Terminaron los días de guardar, así suelen decir las buenas gentes que gustan de preservar sus tradiciones religiosas, una vez que, con el domingo de resurrección, comienza la semana de pascua. Se sabe que ésta, muy difundida y tradicional celebración santa, fue acordada en el Primer Concilio de Nicea, reunido en el año 325 precisamente en Nicea de Bitinia, imperio romano, hoy parte de la provincia Bursa en Turquía, ubicada, gracias a los estrechos llamados el Bósforo y los Dardanelos, entre Asia y Europa. El día más activo y esperado por todos los creyentes - y no tan creyentes también -, es el viernes santo, cuando es costumbre escenificar el via crusis o camino de la cruz, que representa según la tradición, los últimos momentos vividos y recorridos por Jesús de Nazaret, desde su detención, hasta su crucifixión en El Calvario y su posterior sepultura. Desde entonces, la expresión "vía crucis", se usa también para referirse a todo tipo de dificultades complicadas y desgastantes, que se presentan en la vida cuando se necesitan alcanzar ciertos objetivos. Pues bien, ahora digo que, la Semana Santa terminó para los pobres, pero, mutatis mutandis, no termina el via crusis que ahora les toca vivir bajo el gobierno federal de la Cuarta Transformación (4T).
No, en verdad que no son sólo ganas de verter hiel, sobre la miel, que algunos dicen que representa el gobierno del señor López Obrador. Es más, he dicho y lo sostengo, que, "haiga sido como haiga sido" - como dicen que dijo un presidente -, el señor Obrador ya es el presidente de todos los mexicanos, y por ese sólo hecho, tiene ganado decir o hacer o dejar de hacer, cuanta cosa quiera, en sus conferencias mañaneras o donde se le pegue la gana, si para eso ganó, ¡faltaba más! Pero, por lo mismo, es decir, porque el señor ahora es el presidente y representante de todos los mexicanos, el pueblo pobre de México, sobre todo, también tenemos ganado el derecho, con el debido respeto a la investidura, de disentir, criticar, proponer o reclamar, conforme a lo estipulado en los artículos 8º y 9º de nuestra Constitución.
Y porque creo conveniente sustentar mi afirmación, permítaseme aquí un caso, tan sólo uno, que a mí me sugieren un largo "via crucis", y tal vez hasta una dolorosa "crucifixión", pero sin "resurrección" alguna.
Primeramente, quiero traer aquí el recuerdo del trágico accidente acaecido hace un año, en un tramo de la autopista Colima - Manzanillo, justamente al terminar la Semana Santa. "Familiares piden justicia en el primer aniversario luctuosos del accidente en Turla", así tituló la nota el portal electrónico de Archivo Digital, y luego nos recordó los trágicos hechos. El 21 de abril de 2018, una familia colimense regresaba de las playas de Manzanillo, cuando en el kilómetro 123 de la autopista mencionada, un contenedor atiborrado de mercancías se desprendió de un tráiler y cayó justamente encima del pequeño automóvil donde se trasladaba una familia; diez murieron al instante aplastados y uno sobrevivió, cinco de los muertos eran niños. El chofer del tráiler fue encarcelado casi al momento, pero luego fue liberado, hasta hoy está prófugo. Al año, los familiares regresaron al lugar de los hechos donde montaron un pequeño altar, lugar donde exhiben también un cartel con la foto del chofer asesino. Sólo quieren justicia, y nada más.
Preguntará acaso usted, amigo lector, que, ¿dónde entra aquí el gobierno de la 4T? Ahora le digo. Se sabe bien a través de la prensa local y nacional, que el puerto de Manzanillo es ahora uno de los puertos con mayor movilidad comercial no sólo del país, sino de toda América Latina; recientemente se informó que por su efectividad lograda en el año 2018, se ubicó ya en el tercer lugar de todos los puertos de Latinoamérica, sólo por debajo de los puertos de Santos, Brasil, y Colón, Panamá. Que su efectividad consistió en movilizar 271 mil contenedores más, en relación al año 2017, llegando a un total de 3 millones 071 mil contenedores movilizados en el 2018. Tan sólo al pensar que fue precisamente, uno de estos festejados contenedores, el que aplastó y dio muerte a la familia que referimos, uno pudiera imaginar que cosas como estas no serían tan ignoradas por un gobierno tan progresista y tan del pueblo como se dice ser el de la 4T. Pero, ¡oh sorpresa!
No obstante un sinnúmero de accidentes sangrientos como el que aquí refiero, ni las evidentes pésimas condiciones urbanas que padece la ciudad del puerto de Manzanillo, se dice en los medios que el gobierno del señor López Obrador tiene contemplado, con mucho interés, la inversión de 22 mil millones de pesos para la construcción de un nuevo puerto que se ubicará en el Vaso II de la Laguna de Cuyutlán. ¿Qué significará esto para los grandes inversionistas que quieren apoderarse del puerto? Dejemos aquí que lo diga Sergio Quiñónez Rosales, vicepresidente de la Asociación Nacional de Importadores y Exportadores de la República Mexicana (Anierm): "Es una meta nada sencilla, pero haciendo más eficiente los despachos aduaneros y atrayendo a más socios comerciales de Asia, se podrá lograr. No nos vamos a conformar, lo queremos todo y tenemos con qué lograrlo". (El Noticiero, pág. 2, 17/04/2019). ¡órales!, y ¿qué para las humildes familias de los pobladores del puerto, los visitantes y el turismo? Nada, para ellos nada, o tal vez sí: trabajo explotador o muerte por aplastamiento por algún contenedor repleto de mercancías. Lo dicho, todo un vía crucis para el pueblo pobre y trabajador.
Pero si esto no bastara, recordemos a los padres de los poco más de 4 mil 259 niños y niñas colimenses que se quedarán sin guardería, junto con los cientos de trabajadores y trabajadoras que en éstas ganaban su sustento. O los miles de desaparecidos y asesinados por la jornada violenta en todo el país, cuyas cifras, de tan sólo en estos tres primeros meses del año, ya causan un alarmante escalofrío, aunque se maquillen con "otros datos". Mal vamos con la Cuarta Transformación. ¿Cuantos crucificados más necesita señor Obrador?
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