Es cierto que los gobiernos no tienen culpa en la aparición del coronavirus, pero sí son culpables del tamaño de sus consecuencias. Recordemos que todos, absolutamente todos los gobernantes de cualquier nivel, que para ello fueron primeramente candidatos de su partido, prometieron en campañas electorales defender el interés colectivo por encima de todo, y para ello, ofrecieron trabajar por la paz, la seguridad, la tranquilidad y la justicia social para todos. Hoy, con la pandemia del coronavirus encima de los mexicanos, llegó la hora de recordarles sus promesas. Llegó la hora de exigir la tranquilidad y la justicia que un día nos prometieron. Pero, ¿están todos los gobernantes, diputados, presidentes, regidores y los demás, en la primera línea de batalla contra la pandemia?, y además, ¿están atentos y prestos al interés general, y sobre todo, al llamado de sus gobernados más desprotegidos y marginados? Con toda sinceridad me parece que no; en estos tiempos, la indolencia parece ser la característica principal de muchos gobiernos.
Pero para tal indolencia histórica de los gobiernos, que ya parece una costumbre casi milenaria, el pueblo, en su legítima y casi única defensa, se conquistó para sí una alternativa histórica también: la protesta pública. La Constitución Política es la mejor prueba de lo que hoy digo: "No se podrá coartar el derecho de asociarse o reunirse pacíficamente con cualquier objeto lícito [...]", dice el artículo 9º; "Los funcionarios y empleados públicos [entiéndase los gobiernos] respetarán el derecho de petición [...]", se lee en el artículo 8º; "La manifestación de las ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa [...]", dice el artículo 6º. Y con esto, bajo distintas y muy variadas formas y condiciones, los mexicanos aprendimos a salir a las calles a protestar, hacernos escuchar, defender y hacer valer nuestros derechos. No diré que siempre los gobiernos hicieron caso a la voz y la protesta, pero al menos los mexicanos podíamos llevar hasta las puertas de las oficinas nuestra voz. Pero ¿qué hacer ahora, ante la orden de confinamiento a que estamos obligados todos ante el coronavirus?, ¿qué hacer si ya no podemos salir a la calle para llevar nuestra protesta a los gobiernos?
Aquí es donde se hace necesario entender bien a bien, cómo es que hicieron, con mucho éxito, por cierto, todos los políticos en campaña electoral para entrar a casi todos los rincones de nuestro humilde hogar, sin hacer casi nunca presencia física en los mismos. Con el respeto que me merecen todos los expertos del tema, que podrán abundar con cifras y datos precisos cuando se decidan a dar voz a los pobres, yo distingo dos de los métodos más socorridos y usados por todos los candidatos cuando andan a la caza de votos: los medios de comunicación, como la televisión, el radio, los periódicos y otros similares, por un lado, y a través de nuestros teléfonos celulares y las "benditas" redes sociales, por el otro. Es cierto que, para ello, es decir, para todas las campañas mediáticas electorales que hacen, que como un veneno que nos hacen tomar involuntariamente, los candidatos gastan - no de su bolsa, por cierto -, ingentes y groseras cantidades de dineros que nunca jamás en su vida va a poder tener el pueblo pobre en sus manos. Pero, como dijera Stefan Zweig en una de sus geniales obras: "siempre ha sido el secreto del veneno el encerrar virtud curativa si se le sabe destilar, si se estrujan sus fuerzas ocultas". Y destilar, es lo que necesitamos, en tiempos de pandemia.
Entendido esto, sostengo que, mutatis mutandis, llegó la hora de que los mexicanos responsables y humanistas, enseñemos al pueblo a usar los medios de comunicación y las redes sociales, para hacer llegar a los gobiernos su voz de protesta sin salir de su casa, en tiempos de pandemia. Darle voz e imagen al pueblo pobre y marginado ante el coronavirus, es enseñarle los nuevos y refinados métodos de la protesta constitucional.
Pero cabe la pregunta: ¿Escucharán a través de las redes sociales los gobiernos la voz del pueblo pobre? Sí, la escucharán. Y la prueba más tangible por ahora, es el intento del Presidente López Obrador, de querer imponer una especie de filtro, mordaza o cubreboca a las redes de Facebook y Twitter, ante los cientos de miles de mensajes que circulan a través de ellos, desfavorable a su persona y a su gobierno. En medios como el HERALDO de México, se puede leer lo siguiente: "Las benditas redes sociales como las había calificado AMLO, parecen ahora darle la espalda y a mermar su carisma, ese que lo encumbró como el primer líder político nacional más popular de Twitter y Facebook. De otro modo sería difícil entender su forma de estallar en contra de las herramientas que contribuyeron con su arrollador triunfo electoral de junio de 2018 y a las que colmó de elogios en la histórica noche de celebración llevada a cabo en el Zócalo capitalino por propiciar un cambio de mentalidad entre los mexicanos." El Presidente, y estoy muy seguro que todos los gobiernos, que están muy al pendiente de las redes sociales, deberían entender que no son ellas las que merman su popularidad, es el pueblo, que se está cansando de tanta simulación gubernamental.
Por mi parte, finalizo este trabajo exhortando al pueblo pobre a protestar sin salir a la calle. Nadie, y estoy muy seguro de esto, nadie siente lo que sufren las familias pobres en sus humildes y abandonadas viviendas. Por eso en Antorcha les daremos voz e imagen a sus protestas donde quiera que estén. Nadie debe quedarse callado ante la injusticia en que vive, nadie. Hagamos videos ciudadanos y videonotas, colguemos trapos blancos y coloquemos cartulinas exigiendo alimentos, hagamos cartas dirigidas a las autoridades y participemos en las campañas de redes. Hagamos todo, absolutamente todo para que nuestras protestas lleguen, a través de las "benditas" redes sociales, a todos los que un día nos prometieron paz, tranquilidad y justicia social. Protestemos hoy, porque mañana puede ser ya muy tarde. Urge un programa efectivo de alimentos y sustento para los pobres ¡Alto a la simulación!
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