MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Lo que las palabras no saben expresar, en música se convierte

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La música popular y la música “clásica” no son diametralmente opuestas: el lector sabrá afirmar si es aquella madre de esta pues, antes de la evolución y científicidad de los cuartetos de cuerda, de las fantasías y sonatas, fue la música popular la progenitora de todo el vasto mundo que los grandes músicos nos han mostrado.

La música tiene el poder de trascender el tiempo y el espacio, transportándonos a un mundo de emociones y sensaciones que van más allá de las palabras. Pero basta con comparar al Caminante del Mayab de Guty Cárdenas con el Bolero de Maurice Ravel y nos daremos cuenta de la estrechez que existe entre uno y otro género. 

Mas, cuando las palabras no son ya suficientes, usted, amable lector, estará de acuerdo conmigo al decir que es la música quien puede verbalizar sin decir una sola oración aquello que es inherente al hombre pero que, en pocas ocasiones se puede expresar con letras y oraciones.

 A través de su música, Beethoven nos recuerda la capacidad del arte para conmovernos y elevarnos: cuando este es de tan alta calidad, sobrepasa las limitantes del tiempo y el espacio. 

Vivaldi, por ejemplo, dio voz a la primavera, al verano, al otoño y al invierno; o a Gustav Holst quien, adelantado a su época, a través de una orquesta nos enseñó cómo “suenan” los planetas. 

Ejemplos sobran, pero pocas composiciones pueden equipararse a la profundidad y la belleza de la Sonata Claro de Luna de Ludwig van Beethoven. Compuesta en 1801, esta obra maestra sigue cautivando a oyentes de todas las generaciones con su melancolía serena y su inigualable expresión artística.

La Sonata para piano n.º 14 en do sostenido menor Quasi una fantasia, Op. 27, n.º 2, conocida como “Claro de luna” o “Luz de luna” (en alemán Mondscheinsonate) fue concebida y dedicada por Beethoven a una de sus alumnas, de quien estaba profundamente enamorado y es una de las obras más emblemáticas del repertorio pianístico. Su seudónimo, "Claro de luna", fue añadido por el poeta y crítico musical alemán Ludwig Rellstab en 1832, quien comparó el primer movimiento con la luz de la luna brillando sobre el Lago de Lucerna. Esta asociación romántica ha perdurado a lo largo del tiempo, agregando una capa adicional de misticismo a la obra.

La sonata consta de tres movimientos: el famoso Adagio sostenuto con el que abre la obra, seguido por un Allegretto y concluyendo con un Presto agitato. Es el primer movimiento el que ha dejado una huella indeleble en el mundo de la música. Con su tempo lento y su atmósfera melancólica, el Adagio sostenuto evoca una sensación de contemplación y nostalgia. Desde las primeras notas, el piano canta una melodía que parece surgir de las profundidades del mar del alma del hombre, envolviendo al oyente en un estado de emotividad.

Lo que hace que “Claro de luna” sea tan especial es su capacidad para comunicar emociones universales a través de la música, aquello que las palabras sencillamente ya no alcanzaron a decir. A lo largo del primer movimiento, Beethoven nos lleva en un viaje emocional, desde la tranquilidad melancólica hasta momentos de intensa pasión y desesperación. La delicadeza de las notas y la riqueza de los acordes crean una textura sonora que es al mismo tiempo íntima y expansiva, como si estuviéramos contemplando la vastedad del universo desde la soledad de nuestra nostalgia, desde el anhelo apasionado de lo que pudo ser o fue nuestro.

Además de su profunda expresión emocional, la sonata “Claro de luna” es también una muestra magistral de la genialidad compositiva de Beethoven. A lo largo de la obra, el compositor utiliza una variedad de técnicas musicales para crear una experiencia auditiva única. Desde el uso de arpegios y trinos hasta cambios inesperados de tonalidad y textura, cada elemento de la composición está cuidadosamente diseñado para mantener al oyente cautivo de principio a fin.

A pesar de su nombre y su asociación con la luz de la luna, la sonata “Claro de luna” es mucho más que una simple representación musical de un fenómeno natural. Es una exploración de las profundidades del alma humana, una meditación sobre el dolor y la belleza de la existencia. A través de su música, Beethoven nos recuerda la capacidad del arte para trascender las limitaciones del tiempo y el espacio, conectándonos con nuestras emociones más profundas y elevando nuestras experiencias a un plano más elevado. A través de su música, Beethoven nos recuerda la capacidad del arte para conmovernos, inspirarnos y elevarnos a nuevas alturas de comprensión y apreciación, y sobre todo, que cuando este es de tan alta calidad, sobrepasa las limitantes del tiempo y el espacio. 

No siendo evocado por esta sinfonía mas sí por su autor, me gustaría compartir con usted, amable lector, la carta en la que encontramos la desnudez del hombre rudo y portentoso que, en otro aire de misticismo, dedica a su “amada inmortal”.

Sírvase usted del maridaje de la sinfonía y estas letras; seguro será un gran acompañamiento.

“Tarde del lunes... Tú sufres. ¡Ay!, donde yo estoy, también allí estás tú conmigo. Conmigo y contigo haré yo que pueda vivir a tu lado. ¡¡¡Qué vida!!! ¡¡¡Así!!! Sin ti...

Tanto como tú me amas, ¡mucho más te amo yo a ti! (…)

¡Ay, Dios! ¡Tan cerca! ¡Tan lejos! ¿No es nuestro amor una verdadera morada del cielo? ¡Y tan firme como las murallas del cielo!

(…) Vivir solo me es posible, o enteramente contigo, o por completo sin ti. Sí, he resuelto vagar a lo lejos hasta que pueda volar a tus brazos y sentirme en un hogar que sea nuestro, pudiendo enviar mi alma al reino de los espíritus envuelta en ti. Sí, es necesario. Tú estarás de acuerdo conmigo, tanto más conociendo mi fidelidad hacia ti, y que nunca ninguna otra poseerá mi corazón; nunca, nunca (…)

¡Oh, Dios mío! ¿Por qué habrá que estar separados, cuando se ama así? Mi vida, lo mismo aquí que en Viena, está llena de cuitas. Tu amor me ha hecho al mismo tiempo el ser más feliz y el más desgraciado. A mis años, necesitaría ya alguna uniformidad, alguna normalidad en mi vida. ¿Puede haberla con nuestras relaciones?... ángel, acabo de saber que el correo sale todos los días. Y eso me hace pensar que recibirás la carta en seguida.

Está tranquila. Tan solo contemplando con tranquilidad nuestra vida alcanzaremos nuestra meta de vivir juntos. Está tranquila, quiéreme. Hoy y ayer, ¡cuánto anhelo y cuántas lágrimas pensando en ti... en ti... en ti, mi vida... mi todo! Adiós... ¡Quiéreme siempre! No desconfíes jamás del fiel corazón de tu enamorado Ludwig. Eternamente tuyo, eternamente mía, eternamente nuestros”.

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