Muchos son los problemas que aquejan hoy al país; son tantos y tan graves que el solo hecho de enlistarlos es una cuestión difícil. Este artículo presenta algunos de toral importancia por ser bases, y, por otro lado, por el desprecio que el gobierno tiene sobre tales asuntos.
En primer lugar, está el caso de la educación que ya mucho se sabe adolece de un enfoque crítico. En primera porque está orientada a recibir información, pero no se enseña a analizar, contrastar y juzgar. Favorece un aprendizaje más de memorización, pero ni siquiera en esto es efectiva. La transmisión de conocimientos no resulta y el espíritu para discernir entre conocimientos y formular tesis propias no cuaja ni en las materias básicas.
Por eso, año con año, el país ocupa los últimos lugares en la prueba PISA, que mide las áreas de matemáticas, ciencias y comprensión lectora de los países miembros de la OCDE. Al ni siquiera dominar las áreas básicas, los mexicanos se ven imbuidos en un sistema educativo que crea seres medianamente funcionales que ingresan como fuerza de trabajo a la que no le son respetados sus derechos y son fácilmente manipulables.
A esto súmesele la prácticamente nula educación en conservación ambiental. Esto sucede en las escuelas, pero con mayor gravedad en las instituciones encargadas de ello. Los recursos naturales en el país son ambicionados por grandes empresas, entre nacionales y extranjeras. Entre ellas, los ingentes recursos minerales y con ellos los mantos acuíferos y freáticos que sirven para el funcionamiento de variadas industrias. Estas necesitan de millones de metros cúbicos de agua para un correcto funcionamiento y en una amplia mayoría afectan a las comunidades aledañas.
Como ejemplo las mineras en la Sierra Norte de Puebla o las cerveceras en Baja California y Nuevo León, donde los habitantes se han quedado sin agua para el consumo humano y para las labores de agricultura. Al ponerse en lucha por sus demandas, muchas comunidades han sufrido el asesinato de sus líderes como el caso de Samir Vargas, en Morelos.
México es de los países donde más asesinatos se registran en agravio de activistas que defienden el medio ambiente, y por eso es que el desarrollo sostenible y la conservación de los recursos naturales enfrentan grandes retos, pues la impunidad que hoy campea hace que el ganón sea el dinero y el capitalismo, que no respetan ni saben de acuerdos y agendas sostenibles.
Hasta ahora se ha hablado solo de dos particulares cuestiones, pero todas tienen una causa común. La pobreza, que va siempre acompañada como polo opuesto de una inmensa riqueza concentrada en pocas manos. Hay una gran desigualdad.
El panorama mexicano luce desolador ante cerca de 80 millones de habitantes en algún grado de pobreza. La labor de reducir estos números con urgencia pareciera imposible pero no es así.
Por ejemplo, es sabido que en el país las grandes empresas no pagan impuestos y, por tanto, sus ganancias están prácticamente libres. Si se les cobrara un adecuado impuesto, proporcional al que pagan las pymes, habría más recursos para invertir en productividad para el país e incrementar el gasto público. Este gasto público es otro de los factores que bien orientado podría ayudar a reducir la pobreza, pues actualmente se invierte más en los deciles ricos que en los pobres. Se debe generar un cambio drástico para que se invierta en infraestructura, apoyos y ayudas que revierta la falta de servicios básicos en los más pobres y les garantice acceso a alimentación, educación, salud y cultura.
La pobreza es, incluso, peor cuando se enfoca desde una perspectiva de género. Se dice que la pobreza tiene cara de mujer porque las estadísticas muestran que a pesar de que este sector es el que produce más del 50 por ciento de los alimentos disponibles en el mundo es también, contradictoriamente, el sector que menos acceso tiene a créditos, educación y cultura. Esto se ve reflejado en que dos terceras partes de la población adulta analfabeta es mujer y tres quintas partes de la población en pobreza extrema también es mujer. Este sesgo sexo genérico se ve acrecentado en el capitalismo, en el que, a pesar de que el sistema productivista trata de sacarle el mayor jugo a la clase trabajadora, en su afán por un puesto de trabajo, privilegia a los hombres porque construye modos de producción en que estos son seleccionados por supuestos de fuerza y aguante, perpetuando así la opresión de la mujer y relegándola a actividades secundarias o labores domésticas, trabajo que por supuesto, no se le es remunerado.
Esto crea un círculo vicioso en el que al no tener asidero material para independizarse no sólo como mujer sino también como clase, las mujeres y sus hijos transcurren su vida en la pobreza, conformando un amplio porcentaje de este espectro.
Cómo dijimos desde el principio, estas cuestiones sufren del desprecio gubernamental. Cuando se les aborda se pretende maquillar la realidad o directamente se miente sobre la gravedad. Se tergiversan estadísticas y se imponen falsos con tal manipular a la población. Esto es un hecho en el gobierno morenista. Esa es su política, la mentira y la manipulación. El pueblo mexicano no puede soportar tanto desprecio. La justicia social, en sus manos, llegará, si se organiza y lucha.
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