En cada temporada de campañas electorales, la clase política se prepara para bombardearnos con promesas vacías, frases huecas y compromisos que rara vez ven la luz del cumplimiento.
Este ciclo vicioso parece ser una fórmula probada: los partidos políticos se sienten cómodos, seguros de que la mayoría de los ciudadanos acudirá a las urnas, confiando en que las promesas de campaña se traducirán en acciones. Sin embargo, la realidad es que la mayoría de los mexicanos carece de los medios para exigir el cumplimiento de esos compromisos.
Cuanto más numerosa y estructurada sea la organización, mayor será su capacidad de presión y, por ende, su poder para obligar a la clase política a cumplir sus promesas.
La única esperanza que tenemos para romper con esta inercia reside en la organización popular. Desde pequeños comités vecinales hasta organizaciones sindicales, grupos de agricultores o asociaciones estudiantiles, la clave está en la colectividad.
Cuanto más numerosa y estructurada sea la organización, mayor será su capacidad de presión y, por ende, su poder para obligar a la clase política a cumplir sus promesas.
El Gobierno en turno, especialmente bajo la administración morenista, ha implementado su propia versión para excluir a la organización, “eliminando a los intermediarios”, promoviendo la entrega de apoyos directos. Sin embargo, esta estrategia no es más que un intento de evitar la organización popular, el verdadero antídoto contra los Gobiernos que no cumplen.
Cuando una comunidad solicita un servicio tan básico como el agua potable y alguno de sus habitantes solicita a la autoridad correspondiente la construcción de la obra, le facilitamos a los responsables de proveer de agua potable a los habitantes una rotunda negativa, porque se trata de un individuo aislado solicitando un servicio para una colonia, por ejemplo. Aquí se ve claramente que cuando participa toda la comunidad para presionar, se tiene mayores posibilidades de triunfo.
Ante este panorama, es imperativo que los mexicanos dejemos de esperar que algún gobernante mágicamente solucione nuestros problemas.
Sólo a través de la organización y la lucha conjunta lograremos mejoras reales en nuestras condiciones de vida. La clase política no está interesada en solucionar los problemas del pueblo; solo lo hará si siente la presión de una población organizada y consciente de sus derechos.
Es hora de abandonar la falsa esperanza de que algún día los políticos cumplirán sus promesas por voluntad propia. El verdadero cambio está en nuestras manos, y solo a través de una organización popular fuerte y estructurada podremos sacar adelante a nuestro país.
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