MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Apreciados en museos, abandonados en la realidad

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Una flor que no se seca 

y que su aroma convence

es mi querida huasteca,

esa huasteca hidalguense…

Nicandro Castillo

Xochiatipan, Hidalgo

 

Efectivamente, así son las huastecas de San Luis Potosí, Veracruz y Tamaulipas, unas partes aunque pequeñas, las de Querétaro y Puebla y, obviamente la capital de las huastecas, Huejutla, Hidalgo (su nombre original era Huexotla o Huexota Altépetl); no lo dice un hidalguense chovinista, sino que históricamente así ha sido, mucho antes de que se dividiera la región en varias partes y quedaran territorialmente en los diferentes estados mencionados, es decir, antes de la conquista mexica y antes de la conquista española.

En el estado de Hidalgo, la Huasteca abarca la porción noreste del territorio, incluyendo ocho municipios Atlapexco, Huautla, Huazalingo, Huejutla de Reyes, Jaltocán, San Felipe Orizatlán, Xochiatipan y Yahualica.

En todos estos lugares, la población indígena es mayoritaria, representando aproximadamente el 85 % del total de habitantes de la zona. La ciudad más importante es Huejutla, como decía más arriba, los huastecos habían sido tributarios del imperio mexica, los cuales impusieron su lengua, su religión y su organización política y social, desapareciendo la lengua tenek en la región huasteca de Hidalgo, lengua que tiene nexos con la  familia maya y que aún sobrevive en la región norte de Veracruz, el norte de Querétaro y el sur de San Luis Potosí.

Quiero dar el contexto de la región para aquellos que no la conocen, que seguramente han visto fotografías, videos de las tradiciones emblemáticas y milenarias de la cultura huasteca, como lo son el Xantolo, una verdadera fiesta en honor a los muertos y el carnaval, muy arraigados en la región, donde a mexicanos y extranjeros ha llamado la atención para venir a conocer las costumbres y sus tradiciones.

La región huasteca no se distingue solamente por sus bellas tradiciones, también se destacan  los bellos paisajes, la música de viento y los tríos huastecos, donde los trovadores componen coplas al momento,acompañados de los alegres sones, que como dicen en sus versos, alegran los corazones; de eso soy testigo y todos aquellos que han escuchado los huapangos huastecos.

Quiero mencionar lo que dice Nicandro Castillo en los versos del huapango que compuso y lleva por nombre “el hidalguense”, todo es cierto, de tal manera que a través de dicho huapango podemos imaginarnos y darnos una idea, de la huasteca hidalguense.

Sin embargo, dentro de todo lo bello que he dicho de la región, de lo que los mismos hidalguenses se sienten orgullosos, existe la otra cara de la moneda, como todo tiene su antítesis, de la que casi nadie habla, porque ese rostro no es atractivo para el turismo. Me refiero a la miseria que hay en los jacales de los campesinos.

Para darse cuenta, no es necesario ir a las comunidades de difícil acceso de Huejutla o demás municipios, basta con darse un paseo en el mercado o tianguis de Huejutla, donde arriban miles de campesinos a comerciar sus productos o a adquirirlos, son fáciles de distinguir, muchos todavía con sus vestimentas y calzados que datan desde tiempos de la revolución mexicana, que se les llama “trajes típicos”.

Sin embargo, sabemos que la manta era la tela más barata a la que tenían acceso los peones de las haciendas para poder vestirse, así como el huarache de correa para calzar, no porque fuera del “gusto y preferencia” de los campesinos, sino porque no alcanzaba para más, este es el origen de la vestimenta de hoy en día de los huastecos y de muchos otros campesinos de varias partes del país: como Oaxaca, Guerrero, Puebla, Morelos, Chihuahua, Michoacán y otros más. 

Como se puede ver y palpar, los indígenas han estado en el olvido, abandonados y en la ignominia desde hace siglos, los funcionarios de distintos niveles de Gobierno, de distintos partidos, colores y sabores hasta ahora conocidos y habidos, no han  hecho nada para que esa gente, que son la mayoría, vivan dignamente como humanos. 

El actual Gobierno federal les ha creado la ilusión de que por medio de “tarjetitas” les está “ayudando”, lo que no logran ver es que con eso los está condenando a vivir siempre en la miseria, dependiendo de los apoyos gubernamentales, cosa que algunos empresarios y analistas han criticado a la población, como si los mexicanos no supiésemos trabajar y sólo estemos a la espera de la limosna oficial. 

La estrategia de los políticos mexicanos ha funcionado desde hace mucho tiempo; por eso la siguen practicando, la de otorgar “apoyos sociales” para no resolver los problemas de fondo. Además, de esta manera se garantiza el voto duro, por eso ¿para qué resolver el agua potable, pavimento, drenaje, vivienda, electricidad?

“Que los indígenas sigan viviendo de manera tradicional”, “así han estado por siglos”, “así les gusta vivir”, “que se alumbren con velas en sus chozas o jacales”, además “hace demasiado calor; las chozas están frescas”, “para qué quieren carreteras y calles pavimentadas, si ni vehículos tienen”, “para qué quieren agua entubada, si es mejor tomar agua fresca del manantial”, “se ha de sentir una experiencia religiosa ir a acarrear el agua como si fuera penitencia desde algún lugar entre las veredas”, “haciendo conexión con la naturaleza y los bellos  paisajes”.

Vaya argumentos de los que no transitan en lodazales, de los que no tienen que cargar el agua, la leña o el maíz con el mecapal, de los que no sufren de las inclemencias del tiempo, y de los que no saben qué ropa ponerse teniendo su guardarropa desbordado.

Debe quedar claro, que por más exposiciones fotográficas en plazas y museos que rindan los funcionarios o políticos a los indígenas, con esas nimiedades no los están reivindicando, sólo los están utilizando para dar muestras de “empatía y orgullo de los orígenes”, pero no hay otra cosa de fondo, más que explotarlos para el turismo y a la hora de las elecciones para el voto.

Que ningún partido político tradicional existente los representa, no lo hay, no existe todavía el partido de los pobres, ese hay que construirlo, y lo deben construir los indígenas, el pueblo pobre y trabajador si es que quiere hacer verdadera justicia social. Los pueblos son los que hacen las revoluciones, no los funcionarios o políticos desde sus palacios coloniales.

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