Casi desde el momento en que se hizo oficial la declaración, por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS), de la pandemia causada por el SARS-CoV-2, también llamada covid-19 o coronavirus en casi todo mundo, en el Movimiento Antorchista Nacional supimos que nos encontrábamos ante una más, sólo una más, de las terribles consecuencias generadas por el aumento de la pobreza en el mundo. Fue por esto también que, como en otras desgracias sociales similares, nunca tuvimos dudas de que el mayor número de víctimas mortales sería sin duda, como siempre, los seres humanos económicamente más desamparados y marginados de todo el orbe. Y hoy las evidencias dicen a las claras que no nos equivocamos.
Fue por esto también que, casi desde que se declaró la pandemia en nuestro país, ubicándonos los antorchistas en todas y cada una de las viviendas de los más pobres, dijimos que la única y posible salida para enfrentar esta nueva tragedia de la humanidad, era un programa universal alimentario para todas las familias que no tienen ingresos fijos. A la prédica oficial de "Quédate en casa", nos sumamos los antorchistas y respondimos con solidaridad y responsabilidad, pero advertimos que, de no garantizarse, por parte de los gobiernos, la alimentación y un ingreso económico mínimo al pueblo pobre, eso sería poco menos que imposible. La realidad nos está dando la razón. Querer confinar en su domicilio a los pobres, sin resolverles la comida por lo menos, es tan sólo una insolencia más en su contra. Por experiencia propia, el pueblo teme mucho más a la pobreza y sus nefastas consecuencias, que a todas las pandemias juntas. Seguramente se dirá con razón que esto no es lo correcto, pero tanto ha sufrido ya el pobre con los estragos de la pobreza.
Pero los gobiernos ignoran a los pobres. Casi todos, y en primer lugar el gobierno de López Obrador, nada escucha. Desde sus oficinas o en sus mullidas viviendas, gritan e increpan al pueblo por no quedarse en casa, dan las recomendaciones como si sólo de voluntad personal se tratara. Pero se equivocan. Los antorchistas seguiremos diciendo lo mismo: el problema fundamental, aun durante la pandemia, es la pobreza. Y en momentos como estos la batalla urge más, enfrentar con éxito la pobreza creará en los pobres las condiciones óptimas para enfrentar todo, incluso el coronavirus. Por nuestra parte, ante la cerrazón de los gobiernos, diremos aquí y ahora, como dijera Lenin, el gran líder de la Revolución Rusa de 1917, cuando preparaba la conciencia de las masas para la batalla decisiva, con la que promovieron el gran cambio revolucionario que se daría meses después en ese gran país: "[...] ¡Qué le vamos a hacer! No tenemos más remedio que explicar pacientemente, con insistencia, de un modo sistemático, lo erróneo de la táctica desplegada. Mientras seamos minoría, realizaremos una labor de crítica para librar a las masas del engaño. La experiencia demostrará que nuestra orientación es acertada...[...] Y yo estoy muy seguro que así será, aunque los gobiernos pongan oídos sordos, el pueblo de México entenderá que la orientación de los antorchistas para enfrentar la pandemia es la más acertada. El tiempo lo dirá.
Y una prueba de lo que digo está a la vista. La violencia generalizada por todo el país es otra especie de pandemia que está matando también a gran número de mexicanos, y no veo que nos pongan en cuarentena por ese motivo. En esto, los especialistas dicen que en Colima somos los campeones a escala nacional al ocupar, según la primera plana del periódico Diario de Colima, del sábado 25 de abril, el primer lugar nacional en homicidios dolosos y en feminicidios.
Al día de hoy, jueves 23 de abril, se contabilizan en el estado 27 casos positivos y tres muertes por causa del coronavirus; ya son casi 45 días en cuarentena, los mismos en los que se ha desplegado toda una campaña mediática por todo el estado, donde no hay día en que no se nos llame al confinamiento. El pasado fin de semana, luego de leer con mucha preocupación en los medios, todo lo relacionado con el coronavirus, me topé con una nota que me generó contrariedad y aumentó mi zozobra. El medio que cito ya lo nombré en el párrafo anterior, y comienza de esta manera: "Colima se encuentra en el primer lugar nacional en tasa por cada 100 mil habitantes en homicidios dolosos y en feminicidios, pese a la pandemia por el coronavirus en México". Aquí vemos, cómo ni los delincuentes ni feminicidas hacen caso al gobierno del llamado de quedarse en casa. Las cifras de la nota dicen que en el estado se han reportado 194 asesinatos dolosos y cuatro feminicidios entre los meses de enero a marzo de 2020. Como vemos, ya tan sólo con este registro que proporcionó el Secretario de Seguridad del Gobierno de México, Alfonso Durazo Montaño, en una de las mañaneras del Presidente, la violencia suma 198 muertos en Colima en lo que va del año, mucho más que los tres que ha cobrado el coronavirus. ¿Cuándo comenzará la campaña para librar a los colimenses del peligro de la muerte por violencia? Recordemos que cuando el coronavirus pase, la violencia seguirá.
Finalmente digo, que se sabe bien que la violencia generalizada, incluidos los homicidios dolosos y los feminicidios, sólo son otras tantas manifestaciones de la descomposición social generada por la pobreza. La extrema pobreza en la que viven muchos mexicanos, es la causa fundamental que en muchas ocasiones obliga a los pobres a delinquir, a militar en la delincuencia organizada, o de lo contrario, a ser víctimas permanentes de la misma. Combatir la pobreza en serio, garantizando a las familias más pobres la alimentación y un ingreso indispensable permanente, es, no sólo salvarlas de las garras de la muerte por violencia, sino como hoy, salvarlas también de la muerte por coronavirus. Ya es hora de que los gobiernos cumplan lo que prometieron en campaña. Basta de simulaciones.
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