Millones de mexicanos, a pesar de la sangre que baña el territorio nacional en todas las direcciones de la Rosa de los Vientos, viven en la ilusión de que su vida transcurre sin riesgos, de que vivimos en un país en paz a pesar de que en los primeros 100 días de gobierno de Claudia Sheinbaum han desaparecido en promedio 40 mexicanas o mexicanos cada 24 horas, es decir, que 4 mil personas están faltando en sus hogares y ni sus madres, cónyuges, hermanos o amigos saben nada de ellos.
Lenin nos alumbra el complicado camino de nuestros días con el ejemplo de su lucha, su análisis de la economía, el imperialismo y la construcción de un partido como modelo organizativo para los revolucionarios.
Además, los asesinatos siguen al alza (aunque a muchos los encubran las maniobras estadísticas oficiales); se incrementó el número de asesinatos dolosos reconocidos por el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) de 2023 a 2024.
La ilusión, el enajenamiento siguen (el diario El País, de España, tituló una nota del 9 de enero pasado “Claudia Sheinbaum sigue encandilando a los mexicanos: el 80% aprueba su gobierno tras 100 días como presidenta”).
Pero si esta es la reacción pública ante lo que ocurre en nuestro país en donde la nota roja acapara titulares y espacios en los medios de comunicación, por lo que un grueso número de mexicanos prefiere evadirse en contenidos ligeros, mayoritariamente en las redes, memes, chistes, chismes de la farándula, deportes, pornografía, consejos de belleza y “de vida” o video juegos, la situación es mucho más grave en lo que respecta a la realidad internacional, en la que se requiere un mayor esfuerzo para enterarse de lo que acontece pues, además de que muchos son refractarios a esta información (“para qué me amargo la vida con lo que pasa, sabrá Dios dónde, teniendo tantos problemas en mi casa”), la que llega por redes y canales informativos está absolutamente distorsionada.
Ya lo dijo el luchador estadounidense por los derechos civiles de la población de origen afroamericano, Malcolm X: “Si no tienes cuidado, los medios de comunicación harán que odies a los oprimidos y ames a los opresores”.
Así, por la desinformación, la apatía política, la fatiga por el trabajo para conseguir el pan de la familia, la educación mala e insuficiente de las escuelas públicas y el trabajo científico y persistente de la diversos recursos de la ideología de la clase dominante, se explica la indisposición a organizarse y a luchar de los grupos explotados y en situación vulnerable, así como su confusión en la verdadera guerra de intereses económicos y políticos que se libra a nivel internacional y, en consecuencia, desorientados sobre la postura que conviene asumir al pueblo trabajador de nuestra patria y la que debe exigirse al gobierno de la república.
Es en esta realidad de principios de 2025, justamente al celebrarse un aniversario luctuoso más de Vladimir Ilich Lenin, inspirador y dirigente de la revolución socialista soviética —fallecido el 21 de enero de 1924–.
Conviene recordar las experiencias de su lucha y sus enseñanzas teóricas para rescatar lo que resulte aplicable y útil para la lucha del pueblo agrupado en las filas del Movimiento Antorchista Nacional, el único grupo político que se ha propuesto construir una fuerza organizada de los pobres de México lo suficientemente amplia, coordinada, consciente y estructurada para mejorar sustancialmente la situación de las clases trabajadoras, eliminando de raíz la pobreza en nuestro territorio. Veamos.
El líder proletario ruso observó con atención los conflictos previos a la Primera Guerra Mundial, en la que las ansias de acrecentar sus ganancias y consolidar su dominación sobre territorio y mercados llevaron a las burguesías de diversas naciones imperialistas a la desconfianza mutua y al enfrentamiento a diversas escalas (guerra hispano-estadounidense, guerra boer, guerras del opio), lo que obligó a los partidos socialistas de aquella época, incluidos los bolcheviques encabezados por Lenin, a definir una postura clara al hacer crisis el enfrentamiento entre las dos grandes alianzas burguesas, la Triple Entente (Gran Bretaña, Francia y Rusia) y la Triple Alianza (Alemania, el Imperio austrohúngaro e Italia).
De manera similar, hoy el mundo está envuelto en diversos conflictos desatados por las ansias de control y explotación del imperio estadounidense y sus incondicionales, que se ha visto menguado por los avances económicos, políticos, sociales y bélicos de naciones que se había acostumbrado a considerar marginales, subordinadas e inofensivas:
China, cuyo producto interno bruto per cápita pasó de menos de 100 dólares en 1969 a más 12 mil 600 dólares en 2023 y además con un mejor reparto de la riqueza producida, por lo que es la única nación que ha logrado terminar con la pobreza.
Rusia, a la que tras el desmembramiento de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, URSS, el imperialismo consideraba que no valía más que un perro muerto, y que ha demostrado el vigor necesario para hacer crecer su economía a pesar de las innumerables sanciones que les impusieron las naciones occidentales pretendiendo provocar un colapso. Militarmente, la patria de Vladimir Putin se ha mostrado con el poder necesario para enfrentar al poderío, que se consideraba imbatible, de las 32 naciones integrantes de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN, encabezadas por quienes se reclaman amos y señores del mundo entero, que son quienes los combaten realmente enmascarados bajo la bandera ucraniana.
