MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Superexplotación, desarticulación y subdesarrollo: hacia una recuperación crítica de la teoría marxista de la dependencia

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Introducción

El gran problema del “desarrollo económico” consiste en que, para elevar el nivel de vida de la población, se necesita tanto aumentar productividad del trabajo para incrementar la riqueza por habitante, como lograr que esa riqueza producida llegue en cantidad suficiente a todas las personas. El estancamiento económico y la desigualdad en la distribución de los recursos son, entonces, los dos grandes obstáculos para mejorar los estándares de vida de la población. En la medida en que cualquiera de los dos se agrava (estancamiento o desigualdad), las posibilidades de que las masas accedan a una vida mejor se reducen o de plano desaparecen. Ahora bien, uno de los puntos centrales de esta problemática es que crecimiento y distribución no son dos fenómenos independientes, sino que están inseparablemente relacionados: lo que sucede en el ámbito del crecimiento impacta a la distribución, y viceversa. Tener esto en cuenta es crucial para entender al capitalismo latinoamericano en general y al mexicano en particular, caracterizados por una enorme desigualdad (incluso cuando se compara con otros países capitalistas) y un crecimiento económico siempre volátil que, en la mayoría de los casos, es insuficiente para sostener durante periodos prolongados procesos en los que mejore el nivel de vida de las masas a trabajadoras.

Uno de los grandes aportes de la teoría marxista de la dependencia (TMD), cuya elaboración más completa en América Latina corresponde la Dialéctica de la dependencia de Ruy Mauro Marini (1973) es que aplica las herramientas proveídas por Marx en El Capital para explicar la relación entre crecimiento y desigualdad en los países periféricos, considerándolos dentro de la dinámica de la acumulación capitalista global. Al hacerlo, Marini contribuyó a elaborar una teoría del subdesarrollo que unifica el análisis del comercio internacional, de la evolución industrial y de la distribución del ingreso. Es esta capacidad de aplicar creativamente la metodología marxista a las condiciones específicas de América Latina lo que le dio su popularidad incomparable durante los setenta del siglo pasado. Sin embargo, las elaboraciones teóricas que han seguido a la obra de Marini, así como otros trabajos en la misma tradición adolecen de un problema común, que es la ausencia de análisis empíricos que permitan contrastar las proposiciones teóricas con la realidad y, en ese proceso, confirmarlas, reafirmarlas o refutarlas. El objetivo de este trabajo es sentar las bases para realizar esa tarea. Para eso, exponemos el argumento de la Dialéctica de la dependencia centrándonos en el concepto de desarticulación, que relaciona los niveles de explotación de la clase obrera (distribución funcional del ingreso) con la evolución de la estructura industrial de los países dependientes. Al final, presentamos una serie de vías por medio de las cuáles fortalecer a la teoría a través del análisis empírico de sus principales proposiciones. 

Superexplotación, desarticulación y subconsumo

¿Qué es la súper explotación?

Para el marxismo, la clave para entender los procesos de distribución de la riqueza producida en una sociedad capitalista debe buscarse en las relaciones que se establecen en el proceso de producción. Allí se determina la distribución inicial del nuevo valor generado, es decir la parte que corresponde a los salarios de la clase trabajadora y la plusvalía que se a su vez se distribuye en forma de ganancia, interés o renta a las clases no productoras. Por eso Marini analiza la relación entre distribución del ingreso y desarrollo capitalista partiendo de ese mismo punto. 

A su vez, la relación de explotación en el proceso de producción se puede sintetizar de la siguiente forma: dado el valor de la fuerza de trabajo, el plusvalor está determinado por la diferencia entre la duración de la jornada de trabajo y el tiempo de trabajo necesario. El tiempo necesario es, a su vez, igual al valor de la fuerza de trabajo. Este último, por su parte, está determinado por el valor de los bienes y servicios que constituyen “la canasta de reproducción obrera” en una formación social determinada. 

