En mi colaboración anterior cuestioné el triunfalismo oficial con respecto del crecimiento económico y el mejoramiento de la vida que los oaxaqueños tuvieron de 2018 a 2020. Esto porque se echan las campanas al vuelo en torno al aumento del ingreso familiar de 7.1% y la reducción de la pobreza en 2.7%, absolutizándolos, sin analizarlos en relación con los demás indicadores económicos. Por lo que, al contrastar lo que caracterizan como un éxito rotundo, con la inflación promedio de 6%, que encarece la canasta básica, con la reducción en tan solo 5 mil pobres y, con los 280 mil ciudadanos que se incorporaron al grupo de quienes padecen alguna carencia social, sus logros se reducen a la nada.
Y sobre estos “éxitos” construían castillos de arena los panegiristas oficiosos, cuando se vinieron en cascada las pruebas que demuestran lo acertado de las críticas del Movimiento Antorchista, con respecto de que las estadísticas oficiales buscan esconder el fracaso de nuestra clase gubernamental y, al mismo tiempo, de la mayoría de las expresiones políticas nacionales, cuyos proyectos de país no están diseñados para defender los intereses de las mayorías empobrecidas, como sostienen en sus discursos demagógicos.
En primer lugar, se hizo público que la republicana austeridad de la 4T, golpeó a Oaxaca con un recorte presupuestal de 1, 500 millones de pesos; en segundo, la declaración del secretario de Finanzas, de que a pesar de esto, la situación financiera estatal se ha fortalecido gracias a que este gobierno reestructuró la deuda pública que heredó en 2016, por 29 mil 400 mdp, con el ISSSTE y el SAT, deuda que se redujo 37%, con pagos por 4,060 mdp a proveedores; 4,100 mdp, de adeudos al SAT (1500 realizados y 2,600 programados); y 660 mdp al ISSSTE (adicionalmente 2,400 ya con ruta de solución a 15 años); en tercero, que se despedirá a 5 mil trabajadores de salud, con el argumento absolutista de que son empleados administrativos; y, en cuarto lugar, que los poderes Ejecutivo y Legislativo han registrado en lo que va del año, ampliaciones presupuestales de 9 mil 044 millones de pesos (6 veces más del mencionado recorte) y de 177 millones de pesos, respectivamente.
Pues bien, recapitulando; si ya al comparar el de por sí reducido crecimiento económico y y el poco avance en el combate a la pobreza, las cosas lucían inapropiadas para festejar, al sumarles los aspectos que en esta colaboración incluyo, las cosas toman un cariz de alarma. Porque de ellas se desprende que el avance en los rubros arriba mencionados, van a estancarse o a retroceder y las carencias se van a profundizar radicalmente, y esto es así, porque la población aumenta y con los recortes, habrá menos inversión en infraestructura básica, dejará de haber pavimento, electricidad, agua potable, educación, salud, etc. Y peor aún, vemos que a pesar de la pandemia y de la crisis económica acrecentada exponencialmente por el SARS-CoV-2, los poderes Ejecutivo y Legislativo, anteponiendo sus opiniones y proyectos a las necesidades del sector salud que ve sus ingresos reducidos en 41.4% y al mejoramiento de las condiciones de vida de la población, se aumentan exponencialmente su presupuesto y despiden a miles de trabajadores del área que más necesitan reforzar en la pandemia, y lo hacen con argumentos poco claros, mientras en el encargado de administrar y asignar los recursos del erario, se enreda en un periplo verborreico con el que intenta, por un lado, mantener en la opinión de la sociedad la idea de una administración exitosa y, por otro, ocultar los efectos de los recortes.
La situación económica de los oaxaqueños no cambiará mientras gobiernen las expresiones políticas que lo han hecho en los últimos tiempos. La realidad lo dice, en Oaxaca no vamos bien, porque en vez de combatir el rezago de grandes sectores, se privilegia el de los sectores económicos más poderosos. La única forma en que esto cambiarán es si las mayorías oaxaqueñas recobran la tradición luchadora del pasado y hacen nacer una fuerza verdaderamente progresista. Se acerca la hora.
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