En la sociedad actual, cualesquiera que analicemos, predomina el individualismo y el egoísmo, y penetra en la mente de todo ser humano la idea de que, todo lo que logre en el trayecto de su vida será producto del esfuerzo individual y que por tanto cada quien tiene que velar por sus propios intereses.
Sin embargo, el desarrollo de la sociedad en su etapa primitiva nos demuestra que esta forma de concebir el desarrollo del ser humano llega sólo cuando el hombre descubre la agricultura y la ganadería, esto le permitió en primer lugar dejar de ser nómada y por tanto hacerse sedentario e ir acaparando todo aquel sobrante que ahora le permitían el desarrollo de estas dos ramas de la producción aunado también al desarrollo de las fuerzas productivas, como el descubrimiento del arado o el asentarse cerca de los ríos; por tanto, lo que constituía la vida tribal también se fue disolviendo, se disolvió el trabajo colectivo, se acabó con el papel de la mujer en dicha sociedad como la administradora de los bienes recaudados por la tribu, se acabó, con la protección que toda la tribu tenía que brindar a cada uno de sus integrantes, y que puede resumirse en que era una actitud solidaria y de ayuda mutua para protegerse y enfrentar todas las adversidades naturales cuyas leyes estaban fuera del alcance del conocimiento de este ser primitivo.
Esto me viene a la mente, porque en el mundo que ahora vivimos donde al hombre se convierte en lobo del hombre, la situación de desvalidos de los más humildes del mundo y de México por supuesto, les hace revivir aquel primer instinto de conservación y protección que fue tan importante para que el ser humano sea capaz hoy de producir un gran sobrante y de conocer y dominar las leyes de la naturaleza en beneficio del mismo hombre, el problema está en que de todos estos logros solo unos cuantos son beneficiarios, es decir, los herederos de aquellos primeros acaparadores, mientras la inmensa mayoría de la población se encuentra desposeída, sin lo más elemental para comer, curarse y educarse y además impotente ante las adversidades naturales, que, a los dueños de todo, con tal de proteger sus intereses, no les importa que la parte más desvalida de su raza sea azotada por dichos fenómenos naturales.
Ese gran instinto de conservación, de ayuda y protección a los más débiles para lograr su supervivencia se manifestó en los primeros diez días de este mes de noviembre, en las más de 220 toneladas de alimentos enviados desde todos los puntos del país a las familias Tabasqueñas en desgracia, fue un gran ejemplo de solidaridad del pueblo que tan poco tiene y que tan poco recibe de la gran riqueza que en este país se produce, fue el pueblo desprendiéndose de un kilo de frijol, de arroz, niños donando un paquete de galletas o unos cuantos dulces, para aquellos niños que hoy están sin casa, sin alimentos, sin ropa, sin nada.
Pero este pueblo se atreve a decirles a sus hermanos tabasqueños que no están so que se unan y se organicen, que contaran con su apoyo, para que el problema de las inundaciones que siempre los tiene en zozobra dejen de ser el peligro que hoy son, que juntos daremos el gran grito de Tabasco al agua nunca más, que juntos exijamos al gobierno que haga un estudio serio, un plan técnico, científico, un plan hídrico debidamente analizado que evite la solución forzada por el momento que hasta hoy se ha dado, cuyo fin siempre ha sido, desviar el agua hacia donde viven los más humildes para que los intereses económicos de la zona se vean lo menos afectados posible.
Es por eso entonces que el pueblo mexicano debe permanecer unido, mostrando esa solidaridad que nos ha representado por años, ya que el individualismo y el egoísmo no nos llevará por el camino correcto, hace más de 45 años que el Movimiento Antorchista ha materializado la consigna "somos un solo hombre, somos un solo ideal" no como palabras vanas, sino como una verdadera unidad como hermanos de clase que somos.
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