El capital es valor que crece por medio de la explotación del trabajo asalariado. Por lo tanto, mientras mayor sea la plusvalía obtenida, en mayor grado se habrá cumplido el objetivo del capital y más acelerada podrá ser su crecimiento. El análisis de los métodos para aumentar la plusvalía desempeña entonces un papel central en la teoría de Marx. Éste identificó dos formas fundamentales. La primera consiste en extender el tiempo de trabajo excedente incrementando la jornada laboral. A la plusvalía que emerge como resultado de la prolongación de la jornada laboral, Marx la denomina plusvalía absoluta. En la segunda forma, la jornada laboral permanece constante, pero el tiempo de trabajo necesario disminuye: esto sucede como consecuencia de una disminución en el valor de la fuerza de trabajo, que es posible mediante el aumento de la productividad en los bienes y servicios que constituyen la canasta de reproducción obrera. La producción de plusvalía relativa implica que es posible aumentar la plusvalía dejando constante el consumo real del proletariado. Esto sería la base de la experiencia en los países desarrollados en donde, a partir de mediados o finales del siglo XIX, la clase obrera comenzó a experimentar aumentos en sus salarios reales. 

Además de estos dos métodos principales, Marx identificó otra forma que, en cierto modo, se haya entre las dos antes expuestas: el aumento en la intensidad del trabajo. Esto se refiere al incremento en el número de operaciones o tareas que los trabajadores de una determinada unidad productiva realizan por unidad de tiempo. La tecnología usada es la misma, y la jornada laboral también, pero el resultado al final del día es una mayor cantidad de mercancías con el mismo valor unitario que antes y, por lo tanto, una mayor masa de plusvalía. Así, el aumento de la intensidad al nivel del capital individual actúa de forma similar al incremento de la jornada laboral. 

Ahora bien, en estos dos últimos casos (aumento de la jornada o de la intensidad), emerge una posibilidad que Marx anotó: trabajar durante más tiempo, o hacerlo más intensamente, en tanto que implica un gasto mayor de energía física y mental, aumenta las necesidades de consumo de los trabajadores si es que han de reproducir su fuerza de trabajo en condiciones normales. Es decir, si se generaliza esta situación de mayor intensidad laboral o de jornadas más largas, el valor de la fuerza de trabajo aumentaría igualmente. Por lo tanto, si en esta situación hipotética el salario no aumenta, o no aumenta lo suficiente, esto significaría que a los trabajadores se les paga un salario inferior al valor de su fuerza de trabajo, es decir, un salario que les impide reponer su fuerza de trabajo en unas condiciones históricas y sociales determinadas. Aunque Marx mantiene el supuesto de que el salario es igual al valor de la fuerza de trabajo a lo largo de todo El Capital, en varias ocasiones reconoce la importancia real de esta “tercera forma” de aumentar la plusvalía:

“Sin embargo, en la práctica la reducción forzada del salario por debajo de este valor tiene una importancia demasiado grande para que no nos detengamos un momento a examinarla [...] gracias a esto, el fondo necesario de consumo del obrero se convierte de hecho, dentro de ciertos límites, en un fondo de acumulación de capital” (Marx, 1973: 505)  

Esta situación de precio inferior al valor de la fuerza de trabajo -a la que se puede llegar por múltiples mecanismos- es lo que la TMD denomina superexplotación del trabajo, puesto que aquí la clase obrera no solo produce un valor superior a su salario (explotación), sino que este último es insuficiente para acceder a un nivel de consumo “normal” en una sociedad determinada (superexplotación). 

Ahora bien, en el capitalismo, el objetivo de cada capital es siempre el aumento de la plusvalía (bajo la forma de ganancias, rentas o intereses), lo que implica que estos tres grandes métodos se hacen presentes en mayor o menor medida siempre y en todo el mundo capitalista. Como afirma Marx: 

“La tasa de plusvalía depende, en primer lugar, del grado de explotación de la fuerza laboral. [...] El cero de su costo (de la fuerza de trabajo, JL) es [...] un límite en un sentido matemático, siempre fuera de su alcance (de los capitalistas, JL), aunque siempre podemos aproximarnos cada vez más a él. La tendencia constante del capital es forzar el costo de la mano de obra de nuevo hacia este cero.” (Marx, cita de Smith, 2016)

Sin embargo, el elemento crucial de la versión de la TMD representada por Marini (1973), es el incorporar al análisis teórico del desarrollo desigual el hecho de que estos métodos de producción de plusvalía tienen una importancia distinta en los dos grandes “bloques” del sistema capitalista mundial: el centro y la periferia. La proposición fundamental es que, en el mundo subdesarrollado, la superexplotación del trabajo es una característica estructural del capitalismo y se constituye en el método principal de producción de plusvalía; esto contrasta con el centro, en donde la producción de plusvalía relativa como consecuencia del cambio tecnológico tiene el papel fundamental. La implicación inmediata de esto es que la tasa de explotación es superior en la periferia que en el centro. Sobre este tema volveremos más adelante.  

