Por estos días el PRI está difundiendo spots propagandísticos en los que su actual dirigente nacional, Claudia Ruiz Massieu, invita a la ciudadanía a recobrar la confianza en el viejo partido que detentó el poder después de culminada la fase armada de la Revolución mexicana en 1917, y que tuvo distintas etapas, pero que a partir 1929 se denominó Partido Revolucionario Institucional. En apariencia este partido está en un proceso de reflexión autocrítica para ser de nuevo el partido político que lleve las riendas del gobierno federal y también gobierne a una buena cantidad de estados y municipios en el país. A nivel de propaganda política "suena bien" ésta publicidad. Hay en apariencia sinceridad y genuino deseo de cambiar el rumbo del partido. ¡Por fin! -dirán algunos ingenuos o nostálgicos- el PRI se han dado cuenta de que es necesario cambiar, es necesario abandonar las viejas prácticas caciquiles de gobernar, es necesario dejar la soberbia y prepotencia para con los gobernados, es necesario que se acabe con la mala aplicación del presupuesto público y se atiendan las demandas de los más pobres y necesitados; y pareciera que después de la terrible debacle que mandó a un lejano tercer lugar con apenas el 16 por ciento de la votación nacional en las pasadas elecciones del 1º de julio de 2018, el viejo partido, haciendo un acto de contrición, ahora sí enderezará el rumbo para ganarse la credibilidad del pueblo mexicano.
Pero, eso dice la publicidad pagada por el PRI en televisión, radio y medios escritos, y otra cosa dice la realidad de ese partido en el estado de Hidalgo, pues resulta que su gobernante actual, Omar Fayad Meneses, mostrando los más deleznables atavismos propios de la vieja "clase" política de ese estado, no está cumpliendo con sus promesas al pueblo hidalguense de cuando fue candidato a gobernador. Y no sólo eso sino que ahora quiere ahogar con represión la lucha de la más importante organización de los pobres en Hidalgo, el Movimiento Antorchista, la cual le ha pedido que solucione las demandas de los pobres que viven en cientos de comunidades, ejidos y colonias pobres (pozos y redes de agua potable, electrificaciones, escuelas, drenajes, alumbrados públicos, clínicas para atender enfermos, etc.). Dos ejemplos de esa represión son: primero, el día 10 de abril El Movimiento Antorchista de Hidalgo programó -ante la insensibilidad de Fayad Meneses- una manifestación de 40 mil afiliados a la organización. Omar Fayad, para impedir que llegaran la mayoría de los manifestantes instrumentó un dispositivo para bloquear el acceso a Pachuca de más de 500 autobuses que transitaban por las principales carreteras que conectan a las distintas regiones del estado con la capital del mismo. Su maniobra, no le funcionó, pues los antorchistas, aunque tuvieron que caminar buena cantidad de kilómetros, finalmente, llegaron a la sede del gobierno estatal e instalaron su plantón; sin embargo, ese dispositivo abusivo y represor, causó serios problemas para los autobuses que viajaban ese día y, en San Agustín Metzquititlán, un chofer perdió el control volcándose el vehículo, dejando un saldo de 20 heridos y la muerte de doña Agustina, vecina de Tecacahualco, municipio de Atlapexco (Huasteca hidalguense). Segundo el día 3 de mayo, por la noche la policía estatal detuvo a 4 antorchistas en Pachuca sin ser éstos delincuentes, sin haber cometido ningún delito; la detención ilegal se realizó con la finalidad de intimidar a los ciudadanos que participan en las movilizaciones. ¿Es que así el PRI puede ganarse la confianza del pueblo de México? ¿Con gobernantes abusivos, insensibles y represores se puede recobrar la credibilidad de la ciudadanía?
Omar Fayad es un viejo político priista que ha tenido los más diversos cargos públicos en su entidad; por eso no desconoce la grave situación que tiene Hidalgo en cuanto a indicadores socioeconómicos. No desconoce que el Coneval (Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social) en Hidalgo en tan solo dos años la pobreza –de 2012 a 2014- pasó de 456,900 a 547,800, lo que representó el 54 por ciento de la población, y la población en pobreza extrema pasó de 276,700 a 350,500, lo que equivale al 12 por ciento de aumento. Los habitantes de Hidalgo viven por debajo de la media nacional y también de toda América Latina (El Programa de las Naciones Unidas para El Desarrollo -PNUD-, así lo sostiene). Para que Hidalgo, pueda alcanzar el nivel de vida de la Ciudad de México, podría tardar hasta 32 años, según el índice de Desarrollo Humano para las Entidades Federativas 2015 que realiza la ONU. Otros datos indican claramente que en Hidalgo hay mucha pobreza, hay un enorme rezago en educación, en salud, en empleo. Pero Omar Fayad quiere seguir gobernando en favor de los potentados de ese estado; quiere seguir con el engaño hacia la gran masa de parias empobrecidas. Ya va a cumplirse un mes de plantón y el gobernador no resuelve la problemática de decenas de miles de ciudadanos. Omar Fayad es un ejemplo muy evidente de que sirve a los grandes cacicazgos que quieren impedir que el pueblo logre acabar con la gran desigualdad social y con la miseria de los trabajadores.
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