En el terreno internacional, comercial, diplomático y de intercambio cultural, China y Rusia encabezan la alianza de naciones denominada Brics, pues originalmente la conformaron Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, actualmente por trece naciones más que representan más de la mitad de la población mundial y del 40 % de la producción mundial de riqueza.
Es la decadencia del imperio estadounidense, independientemente de que lo gobierne Biden o Trump, lo que lo ha llevado a agudizar su agresión contra los pueblos del mundo con guerras e intervenciones en todos los continentes, algunas tan sangrientas como las desatadas en el Medio Oriente, en África y en el genocidio contra el pueblo palestino.
Además de lo anterior: sanciones comerciales, bloqueos económicos, sabotajes, calumnias, espionaje, terrorismo, proteccionismo, control para su servicio de los contenidos de las redes sociales y de los medios de comunicación y chantajes de todo tipo en aras de prolongar su agonía, de posponer la desaparición del modelo de unipolar del mundo que cada día se ve más cerca.
El mundo, como en la vida de Lenin, está sobre un barril ya no de pólvora, sino nuclear, que en cualquier momento podría estallar. Y hoy como ayer, los sedicentes partidos progresistas o de “las izquierdas” eligen bando, y lo hacen repitiendo grotescamente las conductas de los que en vida de Lenin se agrupaban en la llamada II Internacional, organización que agrupaba a los partidos socialistas de diversos países a fines del siglo XIX y principios del XX, y que sorprendió al mundo al respaldar la guerra, llamando a los trabajadores de sus respectivas naciones a unirse a los ejércitos, enfrentando así a los obreros de otros países.
Lenin denunció la profunda traición a los principios internacionalistas del socialismo; demostró que la guerra era una manifestación de las contradicciones del capitalismo y llamó a transformar el conflicto bélico entre naciones en una lucha de clases al interior de cada país para que los obreros tomaran el control del aparato estatal.
Su postura culminó en la Revolución de Octubre de 1917, que no sólo cambió el curso de la historia rusa, sino que también tuvo un profundo impacto en la geopolítica global.
Los Karl Kautsky de hoy (que fue quien encabezó la traición de los llamados socialistas de la segunda internacional a la lucha de los proletarios), se alinean igualmente hoy del lado de los intereses de los poderosos que pretenden conservar sus privilegios e impedir el avance del modelo multipolar de desarrollo.
“El enemigo es China” estableció el gobierno del llamado segundo piso de la 4T al presentar el “Plan México” con el que dijeron lograrían el desarrollo económico, tan estancado durante todo el tiempo del “primer piso”, pero que más se evidenció como un intento de congraciarse, sometiéndose hasta la ignominia, con el nuevo gobierno yanqui. Este arrancó el 20 de enero y amenaza con una dura guerra comercial, intervención policiaca y militar y el endurecimiento de su política migratoria contra los miles de mexicanos que, al no encontrar en nuestro suelo alternativas laborales para sobrevivir, arriesgan su vida y tranquilidad ingresando ilegalmente a los Estados Unidos.
Comparando los convulsos tiempos previos a la Primera Guerra Mundial y las posturas de los traidores de la segunda internacional con la de Lenin, podemos encontrar que los Milei de Argentina, como los Boric de Chile y el gobierno mexicano se alinean en el mismo bando, en el de los servidores del imperialismo y propulsores del neoliberalismo, el capitalismo de nuestra época.
Los antorchistas, en cambio, nos alineamos con los que pugnan por nuevas relaciones económicas, comerciales, culturales y políticas entre los pueblos; los que se oponen a que sólo haya un modelo al que deban plegarse todas las naciones del orbe, exigiendo, por el contrario, el pleno respeto para que los trabajadores del mundo puedan impulsar gobiernos al servicio de los seres humanos, no del capital.
Queremos gobiernos que promuevan el desarrollo económico, no para engrandecer a niveles absurdos como ocurre hoy en día las fortunas de los grandes magnates, sino para mejorar la calidad de vida, la salud, la educación, la vivienda, de las personas; para hacer realidad el anhelo del poeta Pablo Neruda, que soñó con expulsar la pobreza hasta la luna para que allí se quedara “fría y encarcelada”.
Lenin nos alumbra el complicado camino de nuestros días con el ejemplo de su lucha, su análisis de la economía, el imperialismo y la construcción de un partido como modelo organizativo para los revolucionarios y los indudables logros de los países que han perseverado en avanzar por la senda leninista, con China a la cabeza.
La lucha por la redistribución más equitativa de la riqueza; el uso de los recursos naturales y del esfuerzo laboral del pueblo para beneficio de las mayorías trabajadoras; la participación del pueblo de manera real en la toma de decisiones y en la ejecución de los acuerdos de gobierno a través de comités como los soviets leninistas; la defensa de la soberanía nacional encarnada en el pueblo y en lugar de la sumisión que muestra hoy nuestro gobierno ante las imposiciones de organismos internacionales y corporaciones transnacionales son sólo algunas de las tareas que nos plantea la ideología leninista, relevante y urgente en su aplicación a la lucha proletaria moderna.
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