Superexplotación e intercambio desigual

Ahora bien, de acuerdo con la TMD, estos dos fenómenos (distintas formas primarias de aumentar la plusvalía), son dos caras de la misma moneda, y se explican por el intercambio desigual que se efectúa entre los países desarrollados y subdesarrollados. En sus términos más sencillos, en el intercambio desigual se opera una transferencia de valor de los países periféricos a los países centrales. La superexplotación emerge como la forma en que los capitales locales de los países periféricos compensan esta transferencia de valor, cuya manifestación inmediata es una menor rentabilidad de las inversiones. El método para elevar esa rentabilidad, dañada por el intercambio desigual, es intentando, con un alto grado de éxito “forzar el costo del trabajo hacia… cero”, utilizando los métodos anteriormente señalados: el aumento de la jornada y la intensidad sin un correspondiente incremento del salario, o incluso la simple compresión salarial. La plusvalía obtenida por esta vía, la de la superexplotación, le permite, pues, a los capitales nacionales compensar o al menos reducir las pérdidas del intercambio desigual. 

Antes de discutir las implicaciones de la superexplotación, que es el objetivo central de este trabajo, es necesario detenerse un momento en el intercambio desigual. Marini propone tres mecanismos por medio de los cuales se genera esta transferencia de valor en el intercambio entre países (Dias Carcanholo & Correa, 2021).  Estos son 1) la diferencia en productividad en las mismas ramas de producción 2) la composición de capital más elevada en el centro y 3) el monopolio del centro en importantes ramas de la producción. Ahora bien, las distintas teorías del intercambio desigual han sido objeto de amplia discusión y crítica. Para lo que nos ocupa, una de las críticas más importantes es que no se especifica en qué sentido la superexplotación “compensaría” las pérdidas del intercambio desigual: ¿lo hace con respecto a una hipotética situación de autarquía del país periférico? ¿o con respecto a la tasa de ganancia que se obtiene en los países desarrollados? No es claro por qué esa compensación es necesaria. 

Sin embargo, el punto que se defiende en este artículo es que el intercambio desigual no es condición necesaria para el surgimiento de la superexplotación como característica estructural del capitalismo dependiente. Para entender esto, nos podemos aproximar con la siguiente pregunta: ¿por qué los capitales de los países centrales no “súper explotan” a su clase obrera de manera estructural? De acuerdo con la TMD, estos se benefician del intercambio desigual y, por lo tanto, no tienen que “compensar” ninguna pérdida operada en el intercambio desigual. Pero el objetivo de los capitalistas no es compensar pérdidas, sino maximizar la plusvalía apropiada. Aunque se sostiene que esto sucede primordialmente por medio de la producción de plusvalía relativa, no es claro cómo esto no se podría combinar con la superexplotación de la clase obrera en el centro. 

Marx señala una posible forma de abordar el problema: “cuando la maquinaria… gradualmente toma el control de todo un campo de producción, [...] una sección de la clase trabajadora … se vuelve superflua [...] inunda el mercado laboral y hace que el precio de la fuerza de trabajo caiga por debajo de su valor” (Marx, cita de Smith 2016: 237)

