En el marco del festejo del Día del Maestro, quisiera abordar algunos puntos que me parecen importantes, pero que a lo largo del tiempo se han ido olvidando.
El maestro, que surgió como una necesidad de la sociedad para transmitir los conocimientos adquiridos, tomó en un momento dado el papel de líder de una comunidad: no sólo para enseñar en las aulas, sino también para encabezar las demandas de dicha colonia o comunidad y buscar una solución, de ponerse al frente en una asamblea y llevar a cabo un proyecto en beneficio de todos.
Anhelar el carácter revolucionario del maestro tiene que ser el sueño no sólo de los antorchistas, sino del pueblo en general, porque ellos son parte fundamental de nuestra sociedad.
El maestro ha sido uno de los pilares de esta sociedad. Sin embargo, hoy esa misma sociedad que lo tomó como ejemplo lo ha venido apartando. Desde el gobierno se ha venido denigrando su carácter de líder y su papel como parte fundamental de la enseñanza.
Así, vemos cómo el salario del maestro es uno de los más bajos; cómo las prestaciones que por ley deberían recibir no llegan o están “en espera”. Somos testigos de manifestaciones de maestros que durante meses no recibieron salario alguno, y cómo estos mismos han denunciado las pésimas condiciones en las que laboran.
El maestro de hoy no es el mismo que el de hace diez años o el de antes de la pandemia, pues las condiciones económicas y sociales lo han orillado a asumir solamente un papel formativo, sin involucrarse más allá.
En nuestros días, el maestro es objeto de burla y desprestigio, situación que debe cambiar de inmediato, comenzando por el gobierno federal: creando condiciones óptimas de trabajo y condiciones económicas dignas, haciendo de esta labor —la enseñanza— algo que muchos anhelen, y no sólo un simple trabajo.
Es necesario recordar esto, porque en Antorcha Magisterial se ha venido impulsando el papel del maestro como ese líder, tanto del aula como en las comunidades; que no solo vea por el interés educativo, sino que se involucre más allá: en la lucha por mejores condiciones laborales, por mejorar incluso las condiciones de vida de los habitantes de las comunidades, pero también por mejorar las condiciones de su propio gremio.
Anhelar el carácter revolucionario del maestro tiene que ser el sueño no sólo de los antorchistas, sino del pueblo en general, porque ellos son parte fundamental de nuestra sociedad.
Son los maestros quienes están formando al hombre nuevo del mañana, quienes tienen en sus manos el poder de educar y transformar conciencias para revolucionar nuestra sociedad. Hoy es momento de recordarlo y de ponerlo en marcha todos los días.
Desde estas líneas, mi reconocimiento a Antorcha Magisterial, que día con día se esfuerza por dar más de su tiempo, que están en el mismo camino que nosotros, y que buscan una vida mejor para todos los mexicanos.
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