MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

En Espita, Yucatán el ejercicio de gobierno es la intimidación

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En pleno siglo XXI, cuando se esperaría que los servidores públicos trabajaran para el beneficio de sus comunidades, muchas de las cuales han vivido años en el olvido sin acceso a agua, luz, drenaje o incluso una vivienda digna, los funcionarios siguen comportándose como verdaderos caciques, como si Yucatán retrocediera en la historia.

Un hecho preocupante ocurrió recientemente en el municipio de Espita, donde un grupo de ciudadanos, encabezados por su dirigente, la ingeniera Taurina Benítez Adán, acudió al Palacio Municipal para gestionar demandas urgentes relacionadas con vivienda, salud, educación, apoyo al desempleo, el campo y los artesanos, entre otras.

 

Las carencias de los espiteños no son recientes, sino el resultado de años de abandono por parte de administraciones que han ignorado el bienestar de la población.

Estas necesidades fundamentales fueron desestimadas de manera prepotente por el alcalde Mario Isaías Sánchez Esquivel, quien, en lugar de dialogar, recurrió a la intimidación, mostrando una actitud autoritaria.

A dicha comisión, integrada por ciudadanos del municipio, el edil la recibió con despotismo y desprecio hacia quienes lo llevaron al cargo que hoy ocupa. Según los presentes, su actitud fue la de un líder de un grupo de mafiosos.

Cuando los gestores intentaron exponer las necesidades de la comunidad, el alcalde, en tono soberbio y sin ofrecer una solución real, se limitó a decir: “Ya he dado algún apoyo”, en referencia a un traslado que brindó anteriormente a una ciudadana, como si ese gesto aislado resolviera los problemas estructurales del municipio.

La realidad de Espita es alarmante: el 38.9 % de la población vive en extrema pobreza y el 51.7 % en pobreza moderada. Además, el 43.2 % de las viviendas no tiene drenaje, el 7.8 % carece de agua entubada a la red pública y el 14.6 % cuenta con un solo cuarto. Ante esta situación, el antorchismo busca soluciones para mejorar la calidad de vida del pueblo espiteño.

Sin embargo, el actuar de Sánchez Esquivel evidenció su desprecio por las necesidades de la población.

Desde el inicio de la reunión, dejó claro su desinterés al atender a la comisión en un pasillo, sin reconocer que su puesto se debe al voto del pueblo. Ninguna autoridad había tratado con tal desdén al pueblo organizado como lo hizo el edil de Espita.

Lejos de buscar soluciones, el alcalde justificó su indiferencia diciendo que “sabe cómo hacer su trabajo”, una frase que, en lugar de tranquilizar a los presentes, dejó en evidencia su falta de disposición para escuchar. 

Acto seguido, dio por terminada la conversación y abandonó el lugar, dejando un ambiente de tensión y frustración entre los asistentes. Por si fuera poco, ordenó que fueran escoltados hasta la salida por elementos policiacos y él mismo supervisó que su orden se cumpliera, mientras los oficiales tomaban fotografías a quienes acudieron a gestionar apoyo.

Los problemas sociales en Espita son muchos, y el Movimiento Antorchista está dispuesto a coadyuvar con el gobierno para solucionarlos. No buscamos enseñarle al edil cómo hacer su trabajo, pues se supone que es una persona calificada y, por ello, ocupa el cargo desde el que hoy desestima las necesidades del pueblo.

Las carencias de los espiteños no son recientes, sino el resultado de años de abandono por parte de administraciones que han ignorado el bienestar de la población. Lejos de rechazar al pueblo organizado en Antorcha, el alcalde debería trabajar de la mano con él para marcar la diferencia con sus predecesores, quienes optaron por la prepotencia y el desprecio y hoy han sido relegados al basurero de la historia como malos gobernantes.

Compañeros antorchistas de Espita, los llamo a seguir unidos y organizados, a no ceder ante estas intimidaciones. No bajemos la guardia y sigamos luchando por lo que, como ciudadanos, nos corresponde por derecho. 

Sigamos firmes y apoyemos a nuestra dirigente, la ingeniera Taurina Benítez Adán. No la dejemos sola en esta lucha, porque, de no hacerlo, estaremos condenados a vivir siempre en el olvido.

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