Aquí, como apunta Smith (2016), Marx se refiere a los episodios cíclicos de cambio tecnológico que, en virtud de que aumentan al ejército industrial de reserva, reducen la capacidad de resistencia de la clase obrera y le permiten al capital sostener la superexplotación, lo que es posible hasta que el ejército de reserva o población sobrante regresa a su proporción normal y con ella el poder relativo de la clase obrera vis a vis el capital. Lo que es específico del capitalismo dependiente sería que la clase obrera carece sistemáticamente de la fuerza suficiente para evitar que el salario caiga por debajo del valor de la fuerza de trabajo; y esta debilidad estructural tiene su causa central en que, a diferencia de los países centrales, en los países dependientes la magnitud relativa de la población sobrante no tiene, fundamentalmente, un comportamiento cíclico, sino que se suele mantener constante en el tiempo. Nos referimos a los enormes contingentes que se hayan en el llamado “desempleo disfrazado” que representan una sección nada despreciable de la llamada economía informal, y que, en el siglo pasado, y en muchos de los países menos desarrollados actualmente, se concentran en la pequeña producción agrícola. Los ingresos de esta población, que está más o menos integrada con la gran producción capitalista, operan como el límite inferior para los salarios de la clase obrera “propiamente dicha”. Esto es así porque los capitalistas pueden disponer de “reservas ilimitadas de trabajo”, lo que empuja a la baja los salarios en el sector capitalista formal. El secreto de la superexplotación debe encontrarse, entonces en el proceso de desarrollo capitalista dependiente que provoca una proletarianización incompleta o una población sobrante permanente. Esto es lo que Samir Amin (1970) llama “transición al capitalismo periférico”, que contrasta con la forma de desarrollo capitalista en los países centrales. La consecuencia más importante de esta forma de transición y desarrollo capitalista es la proletarianización incompleta, que presiona permanentemente a la baja los salarios del proletariado industrial formal. Creemos que este hecho constituye un mejor fundamento de la superexplotación que el intercambio desigual.

Súper explotación y mercado interno: la economía desarticulada

En este punto el argumento se torna fundamental para entender la dinámica de las economías dependientes, y es crucial para los análisis sobre crecimiento y distribución que constituyen el corazón de la economía del desarrollo. Marini sostiene que la superexplotación generalizada del trabajo, al restringir la capacidad de consumo de las clases trabajadores, reduciéndola al mínimo, tiene como consecuencia necesaria una demanda interna igualmente mínima de bienes de consumo. En palabras de Marini: “Lo que sostengo es, [...] que la superexplotación al restringir el consumo popular, no lo convierte en un factor dinámico de realización” (Marini, 2008 :188). En las economías latinoamericanas previas a los periodos de industrialización del siglo XX, esto significó que el eje de la acumulación de capital sería el sector externo, es decir que “el factor dinámico de realización” eran los mercados extranjeros.  Esto contrastaba con la experiencia de los países avanzados, en donde los salarios eran, por un lado, un costo para el capitalista individual, pero, por el otro, fuente de demanda para el capital en su conjunto. En los países periféricos, el trabajo se constituyó en sus inicios casi exclusivamente como un costo, dado que la masa salarial no era fundamental para la realización del plusvalor.

Aquí se llega a un concepto clave para la TMD que después ha sido recuperado por otras corrientes en la economía del desarrollo: el concepto de desarticulación. Una economía capitalista está desarticulada cuando la realización del plusvalor (la venta de las mercancías) es independiente de los salarios de la clase trabajadora. Pensemos en el caso extremo: una economía que solo produce capitalistamente para los mercados exteriores o bienes de lujo para la clase capitalista sería un ejemplo de una economía totalmente desarticulada, puesto que los salarios de la clase obrera no desempeñarían ningún papel para la venta de las mercancías producidas bajo la lógica capitalista. La desarticulación tiene dos implicaciones fundamentales. 

La primera es que reducir los salarios hasta el mínimo indispensable permitiría aumentar exactamente en la misma proporción la plusvalía y por lo tanto acelerar la acumulación de capital, sin amenazar en lo más mismo la estabilidad del sistema. O, con otras palabras, una mayor desigualdad puede sostener tasas de crecimiento más elevadas. A esto se refiere Marini cuando afirma que: 

“Como la circulación se separa de la producción y se efectúa básicamente en el ámbito del mercado externo, el consumo individual del trabajador no interfiere en la realización del producto, aunque sí determina la cuota de plusvalía. En consecuencia, la tendencia natural del sistema será la de explotar al máximo la fuerza de trabajo del obrero, sin preocuparse de crear las condiciones para que éste la reponga, siempre y cuando se le pueda reemplazar mediante la incorporación de nuevos brazos al proceso productivo” (Marini, 1973: 134)
 
