Guelaguetza, es una palabra de origen zapoteco que significa ofrenda o presente y se refiere a la acción de dar cuando la ocasión lo requiera y conscientes de que esa ofrenda será correspondida por quien la reciba. Cuando uno escucha esta palabra, lo primero que viene a la mente es: Oaxaca y la celebración anual en la que son anfitriones, que llena de color, tradición y cultura a la capital oaxaqueña, cada mes de julio.
Se remonta desde la época prehispánica, donde se reunían pueblos de las ocho regiones del estado en el cerro del Fortín, dedicando esta reunión a la diosa Centéotl, la diosa del maíz tierno o elote, a quien le ofrecían hermosas ofrendas y plegarias para concluir con el sacrificio de una doncella del pueblo.
En la época de la colonia se seguía celebrando, pero ahora consagrada a la Virgen del Carmen, estableciendo el 16 de julio como la fecha de celebración y en caso de que no fuera domingo, se celebraba el primer lunes después de la fecha, de ahí el nombre de
"fiesta del lunes del cerro".
Como forma de construir la identidad oaxaqueña y tomando como pretexto los 400 años de la fundación de la ciudad de Oaxaca, en 1932 se creó un espectáculo que involucrara a todas las regiones del estado, es así como surge el llamado "Homenaje racial", tomando como base, la celebración en honor a la Diosa Centéotl.
Con el paso de los años, lo que se denominó "Homenaje racial" se transformó en lo que hoy es, la Guelaguetza: un espectáculo que consiste en presentar los bailes, danzas, la cultura representativa de las ocho regiones y de los grupos étnicos. Embebido en lo que los folcloristas denominan "lo auténtico". Sin embargo, aunque es un espectáculo digno de admirar, hay muchos factores detrás de él que nos hace preguntarnos si en realidad sigue teniendo ese carácter de pueblo que tanto lo caracterizaba.
Tomemos en cuenta estos los siguientes factores:
1) Asistir a la Guelaguetza implica pagar un boleto para ingresar al auditorio, que van desde los 350 hasta los 13 mil pesos, y debido a que no todos lo pueden pagar, el Gobierno del Estado estando "consciente", hasta el año pasado optó por dejar el acceso gratuito al palco "C", lo que implica que quienes querían entrar gratis tenían que llegar temprano para estar en una larga fila y esperar su turno para entrar, si es que entraban y sino no importaba, pues también se coloca una enorme pantalla y sillas afuera del recinto. Sin embargo, en marzo del año en curso, Juan Carlos Rivera Castellanos, Secretario de Turismo, anunció que ya se van a cobrar los asientos del palco "C", esto para beneficio de "nuevas obras sociales" en la entidad, pues se estima que con el festejo de La Guelaguetza, se logre una derrama económica de 336 millones de pesos que se supone, beneficiará al pueblo oaxaqueño, esto último los hechos materializados lo demostrarán.
2) Olga Montes García, en una aportación a la Revista de Ciencias Sociales de la Universidad del Zulia Maracaibo, Venezuela, que lleva por nombre "La fiesta de la Guelaguetza: reconstrucción sociocultural del racismo en Oaxaca", recalca que dicha festividad "es una construcción del orden social oaxaqueño en el que está presente una estructura económica determinada y también relaciones de poder de una forma sutil, jerarquizando a los grupos sociales de acuerdo con sus intereses y hacen que para los demás grupos diferentes al suyo este orden aparezca como normal, como natural, manteniendo a los grupos étnicos en el mismo arraigo económico del que siempre han sido víctimas".
Y es que un ejemplo de es la información que fluyó en el año 2012, pues se denunciaba el mal trato que le daban a los participantes de la Guelaguetza, grupos indígenas que consideran un honor representar a su comunidad en dicho evento, pero que expresaban que ellos no reciben beneficio alguno, ni personal, ni para su comunidad.
3) Agreguemos que año con año, la convocatoria emitida a las delegaciones que desean participar se vuelve más exigente, intentando cubrir requisitos absurdos, pidiendo indumentaria en extremo original; pero los participantes son en su mayoría campesinos y a duras penas pueden cubrir esa parte.
Tomando como referencia estos factores, nos damos cuenta de que la Guelaguetza ya no tiene ese carácter de festividad hecha para el pueblo; la elitización y comercialización de dicho evento ha hecho que solo unos cuantos sean partícipes de ello, dejando de lado a las personas que hicieron posible su existencia.
En contraste a esto, el Movimiento Antorchista y su comisión cultural se ha dado a la tarea de organizar eventos sin fines de lucro, con el único objetivo de educar al pueblo con teatro, música, danza, poesía, oratoria y pintura; un ejemplo son las Espartaqueadas Culturales y Deportivas, en Tecomatlán, Puebla; el Concurso Nacional de Teatro y Pintura en San Luis Potosí; el Concurso Nacional de Declamación, en Querétaro y el Concurso de Folclor Internacional, en Oaxaca, donde por cierto, el 27 de noviembre del año pasado se logró reunir en el auditorio Guelaguetza a 12 mil personas, en su mayoría de comunidades indígenas del estado, que nunca había pisado tan bello auditorio y sin costo alguno, pero además los partícipes de dicho evento fueron grupos de danza de todo el país, bailarines, hijos de campesinos y obreros quienes han sido formados dentro de las filas de la organización, a quienes se les enseña que el arte y la cultura debe ser admirada por el pueblo humilde principalmente.
Entendamos pues, que llegó el momento de hacerle ver al pueblo oaxaqueño que el arte y la cultura no es para agrandar los bolsillos de las clases poderosas, sino un arma transformadora del pensamiento, que nos hace conscientes de nuestro entorno para así poder cambiarlo en beneficio de los más desprotegidos.
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