Entre las noticias más reciente de Estados Unidos (EE. UU.), Salvador Ramos, de 18 años, abrió fuego en una escuela primaria de Texas, mató a 19 niños y dos maestras. En la escuela Robb Elementary School, que enseña a niños de entre 7 y 10 años, Ramos irrumpió fuertemente armado con una pistola, un rifle automático y cargadores de alta capacidad a quien, un agente de la policía fronteriza que se encontraba en las inmediaciones en el momento del tiroteo abatió a tiros.
Pero ¿por qué ocuparse del tema?, ¿cómo afectan estos actos violentos a la vida cotidiana de los alumnos de las escuelas estadounidenses, así como a los maestros y padres? Es comprensible que las masacres escolares generen indignación pública y el reclamo de medidas para proteger las escuelas.
Tras el incidente en la escuela de Texas, varios distritos escolares dijeron que aumentarían la presencia policial en los campus esta semana. Lo mismo sucedió después de los incidentes en la escuela secundaria Columbine (1999), la universidad Virginia Tech (2007), la escuela primaria Sandy Hook (2012) y la escuela secundaria de Parkland (2018), masacres en las que, de igual manera, los portadores de las armas homicidas fueron jóvenes entre 17 y 20 años.
En términos generales, 4 mil 368 niños y adolescentes de hasta 19 años murieron por causa de disparos en 2020; una tasa de 5.4 cada 100,000, según datos de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC).
El centro de investigación Gilfords indica que cada ciudadano del país alberga la alarmante cifra de 1,2 armas por individuo en promedio, y que estas son la mayor causa de muerte en menores de 18 años en su territorio. En este contexto, un informe de la ATF (la agencia reguladora de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego) publicado el 5 de mayo, revela que la producción del sector se ha triplicado desde el año 2000, en especial la de pistolas semiautomáticas tipo Glock para defensa personal. La consultora IBISworld, por su parte, señala que esta industria estadounidense está valorada actualmente en 19 mil 500 millones de dólares (18.300 millones de euros aproximadamente), un 22% más que en 2012.
El asesino de Texas habría comprado dos rifles por su cumpleaños número 18, y las autoridades indican que portaba por lo menos una pistola y un rifle de asalto en el momento del tiroteo.
Si bien el origen de las armas aún no está claro, la indignación pública ha puesto sobre la mesa la facilidad con la que estos instrumentos letales se pueden adquirir, fabricar y distribuir en Estados Unidos. Una licencia para portar armas puede costar tan poco como 30 dólares (unos 28 euros), mientras que las licencias para distribución y venta pueden ir desde los 30 dólares hasta los 3.000 (unos 2.814 euros) y se renuevan cada 3 años. Los requisitos para adquirirlas varían de estado a estado, pero en general uno tiene que ser ciudadano estadounidense, mayor de 18 años y no haber incurrido en una lista de crímenes violentos.
Esta es la realidad de nuestro vecino del norte, nación insignia del mundo entero y del sistema económico actual. Ese sueño americano que se ha difundido ante la opinión pública durante muchos años, en realidad es el sueño de un país frustrado que no está dispuesto a ceder su pedestal a ninguna nación que logre superarla como está ocurriendo en los casos de Rusia y China.
Ante estos hechos es necesario que los pueblos del mundo aprendamos a leer la realidad y dejar de engañarnos con espejismos que intentan mostrar al mundo los norteamericanos. El sistema que defienden es un sistema decadente que merma en la mente y actuar de sus ciudadanos.
No creo, querido lector, que los mexicanos debamos aspirar a una realidad tan inhumana. Por otra parte, el pueblo estadounidense deberá unificar esfuerzos, inteligencias e intereses para poner a su nación en la dirección más correcta en las actuales circunstancias; que no se limiten a contemplar y criticar su situación. Ahora es el momento de actuar, mañana quizá los peligros y las dificultades sean mayores.
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