, que se debate en la miseria. 

Desde el inicio de la pandemia de covid-19, en 2020, que puso a las mayorías en severos aprietos que los destinaban entre la vida y la muerte, la fortuna de cada uno de los multimillonarios acaparadores comenzó a crecer a un ritmo de dos mil 700 millones de dólares diarios; sus negocios eran cada vez más rentables mientras el mundo entero sufría una de sus peores crisis en la historia y millones de persona perdieron la vida por el terrible virus que dejó a cada vez más pobres. Mientras que el uno por ciento de los grandes multimillonarios duplicó su riqueza. 

Actualmente, al menos mil 700 millones de trabajadores viven un crecimiento de la inflación que se sitúa por encima de los salarios. El Banco Mundial asegura que podríamos estar ante el mayor incremento en la desigualdad entre países y pobreza desde la Segunda Guerra Mundial.

En efecto, la incertidumbre del bienestar de las mayorías, su sufrimiento, es benéfico para ese uno por ciento que jamás podrá si quiera, gastando ridículas cantidades de dinero al día, acabar con su riqueza acumulada hasta hoy, aún viviendo cuatro vidas. Esta incertidumbre diabólica se repite ahora con el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania. 

Y en estas circunstancias, tres de cada cuatro gobiernos adelgazaron o adelgazarán, aún más al Estado, aplicando medidas de austeridad. Ejemplo, Morena en nuestro país abandona sus responsabilidades para con el bienestar de las clases trabajadoras; las instituciones que sirven para darle salud, educación, seguridad, a la población, son trasladadas a la iniciativa privada, de tal modo, que los beneficios que debería brindar el Estado ahora deben adquirirse por la vía del mercado, estos satisfactores dejan de ser un derecho y se convierten simplemente en una mercancía; y las empresas que ofertan aquellos servicios son las más beneficiadas, pues su único interés es el negocio, nunca el bienestar y el desarrollo de la población. 

Aunado a esto, los gobiernos morenistas no hacen obra pública para los sectores populares, por el contrario, utilizan el recurso público en obras que estimulen las inversiones privadas (como ejemplo en México, véase el Tren Maya). En nuestro país, esto no puede ser más claro, pues desde que empezó la administración morenista, ésta se ha encargado de desaparecer las instituciones y adelgazar el presupuesto de éstas para dispersar el poco dinero con el que cuenta en apoyos monetarios directos a la población que, además de servir como arma para la compra de conciencias, fortalece a la iniciativa privada pues ahora todo aquel bienestar que por derecho debería tener la población, se debe de adquirir en el mercado, favoreciendo cada vez más a los inmensos vendedores de mercancías. 

Además, esta doctrina a modo del capitalismo, el neoliberalismo, crea un marco jurídico que les permita a los capitalistas pagar la menor cantidad de impuestos posible, apoderarse de empresas que antes eran del Estado, extraer recursos naturales y demás. El Estado como ente político regulador de la desigualdad desaparece y se convierte en un llano proveedor de políticas que, continúan inflando aún más los bolsillos de los más ricos en agravio de los pobres.

México es uno de los países más desiguales del mundo. Según el Reporte Mundial de la Desigualdad 2022, es de los más desiguales en toda Latinoamérica; solo el 10% de la población acapara el 79% de la riqueza, mientras el 50% de los mexicanos vive en pobreza cotidiana.

A pesar de que México se encuentra entre las 15 economías más importantes en el mundo, y es la segunda más importante de Latinoamérica, el reparto de la riqueza es colosalmente injusto. 

La pobreza, a consecuencia de esta terrible desigualdad es la madre de los males con los que vivimos día con día las mayorías trabajadoras de México, como la falta de vivienda, carencia de servicios básicos, el pésimo servicio de salud pública, mala calidad de la educación y analfabetismo, migración masiva de personas en busca de empleo, crecimiento explosivo del ambulantaje y el empleo informal, así como el crecimiento del narcotráfico y del crimen organizado con su secuela de asesinatos, secuestros, robos, asaltos, etcétera, que hoy junto con la pobreza, se agudizan.

Los antorchistas sostenemos, con base en el método científico, que la distribución automática de la riqueza por el mercado, es falsa; que el reparto equitativo de la riqueza sólo puede lograrse con medidas dictadas ex profeso para ello, y que este es un deber central de todo gobierno, para lo cual cuenta con las facultades legales suficientes. No obstante, los gobiernos que han pasado por nuestro país siempre han demostrado tener nulo interés por mejorar la calidad de vida del pueblo trabajador, y, por el contrario, todas las políticas que implementan sí han beneficiado a esta brecha de desigualdad que ha hundido en el pauperismo a los pobres cada vez más pobres. 

Solución solo hay una; que sean estos olvidados los que tomen las riendas de su país, que tomen el poder político, porque solo los sectores trabajadores y humildes de nuestra patria, que ahora son utilizados en su mayoría para el beneficio de una élite, podrán gobernar en beneficio de los intereses de las mayorías, sin disfraces ni oportunismo. Para ello, el pueblo mexicano tiene una gran tarea: su organización y politización.

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