En suma: la lucha distributiva entre la clase obrera y la burguesía se agudiza al extremo, y no hay elementos objetivos en el funcionamiento del sistema que operen a favor de una atenuación de la superexplotación y, en ocasiones, ni siquiera de un aumento en los salarios reales de la clase obrera. Esto contrasta con el capitalismo en los países desarrollados durante gran parte del siglo XX, que representaban el caso opuesto: una economía articulada. En este caso, los salarios de la clase obrera constituyen el rubro principal de la demanda. Esto implica que existe un vínculo bien definido entre la masa salarial y la realización del plusvalor. En este caso, el mercado interno se constituye en el eje fundamental de la acumulación y se crean las condiciones para el “contrato social demócrata” (Amin, 1970), explicadas muy claramente por Sweezy: 

“La burguesía del centro aprendió a partir de la experiencia histórica que una situación que permite la elevación del nivel de vida del proletariado (una tasa de plusvalía estable combinada con productividad creciente) no solo era funcional sino indispensable (subrayados JL) para la operación del sistema en su conjunto [...] lo que esto significa es que una tasa de plusvalía en aumento, por más deseable que sea para el capitalista individual sería un desastre desde el punto de vista de las sociedades capitalistas del centro consideradas como un todo” (Sweezy, 1982: 215, traducción propia).”

Un aumento sostenido en la tasa explotación era “un desastre” porque el consumo obrero era fundamental para la realización de la plusvalía: cosa que no es el caso en las economías desarticuladas-dependientes, volcadas a los mercados exteriores y a la esfera de “alto consumo”, es decir aquél orientado a las clases altas que concentran una proporción enorme de la riqueza social. 

La segunda implicación está íntimamente relacionada con la primera. Como afirma Marini: “la suposición de que yo afirmo que los trabajadores no participan del mercado interno es una caricatura (Marini, p.188)”: no existe ninguna economía, por más desigual y orientada al exterior que sea, en donde los trabajadores no consuman las mercancías producidas capitalistamente. Lo que la superexplotación provoca es que este consumo sea reducido y se mantenga estancado. Por lo tanto, los sectores capitalistas que producen bienes de consumo popular enfrenten una demanda extremadamente baja. La baja demanda, a su vez, hace que inversiones que, potencialmente, aumentarían la productividad del trabajo en esos sectores no sean rentables, como afirman Osorio & Reyes (2020: 222): “serán entonces capitales menos poderosos los que se abocarán a producir para el mercado interno de los asalariados, reducido por los efectos de la súper explotación y por el enorme número de trabajadores recluidos en la superpoblación relativa”.

En suma: de acuerdo con la TMD, la superexplotación generalizada tiene las siguientes consecuencias fundamentales:

El mercado exterior y la esfera de alto consumo se constituyen en los ejes de la acumulación capitalista. Esto intensifica la dependencia, puesto que la acumulación de capital en la periferia se convierte en una función de la acumulación de capital en el centro. En contraste con los países avanzados, los países periféricos carecerían de un desarrollo capitalista endógeno, que se sostenga “sobre sus propios pies”. El ritmo del crecimiento vendría determinado entonces, casi en su totalidad, por circunstancias exteriores a la formación social dependiente. 
Se agudizan “las condiciones antagónicas de distribución” entre la burguesía y el proletariado: estando este último en una desventaja sustancial estructural. La consecuencia es una polarización en la distribución del ingreso mucho mayor que en el capitalismo central. 
El poder adquisitivo de la clase trabajadora es sumamente bajo. La limitada demanda interna opera en contra de la acumulación de capital acelerada en sectores que producen bienes de consumo para la clase trabajadora nacional. Podemos ilustrar el problema de la siguiente forma: dado el creciente papel del capital fijo en la producción capitalista, introducir mejoras técnicas de este tipo solo es “rentable” para el capitalista individual si éste espera vender una determinada cantidad “x” de mercancías en un periodo determinado. Cuántas mercancías será capaz de vender en un periodo determinado es una magnitud determinada por el poder adquisitivo de la clase obrera. Cuando éste es muy bajo, vender “x” no es factible y la inversión no se lleva cabo. Si esto les sucede a todos los capitales en un sector, el resultado es el estancamiento de la inversión y, con él, del desarrollo de la fuerza productiva del trabajo. 

