MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Adultos mayores y el doble abandono de la 4T

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El pasado 1° de octubre fue el Día Internacional del Adulto Mayor. Esta conmemoración fue declarada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1990, y desde entonces el mundo ha envejecido. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), se prevé para 2050 que las personas mayores de 60 años sean el 22 por ciento de la población total, es decir, alcanzarán los dos mil millones de personas. 

Según datos del censo del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) 2020, en Yucatán hay 284 mil 31 adultos mayores de 60 años y se ubica en el sexto lugar con más personas de la tercera edad en todo el país. Para darnos una idea, en el estado hay 51 abuelitos por cada 100 niños; mientras que la media nacional es de 48. La pirámide poblacional se invierte: la menor presencia de niños y adolescentes y mayor de personas adultas y envejecidas requiere una nueva visión social, cultural y económica sobre los distintos segmentos de la población y su funcionamiento.

El sujeto que envejece se enfrenta con una desvalorización social, producto de un modelo cultural acerca de la vejez que la define como una etapa de decadencia en lo físico y en lo mental. Los adultos mayores ya no son portadores de lo que esta sociedad consumista levanta como modelos: la belleza, el poderío físico y el ser productivo. 

La discriminación que padecen los viejos en función de su edad se denomina viejísimo. Este prejuicio provoca que la vejez sea considerada como algo ajeno a nosotros, impidiendo prepararnos para enfrentar nuestro propio envejecimiento. 

Es cierto: la vejez produce un regreso de la dependencia a la familia en particular y a la sociedad en general, con sustanciales demandas de manutención y cuidado. En México, de los 15.4 millones de adultos que hay, únicamente el 41.4 por ciento son económicamente independientes; mientras que el 18 por ciento viven en el abandono. Esto acarrea riesgos en la salud emocional e incluso llega a provocar tendencias suicidas. De acuerdo con Gina Villagómez Valdés, del Centro de Investigaciones "Hideyo Noguchi" de la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY), si bien los adultos mayores no optan por el suicido en términos generales, el abandono del autocuidado y la automedicación, son conductas que buscan provocar o acelerar la muerte. Estas situaciones, menciona, son consecuencia de la falta de recursos, del descuido de la misma familia y la falta de acceso a instancias de salud que les puedan dar una atención oportuna.

La falta de atención del Gobierno a esta problemática, es otro tipo de abandono. Por ejemplo, existe un déficit de médicos geriatras. Actualmente, según el Instituto Mexicano de Geriatría, sólo hay 742 especialistas en todo el país; se necesitarían cuatro veces más para atender de forma adecuada a las personas de la tercera edad. 

Tampoco se han pensado políticas específicas para fomentar la creación de empleos y actividades para los adultos mayores que les permita continuar siendo útiles y productivos, lo que es fundamental para su salud y su economía. Hasta ahora el actuar gubernamental se ha limitado a la entrega de pensiones bimestrales.

Con la crisis sanitaria se acrecentó el problema: algunas medidas y discursos en la pandemia por covid-19 han sido discriminatorios y de violencia económica para los adultos mayores. El manejo de la información es catastrófico, se estigmatiza la vejez como el sector más vulnerable, pero, no se dimensiona cómo los afecta. En este contexto, las dependencias destinadas a proteger a los adultos mayores pararon. El Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores (Inapam) de Yucatán lleva casi un año y medio cerrado. Según los reportes, las instrucciones del Gobierno federal son no retomar las actividades ni hacer nada “para que el adulto mayor permanezca en casa”. 

A pesar que en Yucatán sólo el 13.5 por ciento no cuenta con algún servicio gratuito de salud; esto representa 38 mil 554 personas de más de 60 años que no tienen acceso a la salud. A esto hay que sumarle lo difícil que resulta la comunicación, cuando el 70 por ciento de los abuelitos habla alguna lengua indígena; además de que la digitalización de los trámites y servicios impuesta por la crisis de la Covid-19 forma una muralla cada vez más difícil de cruzar.

Es claro que las necesidades son urgentes y numerosas, es por eso que las medidas necesarias para solucionarlas deben ser colectivas, apoyadas en la participación de toda la sociedad en su conjunto y deben ser impulsadas desde el Gobierno, con un enfoque hacia la prevención y no, como tradicionalmente, al tratamiento: se debe buscar evitar la aparición de la enfermedad y promover el bienestar. Para ello se debe garantizar el acceso a los servicios de salud y la creación de empleos. 

Esta conmemoración del Día Internacional del Adulto Mayor nos trae reflexiones importantes. Como dice el poeta guatemalteco Otto René Castillo en ‘Informe de una injusticia’, “¿por qué entre nosotros sufren tanto los ancianos si todos habremos de ser viejos algún día?” Y es que, si cada vez seremos más los adultos mayores en el futuro, la ampliación del programa de pensiones trae nuevas dificultades; se debe tener certeza de dónde se tomarán los recursos para cubrir la demanda. No sería justo seguir haciendo recortes al presupuesto en materia de salud con tal de pagar las pensiones, siendo que serían los mismos beneficiarios de las pensiones los que se afectarían con la escasez de medicamentos ante los recortes del gasto en el sector salud. Es aquí donde la ciudadanía tiene que intervenir para exigir a las autoridades que tomen medidas que garanticen el bienestar de todos, que es nuestro derecho. 

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