La medida del presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), para combatir el famoso huachicoleo, ha desatado una ola de desabasto de gasolina en varias entidades del país y, al mismo tiempo, psicosis entre la población.
De acuerdo con varios medios como la BBC, según datos oficiales por el robo de combustibles, el Estado tenía pérdidas por 60.000 millones de pesos al año. Para combatir el huachicoleo, la estrategia del presidente López Obrador fue cerrar válvulas de al menos 4 de los 13 oleoductos de PEMEX (Petróleos Mexicanas) y así evitar que los huachicoleros continuaran robando combustible, según dijo.
Sin embargo, la medida ha provocado que estados como Michoacán, Guanajuato, Aguascalientes, Jalisco, Querétaro, Tamaulipas y el mismo Estado de México, tengan problemas para abastecer sus gasolineras.
El mismo medio afirma, de acuerdo con declaraciones de AMLO, que gracias a dicho plan se ha disminuido el robo de pipas llenas de combustible, pero lo que no dice, con clara alevosía y ventaja, es sobre quiénes salen ganando con esta medida.
Está claro que el pueblo mexicano no gana nada con la instrumentación de este plan, pues ahora se presume que no sólo estará escaseando aún más el combustible, sino que gracias a esto los precios de varios alimentos básicos sufrirán aumentos, como la leche, hecho que en definitiva agravará la situación económica de miles de mexicanos.
Además, salió a la luz que la esposa del titular de la Secretaria de Comunicaciones y Transporte (SCT), Javier Jiménez Espriú, es empresaria de una subsidiaria del Grupo IDESA, empresa que se dedica al transporte de hidrocarburo, quien es la beneficiada con la escasez del producto, pues esta empresa ha sido la única autorizada para transportar el combustible a diferentes distintos.
Y entonces, ¿qué pasa con la consigna de Obrador de "primero los pobres"? Los pobres son los primeros afectados con esta medida, la cual queda claro que no es para combatir la corrupción, toda vez que le cierra la llave a los huachicoleros, pero se la abre a sus amigos a fin de que se enriquezcan.
Al presidente de México no le queda claro que la corrupción no es la manera de combatir la pobreza en nuestro país, porque mientras por un lado combate la corrupción de gente de clase media y baja, por el otro lado los grandes empresarios como el mismísimo Javier Jiménez Espriú y su cónyuge Elisa Margarita Gutiérrez Saldívar se enriquecen con el negocio del transporte de hidrocarburos.
El doctor en economía Brasil Acosta Peña, en su más reciente artículo publicado en la revista Buzos y titulado "¿Errores?", enumera varias de las últimas decisiones tomadas por AMLO las cuales no han sido acertadas, desde la consulta ilegal para cancelar la obra del aeropuerto en Texcoco, la construcción del Tren Maya, la reducción de presupuesto para las universidades, hasta llegar a los cambios insólitos en el nuevo Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF 2019).
En dicho PEF lamentablemente desaparecen varios programas y se dejan fuera de éste varias obras y proyectos de muchos municipios y estados. Ese dinero ahora será destinado estratégicamente a crear nuevas clientelas como lo menciona Héctor Aguilar Camín en su artículo "El nuevo gobierno y el demasiado popular", publicado en el periódico Milenio.
Pero el problema de generar nuevas clientelas a partir de la reducción del presupuesto federal es que esta medida tampoco combate la pobreza; por el contrario, la situación de los mexicanos podrá ser peor porque sin obras ni servicios que en primera instancia ayuden a mejorar sus condiciones de vida y con limosnas que no alcanzarán para los más de 80 millones de pobres sólo se agudizará su condición.
Los antorchistas seguimos sosteniendo que el combate a las corrupción no es la estrategia para combatir la pobreza en nuestro país, que las medidas deben ser otras: más empleos, mejores salarios, una repartición equitativa del gasto social (no debe haber recortes presupuestales para obras y servicios) e impuestos progresivos, es decir, que la carga fiscal este orientada a las grandes empresas y no al pueblo trabajador.
Es preciso que los mexicanos nos quitemos la venda de los ojos, es claro que el hartazgo social llevó a López Obrador a la presidencia de México, pero ¿cuánto tiempo más podrá sostener su fama de salvador? Las medidas contra el huachicoleo, contra la corrupción, los recortes presupuestales a obras, servicios, a universidades, a la cultura; los recortes de personal en el sector salud y las consultas ciudadanas, entre otras, no combatirán nunca a la pobreza. La solución es un pueblo organizado, educado y consciente de la realidad histórica que estamos viviendo y como pregona el dicho popular: "todo lo que sube tiene que bajar", más pronto que tarde la realidad bajará, de golpe, a AMLO de su pedestal.
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