En suma: la acumulación basada en la súper explotación genera y acrecienta la dependencia, la polarización económica y el estancamiento en importantes sectores económicos. 

Discusión 

Como se mencionó en la introducción, dialéctica de la dependencia representa un parteaguas en la teoría marxista en tanto que es uno de los esfuerzos más rigurosos por utilizar la teoría de El Capital para entender la especificidad del capitalismo dependiente en general y latinoamericano en particular. Su atractivo deriva de que ofrece un esquema lógico perfectamente articulado que provee explicaciones para las principales tendencias del capitalismo latinoamericano: la superexplotación generalizada del trabajo, la dependencia en el mercado exterior y la franja de alto consumo para la realización del plusvalor, y el estancamiento relativo del aparato industrial doméstico. Ahora bien, es precisamente en este carácter de modelo teórico en donde yacen sus principales limitaciones y el mayor riesgo, que consiste en sustituir el estudio de la realidad concreta por un determinado esquema teórico. 

En ese sentido, una de las principales deficiencias de las elaboraciones en esta tradición ha sido la debilidad del estudio empírico de la acumulación capitalista en los países latinoamericanos: las proposiciones fundamentales de la teoría han carecido, en lo fundamental, de su correspondiente contraste con la realidad. Una parte de esto se debió, en su momento, a la ausencia de datos estadísticos con las características necesarias. Este problema, hoy, sin embargo, ha quedado fundamentalmente superado. Del mismo modo, importantes desarrollos en la teoría económica en general hoy proveen herramientas importantes para avanzar en la concretización de la dialéctica de la dependencia. 

Lo que sigue es una propuesta para abrir una agenda de investigación que ayude avanzar en la comprensión de la dependencia, la explotación y el subdesarrollo. Proponemos un camino para avanzar en el estudio empírico de las proposiciones fundamentales de la teoría de la dependencia.

Primero: como apuntamos anteriormente, la consecuencia de la superexplotación del trabajo generalizada sería una tasa de explotación mayor en los países dependientes que en los centrales. Además de los problemas de disponibilidad de datos, nos enfrentamos con problemas problema clásico de medir variables marxistas utilizando datos construidos con enfoques conceptuales distintos. Sin embargo, es posible afirmar que, a niveles muy agregados, las variables construidas con magnitudes monetarias ofrecen una buena aproximación a lo que sucede en términos de valor. Así, diversos trabajos han comenzado a producir estas comparaciones a nivel internacional. Un ejemplo es Basu et. al, (2022), en donde los autores calculan tasas de ganancias mundiales para el periodo 1960-2019. Utilizando sus datos, presentamos en la figura 1 una serie histórica con la participación de las ganancias en el valor agregado, que es equivalente a la tasa de explotación, para 4 grupos de países de acuerdo con su PIB per cápita. La gráfica muestra que el supuesto de tasas de explotación superiores para países más “pobres” se sostiene. Para el periodo 1970-2019, la tasa de explotación es superior para los grupos de países menos desarrollados. Dos fenómenos importantes que señalar son la convergencia que se comienza a observar entre los grupos durante el periodo neoliberal. El otro es que estos datos contienen no solo las compensaciones a los asalariados sino los ingresos de los autoempleados, que suman cientos de millones en los países subdesarrollados. Así, esto sesga a la baja la tasa de explotación en estos países.


Figura 1
Nota: La tasa de explotación (s/v) es equivalente a la participación del plusvalor en el valor generado s/(s+v), donde s es el plusvalor y v el capital variable. Fuente: elaboración propia con datos de Basu et al. (2022)


Segundo: la proposición de que, en los países periféricos la producción de plusvalía se realiza principalmente mediante la súperxplotación en contraste con el centro (plusvalía relativa) puede aproximarse a nivel agregado: es posible “descomponer” el crecimiento de las ganancias (proxy imperfecta de la plusvalía) en sus distintos componentes: crecimiento de los salarios reales y productividad. En particular, es posible estimar si el crecimiento de la participación de las ganancias se debe a una caída en los salarios reales, a un aumento de la productividad o a una combinación de ambas. 

