Ha concluido el 2024, un año que, como otros, ha estado marcado por desafíos económicos, sociales y de seguridad que parecen no tener fin. A pesar de ello, es inevitable renovar ilusiones y plantearnos metas, creyendo que con fuerza de voluntad, disciplina y esfuerzo personal lograremos mejorar nuestras vidas.
Enfrentamos un momento crítico, pero también lleno de oportunidades para demostrar que la unidad y la organización pueden transformar incluso las realidades más adversas.
Sin embargo, esta narrativa de superación individual ignora una verdad profunda: en México, millones de personas enfrentan barreras estructurales que hacen que esas metas sean prácticamente inalcanzables.
El salario mínimo, que en este 2025 será de 278.80 pesos diarios en la mayoría del país y 419.88 pesos en la zona fronteriza norte, apenas alcanza para cubrir las necesidades básicas de una familia. Con un ingreso mensual que no supera los 8 mil 642 pesos en la mayor parte del país, los trabajadores deben destinar casi todo su ingreso a sobrevivir.
Los costos de la canasta básica, los servicios básicos y las responsabilidades familiares consumen la mayor parte de sus recursos, dejando poco espacio para aspiraciones personales como estudiar, leer, aprender un nuevo oficio o simplemente descansar.
Aquellos que trabajan jornadas de diez o hasta doce horas diarias sacrifican su salud física y mental. Cuando finalmente llegan a casa, agotados, lo único que buscan es comer, descansar un poco y recuperar fuerzas para enfrentar el siguiente día.
Para los millones que dependen del comercio informal, la situación es aún más crítica, ya que enfrentan la incertidumbre diaria de no saber si lograrán vender lo suficiente para alimentar a sus familias.
Este panorama se torna más oscuro aún cuando consideramos el contexto de inseguridad y violencia que afecta al país. Hoy, muchas familias optan por no salir de casa, por miedo a ser víctimas de asaltos, secuestros o cualquier otra forma de violencia cotidiana, lo que imita las posibilidades de desarrollo individual.
Ante estos retos, la reciente llegada de Claudia Sheinbaum como la primera presidenta de México marca un momento histórico. Sin embargo, es ingenuo pensar que una sola persona y su gabinete, por más preparados que estén, podrán resolver problemas que han echado raíces profundas en nuestra sociedad.
Como ha señalado el Movimiento Antorchista Nacional durante décadas, las soluciones reales no vendrán de las promesas de un líder, sino de la organización y movilización de las masas trabajadoras.
Es fundamental que los mexicanos nos unamos para construir un instrumento político-electoral que verdaderamente represente los intereses de la clase trabajadora.
Sólo a través de una organización política fuerte y enfocada en las necesidades del pueblo será posible implementar estrategias que garanticen empleo digno, salarios justos y seguridad para todos.
Este esfuerzo no es sólo necesario, sino urgente, si queremos construir un país donde la prosperidad y el progreso sean alcanzables para todos y no un privilegio reservado para unos cuantos.
Mientras reflexionamos sobre el año que termina, debemos también reconsiderar nuestras prioridades colectivas. Más allá de los deseos individuales y las metas personales, el 2025 debe ser un llamado a la acción comunitaria.
Enfrentamos un momento crítico, pero también lleno de oportunidades para demostrar que la unidad y la organización pueden transformar incluso las realidades más adversas
La precariedad laboral, la inseguridad y las profundas desigualdades sociales no son problemas que puedan resolverse únicamente con fuerza de voluntad individual o promesas gubernamentales.
Estos desafíos exigen una transformación estructural impulsada por la organización colectiva y la participación de todos los sectores sociales.
El 2025 debe ser el año en que los mexicanos, lejos de resignarnos a las dificultades, asumamos la responsabilidad de unirnos, organizarnos y trabajar por un futuro más justo y equitativo. Porque sólo juntos, con compromiso y unidad, podremos construir el país que merecemos: uno donde el progreso, la seguridad y la dignidad sea posible para todos.
Desde este espacio, felicito a cada lector por haber superado un año lleno de dificultades. Pero no nos quedemos sólo con los buenos deseos: trabajemos juntos por construir el México que queremos y merecemos.
El cambio está en nuestras manos. ¡Es momento de actuar!
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