MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Maestros merecen voz y voto en el rediseño del MCC

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Desde mediados del año 2021, se presentó, mediante sucesión jerárquica de las instituciones educativas, la necesidad de hacer un reajuste en los contenidos del Marco Curricular Común (MCC), del sistema educativo mexicano, al menos en el nivel medio superior. 

En un primer momento, y dado que el anuncio fue prácticamente en medio de una crisis sanitaria, este aviso despertó inquietudes, sobre todo en el sector magisterial que tuvo la expectativa de ahora sí poder ser parte de un movimiento educativo apegado a las condiciones reales y en donde sí se revalorara su ingente trabajo. 

Las presentaciones a nivel nacional, por las condiciones de sanidad, se dieron de manera virtual, condición de inicio cuestionable pues definitivamente no existía la posibilidad de retroalimentar la presentación, dada la importancia fundamental del tema. Las razones fueron diversas: muchas dudas sobre el contenido, mala conectividad y los etcéteras que la comunicación virtual trajeron. Aun así, era claro que, para las instituciones educativas, este tema no podía esperar, se debe discutir el rediseño de un Marco Curricular Común (MCC) en la Educación Media Superior. 

Según el documento “Hacia un Marco para la Revisión del Marco Curricular Común 2021”, publicado por la Red de Educación Media Superior en noviembre de 2021 y que expone los Lineamientos para el Rediseño “como líneas generales de trabajo para la revisión y el rediseño del MCC, el planteamiento de la SEMS establece como etapas del proceso: 1. La discusión del MCC; 2. Discusión de cada área de acceso al conocimiento y 3. Modificación de los planes y programas de estudio. Como aspecto clave para el trabajo se resalta que será un diseño participativo entre docentes, directivos y comunidades escolares de todo el país.   Ninguna de las etapas debe considerarse de menor importancia, puesto que es el fundamento para proponer un nuevo paradigma educativo, sin embargo, la puesta en marcha es lo que genera reales dudas sobre el fondo de lo que este proceso significa”.

En primer lugar, para hacer la discusión sobre el MCC y lo que debe considerar, se debía disponer de un tiempo considerable, contar con las herramientas necesarias teóricas, pedagógicas, académicas y filosóficas para hacer un análisis completo y presentar una propuesta concreta respecto a las condiciones por las que atraviesa la educación, estableciendo metas de corto, mediano y largo plazo. Eso no se dio; los maestros participantes estaban atrapados entre llenar una serie de formatos para sustentar su actividad en línea, rescatar a los alumnos de la deserción y enfrentándose a un panorama completamente nuevo de impartición de clases. 

En segundo lugar, la participación de los maestros, aunque fue libre y motivada a presentar una propuesta, no fue incentivada, estuvo limitada a la obligación moral de cumplir. Claro está que la responsabilidad de los maestros no puede estar limitada a un mero compromiso; era necesario designar a un grupo de maestros especialistas que estuvieran libres de algunas tareas cotidianas para crear un programa completo con diagnóstico, análisis y propuesta. Esto no sucedió, si acaso hubo apremio a responder cuestionamientos claves, ni pensar en una remuneración económica para los participantes. 

Una más, para la discusión de las propuestas y avalar los cambios, se dieron mesas de discusión en las que no estaba asegurada la presencia de los participantes dado que tenían ocupaciones laborales, los maestros estaban dando clases y al mismo tiempo estaban presentado una propuesta en el MCC. 

Esas son las condiciones del magisterio mexicano, forzado a participar en un asunto de envergadura, tal como lo es el contenido formativo de los adolescentes a nivel nacional. Es muy probable que, como titula su artículo el profesor del COLMEX, Manuel Antón Gil, solo estemos ante un espejismo de consulta. 

A esta conclusión se llegará, de forma precisa, cuando sea el momento de aplicar las modificaciones y se vea incluida la participación de los maestros y los resultados positivos que, desde hace décadas, la educación mexicana espera. 

No hay de otra, quienes tienen que pronunciarse ante que este tipo de arbitrariedades son quienes padecen el problema, los maestros de México. 

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