No cabe duda de que el partido en el poder heredó las viejas mañas de mentir para ganar, de decirle al pueblo lo que quiere escuchar y ganar simpatía. Y esto no es nuevo, pues durante años al pueblo mexicano se le ha tratado como a un infante, al que se conforma con un caramelo y se mantiene quieto.
La estrategia de mentir para ganar sigue siendo el método por excelencia del partido en el poder, con la continuidad de la cuarta transformación bajo Claudia Sheinbaum.
No es de extrañar semejante situación, toda vez que quienes hoy están en las filas de Morena en su momento fueron fieles partidarios de otros partidos que ya probaron las mieles del poder, como los viejos priistas, panistas, perredistas, petistas, en fin, que a las primeras de cambio, en el poder y con tal de no perder sus privilegios, no dudaron en abandonar el barco y cambiarse de bando político.
Aunque su trayectoria en el servicio público estuviera manchada por actos de corrupción, eso ya daba igual, pues la consigna del exmandatario era perdonar todos los actos delictivos si aceptaban cambiarse de partido.
De entrada, ya con esta invitación abierta a militar en morena se estaba iniciando el primer acto deshonesto. Con la frase “nosotros no somos iguales” se daba a entender que todo lo que ese partido hacía y sigue haciendo es diferente a los demás gobiernos en turno, que todo es por el bien de todos, pues para morena y sus militantes lo primero es el bienestar del pueblo: “primero los pobres”.
En un país con casi 130 millones de ciudadanos, de los cuales casi 60 millones viven en algún grado de pobreza, donde apenas les alcanza para sobrevivir, para comprar medicamentos, pagar colegiaturas, vestir y calzar, escuchar a sus gobernantes que las cosas van mejorando y que pronto todo estará bien es un respiro de esperanza, es un paliativo mediático que aun miles siguen creyendo.
“No les voy a fallar”, frase que el expresidente repetía y repetía en cada oportunidad que se le presentaba, alimentando la esperanza de un pueblo urgido de un cambio verdadero. El político supo manejar bien sus frases, convirtiéndose en un presidente “paternalista”, sacrificando el desarrollo y crecimiento del país por incrementar los programas sociales mediante transferencias monetarias. Con ello, su gobierno mantendría al pueblo en la miseria, pero “feliz”.
Pero, así como llegó mintiendo, hasta el último día de su gobierno continuó sosteniendo mentiras que a la vista de todos ya no se podían sostener. En su último discurso afirmó que nuestro sistema de salud era, incluso, mejor que el de Dinamarca.
Nada más fuera de la realidad que viven millones de derechohabientes que jamás disfrutaron de la transformación prometida. De ese tamaño eran las mentiras del gobierno federal pasado.
Esta estrategia de mentir para ganar elecciones y simpatía sigue siendo el método por excelencia del partido en el poder. Con la llegada de la doctora Claudia Sheinbaum Pardo y el anuncio de la continuidad del segundo piso de la cuarta transformación, el panorama no se vislumbra mejor.
La única diferencia es que ella está comprometida con el gobierno anterior, lo cual le está impedido hablar mal del sexenio obradorista. Ya se les acabaron los pretextos de culpar a los anteriores mandatarios, como Enrique Peña Nieto, Felipe Calderón o Vicente Fox.
Seamos ese pueblo que, como antaño, se dispuso a luchar, a tomar acciones para corregir el rumbo del país. Los mexicanos deben revisar la historia y aprender de las experiencias del pasado.
Desde 2018 se le dio la oportunidad al político tabasqueño de tomar las riendas del país, pero hasta la fecha el cambio prometido simplemente no se ve.
Es necesario que la ciudadanía se informe. Ahora, con las redes sociales, es más fácil tener acceso a lo que está pasando a lo largo y ancho del país. Recordemos que un pueblo bien informado puede tomar mejores decisiones.
Abrir los ojos ante las mentiras constantes de Morena hoy es más necesario que nunca. Ante las mentiras de Morena, el pueblo debe vacunarse.
Mentir para ganar es un virus que debemos exterminar. La ciudadanía debe exigir resultados en todas las áreas a cada gobierno de los tres niveles y, por último, estar preparados para la siguiente elección. Si no hay resultados, ver hacia otra dirección.
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