El estado de Michoacán, perteneciente a la región occidente del país, es rico en recursos naturales y tiene un gran acervo cultural en sus regiones, como la Cañada de los once pueblos, la meseta purépecha, tierra caliente, el bajío y la zona de montaña.
Tiene lugares que valen la pena visitar, como la reserva de la mariposa monarca, las ruinas de Parangaricutiro, los museos del cobre, los pueblos originarios. Por otro lado, su gastronomía también es muy diversa, desde las enchiladas tierracalenteñas hasta las carnitas de Quiroga, hay sabores para todos los paladares.
La Espartaqueada Cultural demuestra que, más allá de la pobreza y la violencia, los jóvenes michoacanos tienen la oportunidad de desarrollar su talento en las artes y conocer un mundo diferente, lleno de posibilidades para su futuro.
Las artesanías son otra atracción, como las catrinas, las guitarras, los muebles, las artesanías de cobre, de barro y de madera. En lo cultural, tenemos la tradicional danza de los viejitos, la de los pescadores y otras más que por motivo de espacio no mencionaré.
Sin embargo, toda esa belleza y riqueza se ve opacada por las condiciones de inseguridad y pobreza en las que vive gran parte de la población. No hay un día en que no aparezca el nombre de este estado entre las notas rojas de los periódicos y medios de comunicación, con un sinfín de títulos que evidencian los problemas de seguridad, en los cuales, lamentablemente, muchas veces los actores principales son jóvenes que ni siquiera han alcanzado la mayoría de edad.
A pesar de ser un estado productor de varios frutos, como frutillas, aguacate, guayaba, mango y limón, la pobreza persiste en la mayoría de los hogares, y se ve reflejada en el abandono escolar.
Según datos del Inegi, hay 570 mil niños sin primaria y 400 mil sin secundaria; casi un millón de niños fuera de las listas escolares debido a que tuvieron que abandonar los estudios o porque las condiciones económicas de sus padres no permitieron que cursaran un grado escolar.
Lamentablemente, esa es la realidad de muchos niños y jóvenes michoacanos, quienes desde muy temprana edad trabajan en el corte de la zarzamora, la fresa o el aguacate, por ejemplo. Y eso en el mejor de los casos.
En esas condiciones, es difícil pensar que puedan participar en un taller cultural, y mucho menos en un arte como canto, danza, música o poesía. La cultura, lamentablemente, no está al alcance de todos, sino solo de quienes tienen los recursos económicos para poder comprar el vestuario o los instrumentos, pagar el instructor o desplazarse a otro lugar para recibir clases.
Sin embargo, no tiene por qué ser así, y el Movimiento Antorchista lo ha demostrado con hechos.
A lo largo de los 50 años de existencia de esta organización, se ha dedicado a fomentar el arte y la cultura no solo entre los jóvenes, sino entre obreros, campesinos, comerciantes y amas de casa, es decir, que el pueblo haga cultura sin importar su estatus económico.
No conforme con esto, la organización ha organizado el evento cultural más grande a nivel nacional, en el que todo el pueblo puede participar, desde los niños hasta los adultos mayores, sin importar otra cosa que su talento. Este evento tiene como sede “La Atenas de la Mixteca”, Tecomatlán, Puebla, la cuna del antorchismo.
Este año, se cumplen 21 años de este proyecto, en el que se puede ver a un campesino declamar, a una ama de casa cantar o a un obrero bailar.
Aunque parezca extraño, esto no ocurre siempre, pues normalmente los adultos tienen roles de vida que no incluyen hacer arte. Sin embargo, este evento demuestra que sí se puede.
Para los jóvenes michoacanos, este evento representa además una oportunidad de conocer un mundo diferente, alejado de la realidad que conocen, de alejarse por un momento de los géneros musicales que solo los incitan a cometer delitos y a normalizar la violencia, acercándolos a la buena música, la práctica de la danza, la oratoria, el canto o la declamación, que es lo que debería practicar cualquier joven, incluso en los rincones más alejados del estado, como en las montañas o las costas.
Es aquí donde radica el verdadero triunfo de este proyecto antorchista: presentarles un panorama diferente en el que se pueden desarrollar, crecer y, sobre todo, hacerse más sensibles ante las injusticias y atropellos que recibe el pueblo pobre de Michoacán.
Que sepan que hay algo más allá del alcohol, las drogas y la delincuencia; que sepan que hay una organización que sí se preocupa por la juventud y por formar mejores elementos para juntos lograr una patria más justa.
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