MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Totalidad concreta y perspectiva filosófica

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¿Qué es lo que define al pensamiento filosófico? O, en otras palabras, ¿qué es lo específicamente filosófico? La cuestión no es fácil y el esfuerzo que conlleva tratar de responder estas preguntas implica ya un ejercicio filosófico. Examinando la historia de la filosofía notamos que una característica que atraviesa gran parte de los esfuerzos de los pensadores clásicos de la filosofía es la de integrar su investigación en una perspectiva de totalidad, en una concepción del mundo que hace que se comprenda a la realidad como un todo determinado de cierta forma, que es la que explica la forma concreta en que aparece la realidad concreta. La intención es, pues, esta: explicar lo real, conocerlo, y, en esta medida, se torna necesaria la perspectiva de totalidad.

La totalidad como visión del mundo es, a grandes rasgos, comprender que detrás de la experiencia de las cosas diversas existe una unión que permite concatenar la vida del ser humano como un todo, en donde los hechos aislados son partes de la misma totalidad. Esto es importante porque permite posicionarse ante el mundo de distintos modos. En el plano de la filosofía, por ejemplo, podemos tomar como referencia la teoría del conocimiento y decir que solamente si entendemos a la realidad como un todo, podemos argumentar a favor de aquellas posturas que dicen que la realidad es cognoscible de manera total o, por lo menos, en su totalidad concreta.

Uno de los filósofos que más trabajó para comprender su tiempo de forma concreta, sin limitarse a las apariencias bajo las cuales se manifiestan los fenómenos, fue Hegel. Vemos a través de los textos de Hegel dos recuperaciones, la comprensión del mundo como una totalidad y el esfuerzo porque esa totalidad no sea a costa de sacrificar el conocimiento de las cosas concretas. Es necesario comprender bien esta relación entre la totalidad y lo concreto, pues su aparente contradicción ayuda a clarificar cómo es que puede conocerse la realidad a pesar del punto de vista relativo que es inherente a los seres humanos como sujetos que observamos el exterior.

En la Fenomenología del espíritu Hegel escribe: “Lo verdadero es el todo. Pero el todo solamente es la esencia que se completa mediante su desarrollo. De lo absoluto hay que decir que es esencialmente resultado, que sólo al final es lo que es en verdad, y en ello precisamente estriba su naturaleza, que es la de ser real, sujeto o devenir en sí mismo.” (Hegel, 1966;16). Si solamente “lo verdadero es el todo”, debemos conocer el todo para poder avanzar en nuestro conocimiento. Pero el todo del que nos habla Hegel no es un todo abstracto, que por decir todo no diga nada, es aquí en donde entra en juego el concepto de lo concreto.

Tomemos como base el ejemplo del grano de sal redactado igualmente en la Fenomenología…: un grano de sal parece ser una cosa simple, casi sin determinaciones; sin embargo, al observarlo de manera más detallada nos damos cuenta de que no es así, lo que parecía lo más simple en realidad puede tener determinaciones que forman parte de la cosa que determinan qué tanto la conocemos. Un grano de sal tiene cierta forma, que le da cierta cualidad, tiene además color, sabor y una composición química; todo eso hace que mientras más conozcamos las múltiples determinaciones que hacen que el grano de sal sea tal, más nos acerquemos al conocimiento del grano de sal como totalidad, esto es, la totalidad de las particularidades que lo determinan, que lo hacen ser. Esta era una de las cuestiones importantes para la forma de hacer ciencia propuesta por Hegel.

A través del razonamiento anterior conectamos con una forma distinta de problematizar esto mismo, que es la relación de lo abstracto y lo concreto. Lo abstracto es, para Hegel, lo más indeterminado; lo concreto es lo más rico en determinaciones. En uno de sus artículos titulado ¿Quién piensa abstractamente?, curioso por su claridad, expone que al contrario de lo que muchas veces pensamos, lo más concreto no es aquello que se nos aparece claramente a nuestros sentidos, aquello que podemos palpar y sentir; ni lo más abstracto es aquello que imaginamos como elaboraciones súper complejas, especulativas, que no tienen relación con las cosas materiales; sino que todas las cosas, todos los fenómenos pueden ser abstractos y concretos dependiendo de qué grado de generalidad se abarque o de qué tantas determinaciones se tomen en cuenta. En este sentido, explica en su artículo, el pensamiento abstracto no es propiedad del/la académico/a, por lo menos no del buen pensador/a que busca el desarrollo verdadero de la realidad concreta, sino de quienes juzgan aún desde el punto de vista de la indeterminación.

La totalidad en la que piensa Hegel no es una totalidad abstracta, no es todo el universo indeterminado, por lo tanto, no es una teoría del ser universal abstracto. El Espíritu Absoluto del que él habla está siempre determinado por las cosas concretas, no puede existir fuera de este mundo y siempre se manifiesta a través de lo material. Dicha totalidad es la determinación científica del fenómeno, esto es, las múltiples determinaciones que hacen que la cosa sea como es, por lo que, si bien es una gnoseología, es también una ontología. La totalidad que en un primer momento es presentada como indeterminación abstracta necesita ser llenada de concreción para poder conocer la totalidad concreta que determina al fenómeno. Todo este despliegue del razonamiento que va desde lo abstracto a lo concreto, para poder regresar a lo universal pero ya lleno de determinaciones, es el método de conocimiento que Hegel desarrolló en sus obras más importantes.

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