MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

La grave concentración de la riqueza se traduce en desigualdad

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Uno de los efectos más evidentes y preocupantes de la pobreza y desigualdad que hoy padece el centro de América Latina y el sureste de México, es, sin duda, el éxodo masivo de miles de seres humanos que viven huyendo de una profunda depauperación en todos los sentidos: económica, social, cultural y humana. El hambre, la falta de oportunidades de desarrollo de las familias, el crimen, la insalubridad, la ignorancia, entre otras cosas, que viven humildes centroamericanos, mayoritariamente hondureños y salvadoreños, se han convertido en coraje y decisión desesperada por buscar, fuera de su patria, un poco de lo que la sociedad desigual les ha negado: el derecho a vivir como seres humanos. Y es el caso que la inteligencia colectiva señala el norte como la región geográfica continental que ofrece mayores posibilidades de “éxito” en la huida, para alcanzar un objetivo del todo incierto, pero, al fin, lejos de su país. 

Este fenómeno social es un indicador innegable de la grave crisis que se vive y que comparten los países de Centroamérica con el nuestro, pues tampoco se puede obviar que miles de mexicanos han tomado la decisión de abandonar el país por causas similares a las que empujan a la emigración a nuestros hermanos centroamericanos. Sin embargo, conviene mirar lo que está pasando en Chiapas en donde los migrantes solicitan amparos para no ser detenidos por ingresar a nuestro territorio por la frontera sur de La entidad; ya que, por un lado, necesariamente afecta la vida nacional al interior de nuestro país; y por otro, nos obliga a quienes hemos mantenido una posición crítica ante el modelo económico y político imperante, a compartir una opinión con la esperanza de sembrar, en los pocos posibles lectores, la inquietud de vislumbrar una sociedad distinta, más humanista y un modelo económico que permita distribuir la riqueza en vez de concentrarla. 

México se ha caracterizado por ser un país que, a lo largo de su historia moderna, ha dado asilo tanto a personajes ilustres como a ciudadanos que por causas particulares eligieron a la nuestra como segunda patria, y también por ayudar a quienes hasta los últimos segundos se debatían entre la vida y la muerte, como sucedió en diciembre del 2021, hechos que, hasta antes de las políticas errantes de la 4T, valían como ejemplo de respeto y hospitalidad. 

Sin embargo, también sabemos que, como territorio vecino de los Estados Unidos, somos el paso obligado para alcanzar el “sueño americano” y en este trayecto, muchos migrantes que no han logrado cruzar la frontera norte hoy radican en nuestro país. El Reporte Internacional de Migración de la ONU en 2022 la cual muestra el dramático aumento en el desplazamiento interno ocurrido a causa de desastres, conflictos y violencia en un momento en el que la movilidad mundial se ha vuelto más lenta con motivo de las restricciones a los viajes por la pandemia de covid-19. “La cifra de pasajeros por aire en todo el mundo descendió en un porcentaje del 60% en 2020, pasando a 1.800 millones en ese año en comparación con los 4,500 millones registrados en 2019. Al mismo tiempo, el desplazamiento interno originado por desastres, conflictos o violencia aumentó hasta llegar a los 40.5 millones (de 31.5 millones registrados en 2019)”.

Así pues, es evidente, de acuerdo con los testimonios de los propios migrantes, como por los registros que los medios de comunicación han dejado para conocimiento de todos, que la gran mayoría, si no es que la totalidad, de personas que cruzan nuestra frontera sur, son pobres. Y que es ésta terrible condición la que ha empujado a miles de seres humanos a huir, literalmente, de su país para enfrentar los riesgos que conlleva dicho éxodo. 

 

La grave concentración de la riqueza que se traduce en una desigualdad absurda hoy escupe a miles de seres humanos del seno de su propia patria. La frontera de Chiapas hoy vive en la incertidumbre, porque miles de mexicanos humildes observan preocupados el trato hostil e inhumano que reciben los migrantes hondureños igualmente humildes y depauperados, pero el instinto de clase, en éste, como en todos los casos que registra la historia, más temprano que tarde, estará hermanando a los proletarios que enfrentados a su pobreza encuentran el coraje para salir adelante en busca de alimento y una vida digna.

Por tal motivo, urge considerar un cambio en el modelo económico de nuestro país, no sólo para revertir en México el crecimiento de la desigualdad, sino para generar condiciones que nos permitan ser una Patria generosa y justa, con empleo y salarios dignos que eleven la calidad de vida y el patrimonio de los mexicanos, con una política fiscal progresiva que permita una redistribución del gasto público que se traduzca en desarrollo para las comunidades, pueblos y ciudades del país. Estas condiciones, sin duda, permitirán sacar de la pobreza a millones de mexicanos y seríamos ejemplo de progreso para nuestros hermanos centroamericanos, además de que nos permitirían abrir generosamente las puertas de México para dar el refugio y el trato humano que merecen quienes hoy experimentan en nuestro suelo el hostil infierno que la pobreza ofrece como alternativa a seres humanos ávidos de justicia social.  Lamentablemente, hoy México no es ejemplo de Patria digna.

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