In memoriam David Benítez Valdivia
Desde su nacimiento, el Movimiento Antorchista ha tenido claro su proyecto de nación: construir una patria más justa y equitativa para todos los mexicanos, principalmente la clase trabajadora, que somos la inmensa mayoría, más de 85 millones de mexicanos.
Para ello, existen cuatro ejes fundamentales: creación de empleos, salarios dignos, reorientación del gasto social y una carga tributaria progresiva.
Sin embargo, para poder materializar este proyecto, también es necesaria la gente que se encargará de implementarlo de forma directa.
La educación de los maestros revolucionarios debe ser incendiaria: formar jóvenes científicos con alta calidad humana que alcen la voz ante las injusticias.
¿Quiénes son? El mismo pueblo mexicano; para ello se requiere también un “hombre nuevo”, un hombre solidario, fraterno, sano, inteligente, con una educación integral capaz de anteponer sus intereses personales a los del colectivo.
Y es, precisamente, en este punto, donde se materializa la relevancia de una educación integral y de los responsables de impartirla: los docentes. Estos maestros, a su vez, deben ser los primeros en asimilar el proyecto educativo y político de Antorcha para poder replicarlo y transmitirlo eficazmente.
Lograrlo no es tarea sencilla, se requiere de abnegación, trabajo, esfuerzo y sacrificio. El docente debe entender que la educación está en manos de las clases dominantes, de quienes controlan los medios de producción y, por tanto, controlan todo, hasta la ideología, incluida la educación.
De ahí que el proyecto educativo de Antorcha busca que los estudiantes tengan acceso a una educación crítica, científica y popular para transformarse en esos hombres nuevos, en jóvenes multidisciplinarios que potencialicen sus habilidades en el deporte, en el arte y en la ciencia, siempre sintiendo los problemas de la sociedad como propios y poniendo su conocimiento al servicio de esa misma sociedad para transformarla en la patria justa y equitativa que todos requerimos.
Señalamos que esa es tarea de los docentes y, para ello, el docente mismo debe ser competente, es decir, tener alta calidad académica y un dominio completo en el área en la que se desempeña, en la ciencia.
Otro aspecto fundamental es desarrollar el eros pedagógico, lo que les permite ser verdaderos transformadores de la realidad y de este sistema obsoleto; la educación integral, como ya se dijo, también es imprescindible.
El más importante de los aspectos que debe haber en una educación revolucionaria es el aspecto político, porque esto nos ayuda a entender la realidad y tomar partido.
Al contrario de lo que plantea la educación oficial, que sólo busca preparar a mano de obra calificada para que se integre al aparato de producción de forma sumisa y enajenada, la educación de los maestros revolucionarios debe ser incendiaria: formar jóvenes científicos con alta calidad humana que alcen la voz ante las injusticias, capaces de protestar sin miedo al sentir, como en carne propia, el dolor de todos los males que se le ocasionan a la humanidad.
Si los docentes forman este tipo de profesionistas revolucionarios, científicos y humanistas, fraternos con sus hermanos de clase, estarán formando los pilares que sostendrán a esa nueva sociedad justa y equitativa por la que pugna el Movimiento Antorchista, y en la cual ha trabajado sin descansar un solo día, desde hace cinco décadas.
Traigo esto a cuenta, precisamente por el Día del Maestro, que, si bien es cierto que se trata de un festejo, no deja de ser una fecha en la que deben analizar y evaluar las necesidades actuales del magisterio, los logros, avances y, por qué no, también retrocesos que han logrado en estos últimos tiempos, la forma en que replican la educación y lo que han logrado con los jóvenes y niños en los que día a día influyen dentro del aula.
Al final de cuentas, los maestros son también obreros de la educación y son fundamentales, pieza clave, en la construcción de la sociedad que busca Antorcha.
Aprovecho estas líneas para recordar al maestro David Benítez Valdivia, quien fuera un joven profesor que dedicó su vida a la formación de jóvenes revolucionarios a través de la enseñanza.
Durante muchos años trabajó con los niños y estudiantes en las escuelas del sur de la ciudad de Puebla y, en sus últimos años, en el vecino municipio de Ocoyucan.
Durante su labor, jamás se limitó a trabajar en un horario establecido por la SEP; siempre buscó que los educandos, aun después de clases, siguieran aprendiendo, siguieran desarrollándose, y una de sus características fue preocuparse y ocuparse por el trabajo cultural; sumarse activamente para resolver las necesidades de su entorno, para transformar la realidad de esos jóvenes y que tuvieran mejores condiciones de vida.
A pesar de las carencias de vestuarios elegantes, grandes producciones o escenarios de renombre, era de confiar que el profesor David Benítez, en cada oportunidad que tuviera, presentaba un modesto evento cultural.
Aunque modesto, tenía gran valor dentro de la lucha revolucionaria; para muchas familias humildes, esos eventos fueron su único acercamiento a la cultura y el arte, y eso es parte de la educación que busca Antorcha con la formación del hombre nuevo.
También encabezó gestiones, junto con sus vecinos, para atender carencias de agua potable, electrificaciones, pavimentaciones, y la misma construcción y equipamiento de escuelas que han beneficiado a cientos de jóvenes de aquellos años y, hasta el día de hoy, esas obras, fruto de la lucha organizada de la que él fue parte, siguen beneficiando a muchas familias humildes de la clase trabajadora de México.
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