MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Mujeres independientes en Tecomatlán, Puebla

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Un año más celebramos el Día Internacional de la Mujer; un año más en que, en ese emblemático 8 de marzo, no se hicieron esperar las manifestaciones a favor del género; las vimos en todo el país, incluso en los rincones más recónditos.

Las mujeres luchan permanentemente no sólo para sobrevivir y demostrar que, tanto o más que los hombres, son capaces de obtener buenos resultados en una empresa, en sus empleos y de administrar exitosamente una casa y educar a sus hijos.

Por pequeñas o grandes que sean, son buenas todas las agrupaciones humanas con fines lícitos: defensa de derechos laborales, humanos, ecológicos o de vida animal, etcétera. Todas, todas, repito, las agrupaciones humanas con fines lícitos son buenas, y todos los que en algún momento de la vida nos afiliamos a alguna de ellas, lo primero que nos planteamos es si nuestros intereses coinciden con lo que plantea la asociación a la que queremos unirnos.

Indudablemente, los derechos de la mujer entran en la categoría de los derechos humanos. El problema surge cuando vemos que muchas agrupaciones que defienden a la mujer solo se dedican a combatir los efectos que el género sufre en una sociedad dividida en clases y patriarcal como la que actualmente domina el mundo.

Pero pocas, muy pocas organizaciones sociales combaten las causas de la desigualdad y sometimiento del género femenino; opresión que sucede prácticamente desde los inicios de la civilización humana, pues desde que fue derrotado el matriarcado y se instauró la sociedad patriarcal –que nació gracias a los excedentes económicos que generaron las sociedades primitivas sedentarias, mismos de los que se apropiaron los caudillos de las tribus–, los hombres adquirieron el poder de la tribu y sometieron a la mujer a sus intereses.

Millones de mujeres de todos los tiempos han tenido que luchar no solo por sobrevivir (ahora, con la globalización de los medios de comunicación y, sobre todo, con las redes sociales, todos somos testigos del incremento de casos de maltrato femenino que en muchas ocasiones derivan en feminicidios), sino que en el ámbito laboral han tenido que trabajar el doble que los varones para percibir un salario que se acerque al que ellos ganan o para alcanzar un puesto de trabajo en el que puedan desplegar sus talentos y habilidades adquiridas por la preparación académica o la experiencia.

Así pues, las mujeres luchan permanentemente no sólo para sobrevivir y demostrar que, tanto o más que los hombres, son capaces de obtener buenos resultados en una empresa, en sus empleos y de administrar exitosamente una casa y educar a sus hijos.

La difícil situación que día a día viven millones de mujeres en el mundo ha generado la aparición de miles de organizaciones feministas que se manifiestan en contra de los efectos de esa sociedad patriarcal tanto el 8 de marzo (8M), Día Internacional de la Mujer, como el 25 de noviembre (25N), Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. 

Por eso vemos manifestarse públicamente a millones de mujeres que se desgarran las vestiduras por los golpes que reciben de sus parejas y pintan edificios públicos, sin importar que tengan valor histórico, con sus consignas de reivindicación de los derechos de la mujer.

Exigen que los gobiernos hagan respetar esos derechos, lo cual es cierto, pero nada más. Seguramente realizan actividades cotidianas para denunciar esas injusticias, pero no llegan a la raíz del problema y eso no les permite plantear una solución de fondo.

Por el contrario, hay organizaciones sociales que sí han sabido detectar las causas de la problemática femenina y, por tanto, con sus actividades cotidianas luchan para acabar con esa sociedad desigual e injusta. Luchan por la libertad e independencia de las mujeres en tanto logran el cambio económico, social y político que requiere la humanidad para que vuelva a vivir en una sociedad igualitaria y justa para todos.

Una, o tal vez la única organización social mexicana que tiene como meta el cambio de modelo económico de México para pasar de una sociedad violenta y desigual que, por un lado, genera grandes riquezas para unos cuantos y, por otro, pobreza, y hasta pobreza extrema, para la mayoría de los mexicanos, creo que es el Movimiento Antorchista Nacional, que desde hace 51 años lucha en contra de la pobreza en México y, aunque no lo ha logrado, todos los días trabaja para hacer de los mexicanos que la integran unos mejores seres humanos.

En muchas ocasiones no sólo les enseña a leer y a escribir, sino que los convierte en personas que piensan en un mundo mejor y que todos los días suman acciones para alcanzarlo, lo cual saben muy bien que es una tarea colectiva, pero a la que todas debemos aportar esfuerzo individual.

Cantar, bailar, estudiar, hacer deporte sistemáticamente, gestionar que las autoridades gubernamentales den solución a las necesidades más urgentes de sus comunidades, ya sean estudiantiles, campesinas, obreras, de colonias populares, de sus grupos culturales, incluso cuando necesitan apoyo para asistir a competencias deportivas y académicas en otras entidades del país o cuando tienen que viajar para dar funciones artísticas y medir sus talentos con otros grupos que también se han formado a puro pulmón porque sus autoridades gubernamentales no los apoyan con nada, igual que como hacen con todo el arte o el deporte en México, a los que todos sabemos que tienen abandonados, pues nunca hay dinero para ello.

Durante 51 años, Antorcha ha cambiado la vida a millones de mexicanos con el simple hecho de haber llevado espectáculos artísticos a sus colonias o escuelas; por haberles brindado maestros que los enseñaran a bailar, a actuar, a pintar, a correr o a hacer deporte profesionalmente. Y no sólo lo ha hecho con estudiantes, sino que ese influjo cultural también ha llegado a amas de casa, obreros y campesinos.

Y por esa simple acción, esos millones de seres humanos han tenido satisfacciones profundas, más allá de percibir un pequeño salario para sobrevivir en este mundo desigual.

En Antorcha, cuando menos lo esperamos y en los más diversos escenarios, tenemos la oportunidad de ver lo que un buen maestro o entrenador, disciplina y ganas de aprender de los participantes han logrado tanto en el ámbito cultural como en el deportivo, académico y político.

Ahora, en el marco de la Feria Tecomatlán 2025, todos los días se presentan programas culturales que no sólo enaltecen el folclor mexicano, sino también el talento de los jóvenes y adultos que participan en ellos.

El conjunto artístico es muy bueno, pero en especial me llamó la atención la participación de mujeres de todas las edades: jovencitas de entre quince y dieciocho años y adultas jóvenes que cantan, bailan y declaman como si de una profesional se tratara.

Pero, a diferencia de estas, las participantes en la feria y las Antorchistas en general no cobran por las funciones que dan, allí o en cualquier otro lugar. No obstante, obtienen una satisfacción profunda por haberse desempeñado de manera excelente y porque con esas acciones se desarrollan de manera libre e independiente, sin violencia doméstica, porque el tamaño intelectual que han alcanzado no permite que ningún hombre abuse de ellas o las someta.

Eso es lo que quiere Antorcha para todas las mujeres: que vivan en paz, que estudien, que desarrollen las capacidades y talentos que en muchas ocasiones quedan ocultos por no tener la oportunidad de sacarlos a la luz y, por ello, sentir satisfacción profunda.

Una vez más, invito a las mujeres mexicanas a unirse a las filas de Antorcha, en donde encontrarán respeto, desarrollo intelectual y artístico, además de que tendrán la oportunidad de, juntas, luchar por un mundo mejor.

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