La zona metropolitana de Monterrey ha crecido considerablemente en los últimos años, pues su fuerte en la industria lo ha hecho un lugar atractivo para los trabajadores de otras entidades del país donde las oportunidades de empleo son más raquíticas.
Este aumento en la población ha traído como consecuencia la alta demanda de servicios necesarios para toda la población que se va agregando a la mancha urbana. Sin embargo, en una ciudad como Monterrey y en muchas otras en el país, las personas que se van agregando cada vez quedan más lejos del centro de la urbe.
Ya no hay oportunidad de formar colonias como se hizo en un principio en Nuevo León y en todo el país; ahora eso pasó a la historia, dejando sin oportunidad a las familias de adquirir terrenos a bajo costo.
En este sentido, las fraccionadoras privadas han jugado un papel importante en la necesidad de vivienda para la gente que va llegando o para las nuevas familias neolonesas que se están formando, pues la vivienda popular ha dejado de existir.
Ya no hay oportunidad de formar colonias como se hizo en un principio en Nuevo León y en todo el país; ahora eso pasó a la historia, dejando sin oportunidad a las familias de adquirir terrenos a bajo costo y construir sus viviendas de acuerdo a sus posibilidades.
Las viviendas de interés social, en su mayoría, están a altos costos, lo que obliga a las familias a enfrentar deudas prolongadas, que pueden durar años para saldarse, a veces durante toda su vida.
Estos y otros problemas, como la inseguridad y la lejanía, son los que muchas veces determinan el abandono de casas, que luego pasan a ser objetivo de la delincuencia, robándoles lo poco que queda o utilizándolas como guaridas.
De acuerdo con datos del Censo de Población y Vivienda del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), este fenómeno presenta un crecimiento: en 2020 había 286 mil 185 casas no habitadas en la entidad, y en 2023 ya había 400 mil casas en abandono.
El abandono de casas está a la orden del día, pues el incremento es considerable. Por un lado, está la necesidad de vivienda para miles de familias, y por otro, el abandono por causas diversas.
Lo cierto es que ahora, aparentemente, es más fácil adquirir una vivienda. Sin embargo, es a través de deuda, lo que esclaviza a las familias por unos 20 años, dividiendo su salario entre el pago de su casa y lo indispensable para sobrevivir.
Mientras se siga priorizando la alta ganancia que promueve el capital y la vivienda sea uno de ellos, el derecho a la vivienda, como uno de los derechos de nuestra carta magna, queda de lado, pues la adquisición de una vivienda te convierte en prisionero de la deuda.
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