MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

La lucha de la juventud debe ser constante

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¿Qué es lo que le pasa a la juventud? ¿Por qué ahora los jóvenes están saliendo a las calles a dar la cara por el país? La respuesta a estas preguntas la encontramos en la historia, no es un estímulo puramente instintivo y espontáneo producto solo de la natural energía juvenil, sino que se observa cada vez más consciente.

La juventud en México parece estar despertando, abriendo los ojos y uniéndose para luchar por un bien común; parece que espontáneamente los jóvenes se sienten más cerca del pueblo, más interesados por los problemas sociales, en una actitud menos conservadora o indiferente que hace algunos años; pero eso no es suficiente para cambiar el rumbo de la nación, es necesario que la lucha juvenil tenga una meta y una dirección que tenga claras las razones de este movimiento. La pura espontaneidad no lleva muy lejos, es solo impulso instintivo, generoso, sí, pero sin idea, sin programa ni objetivos.

Durante algunas décadas, concretamente después de la represión al movimiento de 1968, y luego con la caída de la URSS y el bloque socialista del Este, los jóvenes de México permanecieron dormidos y sin involucrarse en la política, pues los medios de comunicación han jugado bien su papel, bombardeando a la juventud con contenidos que los orilla a alejarse de la política y de los problemas sociales. La debacle de la Unión Soviética y el triunfo del imperialismo pareció dejar sin esperanzas a los pueblos, y especialmente a los jóvenes, sin futuro posible, resignados a que la sociedad en que vivimos es la única posible y que, por lo tanto, no hay salida, ni razón para luchar.

Por eso tiene lógica el que se extendieran el alcoholismo y la drogadicción. A nadie le sorprende ver a jóvenes drogándose o asaltando en las calles: ha pasado a formar parte del cuadro general de nuestras vidas; pero si tratamos de ver más de fondo el problema, podremos percatarnos de que no es sólo la rebeldía natural de la edad, pues todos sabemos que el adolescente es rebelde por naturaleza, pero en estos tiempos la rebeldía mal orientada conlleva a estas acciones.

El capitalismo y en particular el neoliberalismo como su faceta más decadente, en el que el país se desarrolla, ha convertido todo en una mercancía; pero no hablamos sólo de cosas materiales, sino que los valores de la misma gente se han comercializado: la dignidad, el respeto, la honestidad, entre otros, han pasado de ser valores que forman a seres humanos sensibles dentro de una sociedad, a convertirlos en máquinas que sólo logran ver por sí mismos y no por el colectivo social al que pertenecen.

Para una lucha social que deje frutos es necesario que la juventud comprenda que la raíz de todos los problemas sociales que aquejan a la nación es la pobreza, la mala distribución de la riqueza en el país y en el mundo, un mundo que se ha transformado totalmente en mercancía.

Pero no es suficiente, como mencionaba más arriba, que la juventud sea rebelde; necesita tener una causa, una razón para luchar y una meta hacia dónde dirigir su lucha. No podemos tener sólo destellos de luchas; se necesita una lucha constante, que busque un cambio radical, y la juventud mexicana debe despertar y darse cuenta de que no basta solo con unos meses de lucha; no basta con mostrar la capacidad de la juventud y el compromiso con la patria solo como una luz a lo lejos. Y para conseguirlo debe ser educada, conocer las leyes del desarrollo social, las tendencias históricas, para poder incidir en la vida de la sociedad en forma progresiva, para poder ser útil, históricamente útil, me atrevo a decir, y contribuir al progreso real de la sociedad.

Los jóvenes mexicanos debemos unirnos, levantar nuestra voz y que el pueblo escuche que reclamamos una patria mejor, que soñamos, como alguna vez leí, "con un mundo todo lleno de luces, donde el hombre trabaje y viva sin llorar, donde el alma se expanda y vibre tiernamente como el ave que canta, como el cielo y el mar". Así que, sin duda, la tarea es educar y orientar a la juventud, a ese caudal de energía que requiere un cauce para no desbordarse de forma estéril.

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