En un México profundamente marcado por la desigualdad, el arte se erige como un refugio y, al mismo tiempo, como un arma para el cambio. Más allá de su dimensión estética, las expresiones culturales tienen el potencial de despertar conciencias, movilizar comunidades y cuestionar las estructuras de poder. Esta es la apuesta del Movimiento Antorchista Nacional (MAN), que ha hecho del arte un eje central en su lucha por una sociedad más justa y equitativa.
Prueba de ello es el XXIII Encuentro Nacional de Teatro, programado para los días 22, 23 y 24 de noviembre en San Luis Potosí. Este evento, de gran relevancia cultural, congregará a más de 500 participantes, incluyendo actores, directores y tramoyistas. Lo destacable no es solo la magnitud del evento, sino también su carácter profundamente popular: la mayoría de los actores no son profesionales, sino amas de casa, estudiantes y jóvenes que dedican su tiempo a ensayar y dar vida a las obras. Este esfuerzo es financiado de manera independiente, muchas veces mediante colectas, frente a un contexto gubernamental que ha disminuido la inversión en cultura en los últimos años.
En un México profundamente marcado por la desigualdad, el arte se erige como un refugio y, al mismo tiempo, como un arma para el cambio.
El Encuentro Nacional de Teatro no es un simple espectáculo; es un espacio para la reflexión colectiva. A través de la representación de obras de dramaturgos clásicos como Shakespeare, Calderón de la Barca y Sófocles, se exponen las problemáticas que atraviesan a nuestra sociedad: pobreza, desigualdad, explotación laboral y opresión. Más allá de los escenarios, estas obras buscan resonar en el espectador, invitándolo a cuestionar y actuar. Como señala un informe de la UNESCO, las artes escénicas fortalecen el tejido social y fomentan un sentido de identidad colectiva, un objetivo que el MAN ha abrazado con éxito.
En un país donde más del 40% de la población vive en pobreza, según cifras del INEGI, y donde los índices de desigualdad están entre los más altos de América Latina. Una prueba del poco interés por la cultura en México es que en el Presupuesto para 2025 se prevé un recorte de 30% a la cultura, el más bajo desde la creación de esa institución. La apuesta de Antorcha por la cultura, entonces, no es trivial.
El arte, en este contexto, se convierte en una herramienta para visibilizar las injusticias y para fortalecer la conciencia de clase. El teatro no solo entretiene; educa, moviliza y transforma conciencias, como lo demuestra la participación masiva y el impacto de eventos como este.
El esfuerzo cultural del MAN adquiere aún más relevancia en un entorno político y económico que ha marginado al sector artístico. Desde 2018, el presupuesto federal para cultura ha sufrido recortes significativos, reflejando una despriorización del arte como motor de cambio social. Sin embargo, lejos de resignarse, el MAN ha respondido con más vigor, demostrando que la verdadera transformación no depende exclusivamente de recursos gubernamentales, sino de la voluntad y el compromiso colectivo.
El teatro, como otras ramas de las bellas artes promovidas por el MAN, trasciende la simple representación escénica; se convierte en una plataforma para visibilizar los sueños, dolores y luchas de las comunidades marginadas. Esta labor se enmarca en una visión marxista-leninista que sostiene que un mundo mejor es posible si la riqueza se distribuye de manera equitativa. Pero para alcanzar este objetivo, es necesario un pueblo educado, organizado y consciente. Como diría el Che Guevara, el primer paso es aprender a sentir profundamente cada injusticia, y el arte tiene la capacidad única de inculcar esta sensibilidad.
Ante la apatía y la desinformación, iniciativas como el Encuentro Nacional de Teatro nos recuerdan que el cambio no es solo una posibilidad, sino una necesidad. En cada representación, se cimientan los ideales de justicia y equidad, y se demuestra que el arte popular puede ser una chispa que encienda la transformación social. El llamado es claro: reconozcamos y apoyemos estas trincheras culturales. Porque en cada escena, en cada obra, está la semilla de un México más consciente, solidario y digno.
Que las voces del pueblo, que resuenan en el Teatro de La Paz y en el Centro de Difusión Cultural “Raúl Gamboa”, sigan iluminando el camino hacia una sociedad más justa. Nos vemos en San Luis Potosí: vayamos a presenciar no solo un evento cultural, sino una declaración de resistencia y esperanza.
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