Tercero: se afirma que, como consecuencia de la superexplotación generalizada, los salarios de los trabajadores desempeñan un papel limitado en la realización de la plusvalía. Como consecuencia, el papel principal lo desempeñan las franjas de alto consumo y los mercados exteriores. Mediante el uso de matrices insumo-producto y matrices de contabilidad social, es posible estimar, para una economía determinada, el peso del consumo de cada decil de la distribución del ingreso en el consumo y en la demanda final total. También es posible contrastar esto con el peso de las exportaciones en la demanda final total. Cuando se analiza esto mismo en el tiempo, será posible aproximarse a la respuesta de si el factor más dinámico de crecimiento, o el eje de la acumulación de capital es el sector externo, el orientado a los bienes de lujo o el orientado a los bienes de consumo popular. 

Cuarto: relacionado con lo anterior, se vuelve necesario contrastar los patrones de inversión y crecimiento de la productividad en los sectores que constituyen la canasta de reproducción obrera y aquellos dedicados a las franjas de alto consumo y exportación. ¿Es cierto que los últimos muestran mucho mayor dinamismo que los primeros?

Estos planteamientos no pretenden proponer una metodología mecánica para aceptar o tirar por la borda a la teoría de la dependencia en su conjunto. Por el contrario, sostengo que en la medida en que vayamos dando respuesta a estas preguntas tendremos una comprensión mucho más precisa de las formas que asumen la dependencia y la superexplotación, causa principal de la miseria que padecen las grandes masas trabajadoras. De esa forma, el objetivo estratégico de la clase obrera en los países dependientes, la lucha inmediata por eliminar la superexplotación, podrá irse conjugando con una estrategia de desarrollo económico de largo plazo que sirva de guía para cambiar los patrones de especialización y acumulación que reproducen el subdesarrollo. 

 


Referencias

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Carcanholo, M. D., & Corrêa, H. F. (2020). Ruy Mauro Marini (1932–97). In Routledge Handbook of Marxism and Post-Marxism (pp. 526-533). Routledge.

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Basu, D., & Vasudevan, R. (2021). Global value chains and unequal exchange: Market power and monopoly power.

Basu, D., Huato, J., Jauregui, J. L., & Wasner, E. (2022). World Profit Rates, 1960–2019. Review of Political Economy, 1-16.

de Janvry, A., & Sadoulet, E. (1983). Social articulation as a condition for equitable growth. Journal of Development Economics, 13(3), 275-303.

Osorio, J., & Reyes, C. (2020). La diversidad en el sistema mundial capitalista. Procesos y relaciones en la heterogeneidad imperante. México: Gedisa–UAM.

Marini, Ruy Mauro. Dialéctica de la dependencia (1973). En publicación: América Latina, dependencia y globalización. Fundamentos conceptuales Ruy Mauro Marini. Antología y presentación Carlos Eduardo Martins. Bogotá: Siglo del Hombre - CLACSO, 2008. ISBN 978-958-665-109-7

Marini, Ruy Mauro (2008). América Latina, dependencia y globalización. Compilador Carlos Eduardo Martins. – Bogotá: CLACSO y Siglo del Hombre Editores

Marx, Carlos (1973), El capital, t. III, Fondo de Cultura Económica, México 

Nieto Ferrández, M. (2015). Cómo funciona la economía capitalista: una introducción a la teoría del valor-trabajo de Marx.

Smith, J. (2016). Imperialism in the twenty-first century: Globalization, super-exploitation, and capitalism’s final crisis. NYU press.

Sweezy, P. M. (1982). Center, Periphery, and the Crisis of the System. In H. Alavi & T. Shanin (Eds.), Introduction to the Sociology of “Developing Societies” (pp. 210–217). Macmillan Education UK. https://doi.org/10.1007/978-1-349-16847-7_17

Taylor, L., & Bacha, E. L. (1976). The unequalizing spiral: A first growth model for Belindia. The Quarterly Journal of Economics, 90(2), 197-218.
 

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